De nuevo se asiste a finales del
siglo XVIII, a una nueva oscilación en las concepciones artísticas. Si el
Clasicismo buscaba en la Antigüedad clásica las fuentes de inspiración y
prácticamente la esencia misma de los valores estéticos, el barroco y el rococó
habían hecho gala, como se ha visto, de la imaginación y de la libertad del
artista para crear de múltiples maneras.
Pero cuando aún no había acabado
la centuria en la que se forja el estilo rococó, vuelve a pendular el arte y
otra vez mira al mundo antiguo, al esplendor de Grecia y Roma. Pero esta vez lo
hará de otra forma. En realidad, gran parte del renovado interés por lo clásico
se debe a las nuevas tendencias filosóficas nacionalistas y a los nuevos
descubrimientos arqueológicos que se realizan y que, como se verá seguidamente,
permiten que esa mirada a lo clásico sea nueva, serena, limpia, sobria y, sobre
todo, algo menos encorsetada que la visión del Renacimiento y el Clasicismo.
Además, cabe destacar un hecho no poco importante en este período, pues
habremos de hablar del Neoclasicismo en una joven y poderosa nación, los
Estados Unidos de América, que habrá de desempeñar un papel fundamental en el
curso de la Historia y del Arte.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.