Plano y Vista de Toledo, junto con la Vista conservada en el Metropolitan Museum de Nueva York, constituye un excelente testimonio de la imagen de Toledo a finales del siglo XVI, y al mismo tiempo refuerza la idea de la íntima compenetración del artista con la ciudad española.
Bajo un cielo tormentoso se contemplan las diferentes casas, palacios e iglesias, con una minuciosa descripción, donde los edificios más emblemáticos pueden ser perfectamente identificados. En este increíble cielo nublado, fenómeno atmosférico interesante desde un punto de vista artístico, se aprecia la imagen de la Virgen María acompañada de una pequeña corte de ángeles que portan la casulla que impondrán a San lldefonso, patrón de la ciudad.
En primer término, en la parte derecha del lienzo, un muchacho sujeta un plano donde se recoge minuciosamente la planta urbana de la misma ciudad, planteándose la posibilidad que sería obra de Jorge Manuel, el hijo del pintor, especializado en arquitectura. Tanto en la vista general como en el plano, un género doblemente nuevo, resurgen las antiguas condiciones cretovenecianas de topografía y corografía de El Greco. Si en la versión de Nueva York, se detiene con mayor interés en los aspectos paisajísticos, aquí insiste en los topográficos.
También según opinión de algunos especialistas, el joven que porta el mapa es el mismo Jorge Manuel. Hipótesis, sin embargo, insostenible, ya que en 1608, fecha aproximada de la obra, tenía 30 años y en cambio aquí aparenta a lo sumo 18. Tal vez, pudiera tratarse de una "evocación" de los rasgos juveniles del hijo.
En la zona inferior izquierda se encuentra la representación simbólica del río Tajo como una figura humana con un cántaro y una cornucopia, tradición típicamente manierista.
A la minuciosidad de las casas, dibujadas en una sensación de apiñamiento, y del plano, el resto parece abocetado, planteándose la posibilidad de que el cuadro esté sin concluir.
La dedicación del El Greco al paisaje constituye una muestra más de su singularidad dentro del panorama de la pintura española. Todo indica que el pintor cretense iniciase a comienzos del siglo XVII la producción de pinturas de este género para la producción de España, en el que refleja la simple descripción personal de la ciudad y sus campos.
Este cuadro, emblemático y expresivo, muestra un cierto orgullo ciudadano, que se puede explicar por varios factores: su propia inclinación hacia la pintura de paisaje, demostrada ya en fechas tempranas, como en las Vistas del Monte Sinaí; su conocimiento, como especificado más arriba, de la tradición cartográfica y paisajística veneciana o bien su gusto de algunos de sus amigos o mecenas por las vistas de ciudades. Para este último hay que tener en cuenta que tradicionalmente se ha asumido que los dos lienzos que han llegado hasta el presente serían los que pertenecieron a su primer propietario, quizás también encargados por él mismo, Pedro Salazar de Mendoza, admistrador del hospital Tavera. Una hipótesis aceptable por la importancia que adquiere el dicho edificio en la escena y porque Salazar era un ardiente coleccionista de mapas y vistas de ciudades.
La presente obra, realizada entre 1608-1614 y con unas medidas de 132 x 228 cm, se conserva en el Museo de El Greco, en Toledo.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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