Los artistas españoles
posibilitan, a partir de la presencia y rápida difusión de tendencias, grupos y
artistas internacionales, desde 1985, la existencia de una escultura de gran
relevancia.
El mundo objetual influye
poderosamente en la obra de Pep Duran Esteva. Las referencias ambiguas de sus
armarios, maletas, pedazos de madera o collages
de corbatas y zapatos, ofrecen potentes sugerencias poéticas a medio camino
entre la ironía y la
ternura. En cambio, las piezas escultóricas de Caries Pazos
fijan las coordenadas de una narración autobiográfica vestida de kitsch y
erotismo que enjuicia la misma realidad del artista. Los objetos, recuperados
del desperdicio, de Pere Noguera presentan con frecuencia una epidermis de
barro que les uniformiza en sus cualidades táctiles. Por otro lado, la obra de
Eugenio Cano se debate entre el orden y el desorden de los objetos que analiza
y utiliza cargándolos de contenido para después perturbarlos y contaminarlos en
su nueva presencia, con el fin de emular el caos inherente a la propia cultura
urbana. Las esculturas de Carmen Navarrete, Natividad Navalón, Ricardo Calero,
Víctor Blasco o Ricardo Cotanda se apuntan también en esta línea de
experimentación.
Sin olvidar el camino trazado
por, entre otros, Joan Brossa o Antoni Tapies, estos artistas manipulan las
posibilidades lingüísticas de los objetos y de sus fragmentos en pos de una
extensión en el ámbito de la escultura y de la misma experiencia cultural de la
época contemporánea.
La apariencia arqueológica y
etnográfica recrea las primitivas construcciones de Andy Goldsworthy, Chris
Drury, Robert Stackhouse y las miniaturas de Charles Simonds, las huellas
fosilizadas de Veronica Ryan, las ruinas de Anne y Patrick Poirier o los toscos
mecanismos de Brian lllsley.
La obra de arte como ejercicio
voluntario o no voluntario de la memoria individual y colectiva materializa a
través de formas metafóricas y materiales alegóricos arranca de la retórica
filosófica, espiritual, animista o ideológica de los escultores españoles
adscritos a esta indefinida tendencia. Destaca la obra, de trayectoria
internacional, de Susana Solano, piezas de metal convertidas en contenedores y,
a la vez, contenidos en sus propias reflexiones. Esta escultora maneja las
formas y los volúmenes, los espacios interiores y exteriores, sus fronteras y
materiales, con una libertad y dominio intuitivo, convirtiendo la forma en tema
y el tema en forma. Las esculturas de Ferran Cartes son el resultado de una
evolución que empieza con sus trabajos en yeso pintado, de principios de la
década de 1970, muy expresionistas en la. forma y lúdicos en el contenido y
culminan, a partir de 2000, en sus exposiciones monográficas Piedras de agua, Esculturas de río y Torsiones.
Las piezas escenográficas de Juan Muñoz, mezclando materiales y referencias,
consiguen transcribir sus propias dudas sobre el sentido de la vida. Jaume Piensa ,
en cambio, prefiere la dureza impenetrable del metal para sugerir potentes
formas orgánicas. Los materiales parecen poseer, para el escultor Gabriel, una
potencialidad expresiva capaz de imantar todos los mitos: acero, caucho, piel
de reptil, etc., dialogan ante el cúmulo de connotaciones. La reflexión sobre
la historia del hombre y su condición de filósofo y poeta, la arbitrariedad
entre naturaleza y artificio, conducen el variado repertorio artístico de
Perejaume, pinturas, instalaciones en espacios naturales, objetos replicantes,
que incrementan su artificio para buscar cobijo en el paisaje intelectual del
romanticismo. En cambio, la obra de escultor realizada por Jordi Colomer
fluctúa entre límites diferentes de la pintura y la escultura buscando la
recreación estética en esta misma ambigüedad. Miquel Navarro organiza a ras de
suelo extensas ciudades de piezas geométricas, incorporando el entorno al
contexto de la misma creación, mientras que Ángeles Marco persigue
interpretaciones metafóricas, casi utópicas de las estructuras y de los
elementos formales.
El aire kitsch de los materiales
utilizados por Ramon Perramon, el existencialismo monocromático de las piezas
de Jordi Canudas, la aportación matérica y amorfa de Joan Rom, las
construcciones espaciales de gran brevedad y evocación de Fernando Sinaga, las
morfologías blandas realizadas en plastilina de Aureli Ruiz, los submarinos y
máquinas voladoras de piel erosionada de Riera i Aragó, las formas emblemáticas
de Evaristo Belloti, la blanca transparencia. de las piezas de pared de Emilio
Martínez, el juego visual de las obras de Pepe Espaliú, la mirada poética, en
la línea más "povera", de Manuel Saiz y Adolfo Schlosser,la
brutalidad de los materiales empleados por Cristina Iglesias, entre otros
muchos que podríamos citar, son los nombres y las actitudes que se convierten
en forma escultórica en el panorama más actual de la joven escultura española.
La revisión y persistencia del
medio figurativo de la escultura antropomórfica, adopta igualmente vías
variadas de interpretación. El nuevo expresionismo alemán concibe, a través de
los trabajos volumétricos de Georg Baselitz y Rainer Fetting, toscas piezas
talladas en madera o fundidas en metal, su escenario más patético. También de
dicción expresionista, las figuras de madera de Francisco Leiro y las piezas de
granito de Manuel Paz ponen de relieve este lenguaje entre los escultores
españoles.
Los fragmentos del cuerpo humano
de proporción ·monumental de Igor Mitoraj, las esperpénticas criaturas
concebidas por John Davies, los inquietantes espectros de Nancy Grossman y
Mandy Havers, los personajes cómicos de Rober.t Arnegon, los estilizados y
hieráticos desnudos de Robert Graham y las estatuas absurdas de retórica kitsch
de Jeff Koons ejemplifican el interés por la representación figurativa de la
nueva escultura internacional.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.