El término "diseño
industrial" (en inglés: industrial
design; en francés: esthétique
industrielle; en alemán: Industrielle
Formgebung o Produktgestaltung)
es de origen inglés y se aplica en la actualidad a todo el amplio sector que
comprende la infinidad de objetos creados industrialmente, que se integran a
cada paso de la vida y que van desde bolígrafo al avión, desde automóvil al
electrodoméstico, desde reloj a algunos elementos de la arquitectura
prefabricada. La palabra design (diseño) equivale, no obstante, por lo general,
a "diseñar", y por consiguiente también puede aplicarse a otros
sectores limítrofes, y se tendrá por lo tanto varias especialidades de diseño:
diseño de productos (artículos de uso, máquinas, complementos); diseño visual
(gráfica, carteles, publicidad, etc.); diseño de interiores (decoración,
lugares de trabajo y públicos); diseño de envases o packaging (envases para consumidores); diseño ambiental o environmental designs (planificación
regional, urbanismo, etc.).
En este apartado se tratará, en
especial, del diseño industrial propiamente dicho, por ser el que mejor puede
configurarse como una entidad autónoma y cuyas relaciones con la pintura y la
escultura son en particular importantes.
⇦ Jarrón de porcelana de Wedgwood decorado por Emile Aubert Lessore (Colección particular). Esta delicada pieza de porcelana forma parte de la colección elaborada en la fábrica Etruria, fundada por el ceramista británico Josiah Wedgwood en 1759, en Borlem Staffordshire, y cuyos objetos alcanzaron fama internacional.
Se intentará, de todos modos,
poner desde ahora en claro un hecho: así como hasta fines del siglo XIX, el
sector de las" artes decorativas y aplicadas" quedaba en cierto
sentido en segundo plano respecto al de las "grandes artes" (pintura,
escultura, arquitectura), por el contrario -a partir de fines del siglo XIX y
más aún desde la segunda posguerra-, el sector del diseño industrial ha ido
adquiriendo un papel cada vez más relevante. En cierto sentido, después del advenimiento
de la máquina, el arte de este tiempo es el que cada vez más deriva su razón de
ser de la máquina. ¿Cuándo se puede, en definitiva, situar el origen del diseño
industrial? Por supuesto sólo con el advenimiento de los medios de producción
mecánica. También es cierto que por parte de muchos estudiosos se ha tratado de
asimilar el objeto industrial al de la artesanía, tanto respecto a su función
como respecto a su apariencia externa y a los materiales usados en ambos casos.
No obstante, dicha opinión debe ser considerada totalmente errónea. Los autores
que defienden esta posición hacen notar que entre un vaso de vidrio de la época
romana y uno estampado actual existen profundas analogías, capaces de
justificar la inclusión de los objetos de la antigua artesanía en la misma
categoría que los objetos modernos del design.
Sin embargo, la analogía entre esos objetos de artesanía y los industriales es
muy limita da y no debe inducir a error: si bien una finalidad práctica
constituye la base de ambos, lo que cuenta es el hecho de que el objeto
industrial está construido por medio de una intervención exclusivamente
mecánica y no manual, mientras que el de artesanía siempre está realizado
-cuando menos parcialmente- a mano. Por consiguiente, en cuanto la intervención
mecánica entra en juego, es obvio que la forma del objeto deberá responder a
requisitos de elaboración muy distintos e incluso opuestos.
Hay que ver ante todo cuáles son
las principales características que constituyen la base del diseño industrial y
que forman sus aspectos esenciales e impiden su identificación con la artesanía
y con las demás formas de arte "puro". La diferencia sustancial entre
el objeto de artesanía y el industrial consiste en el hecho de que el primero
requiere siempre un "toque manual", que se le añade a posteriori, mientras que el segundo no
lo necesita. Una vez creado el modelo-cabeza de serie (y realizado el molde que
suele servir para la producción en serie de cada objeto, o por lo menos el de
la carrocería de los objetos dotados de un mecanismo interno), la labor del
diseñador ha terminado. De aquí se deriva el hecho de que el aspecto ideativo,
creador, estético del objeto de diseño industrial se realiza antes de su ejecución, mientras que en
el caso del objeto de artesanía esto ocurre cuando la ejecución está casi
ultimada. Si ésta es una de las diferencias sustanciales entre los dos sistemas
de elaboración e ideación, otra de las normas más importantes a la que está
sujeto el producto industrial es su serialidad:
es decir, la necesidad de ser realizado en un número suficiente de ejemplares
como para permitir la venta a precios competitivos y la identidad entre todos y
cada uno de los ejemplares.
⇨ Reloj Dominó de Charles Rennie Mackintosh (Museo y Galería de Arte Kelvingrove, Glasgow). Creada en 1917 por este arquitecto y diseñador escocés, esta pieza está elaborada en madera lacada con incrustaciones de marfil y plástico. Representante del movimiento modernista a la escocesa, la obra de Mackintosh, muy influida por el arte japonés, es inubicable y, por su peculiaridad, no se la puede comparar con la de otros artistas del estilo art nouveau.
El carácter iterativo -es decir, la producción en serie- constituye, pues, la
base misma del objeto industrial. En el tipo de producción industrial, la
identidad de todos y cada uno de los elementos es esencial, y el margen de
tolerancia en la disparidad entre los ejemplares es mínimo; está pues
totalmente ausente la adición de todo toque manual. Una vez aceptado el hecho
de que la serialidad y la iteración son básicas para la existencia del diseño
industrial, habrá que considerar otro elemento fundamental: el carácter
estético del producto. A pesar de que muy a menudo en algunas escuelas de design (por ejemplo, en la Hochschule für Gestaltung de Ulm, que
dejó de funcionar en 1968) se tiende a negar toda importancia al elemento
estético, es un hecho que el aspecto "agradable", la armonía y la
euritmia son el fundamento de la aceptación del producto, hasta el punto de que
un porcentaje notable de su aspecto físico debe ser destinado a la satisfacción
del gusto estético del público. En otras palabras; el porcentaje d
e"funcionalidad" -es decir, de adecuación de la "forma"
(del objeto) a los requisitos de la "función" del mismo, que antaño
era considerada fundamental, es más, el único requisito válido-, hoy se ha
demostrado insuficiente. Para que un producto sea considerado satisfactorio, es
preciso que -junto con los requisitos indispensables de la funcionalidad, de la
economía del precio, de la serialidad, de la iteración, etc.- presente asimismo
esos requisitos de "agradabilidad" formal que le hagan competitivo en
el mercado respecto a otros productos.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.