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Retrato ecuestre de Carlos V

El Retrato ecuestre de Carlos V, ejecutado por Tiziano en 1548, por encargo de la Reina María de Hungría, hermana del emperador, es uno de los más célebres de la historia y el único retrato a caballo pintado por el artista.

El emperador escogió a su pintor favorito para que perpetuara con su arte el gran triunfo conseguido sobre los protestantes. Tiziano, con la negación de venir a España, pintó al monarca en Augsburgo, en conmemoración de su victoria sobre la Liga de Smalkalda, acaecida en Mühlberg, el 24 de abril de 1547.

Precisamente, el pintor veneciano lo retrata momentos antes de la victoria, cuando Carlos V detiene su caballo frente al río Elba, tras el cual los protestantes se han hecho fuertes. Después de un momento de reflexión, reflejado en e rostro envejecido del monarca, éste decide atravesar el río y vencer.

Situado en medio de un vasto paisaje, el anciano monarca, montado en su caballo negro, lleva una armadura guarnecida de oro y con una banda roja con franjas doradas, los colores de la casa de Borgoña. En el peto aparece una imagen de la Virgen con el Niño, muy habitual en las armaduras de los emperadores desde 1531. La armadura es una valiosísima pieza labrada en oro y plata que se conserva actualmente en la Real Armería de Madrid.

La vivacidad de los colores del metal de la coraza, junto con la manta del caballo y el penacho que remata el casco del emperador, contrastan con la palidez y la cierta melancolía del rostro del protagonista.


Carlos V aparece sereno con la lanza tendida hacia delante con la que crea una diagonal, y con la que indica su necesidad de avanzar. La lanza adquiere en este retrato un doble significado. Por un lado, hace alusión a Longinos y por otro al arma de San Jorge, caballero cristiano por excelencia. En cambio, también es símbolo del poder del emperador como general victorioso. Las connotaciones políticas y religiosas se entrelazan, aunque la primera es significativamente impactante. Carlos I de España y V de Alemania utilizó el arte como propaganda política, ningún otro monarca lo había hecho antes con tanto ímpetu.

Este tipo de representaciones venía de una larga tradición dentro de la iconografía imperial clásica. Tiziano presentó al emperador en un magnífico retrato ecuestre imitando a los grandes emperadores romanos. Cabe mencionar el retrato de Marco Aurelio y, más reciente en el tiempo, el de condottiero Colleoni de Andrea de Verrocchio.

El artista veneciano consiguió una de las mejores realizaciones y uno de los espléndidos retratos a caballo de la Historia del Arte. Él fue el responsable de fundar una iconografía dentro del género pictórico del retrato que alcanzaría su plenitud en el Barroco, con artistas como Rubens y Velázquez.

A pesar de que el cuadro sufrió el incendio del Alcázar de Madrid en 1734, por fortuna pudo restaurarse, pasando en el siglo XIX, con el resto de la colección real española, al Museo del Prado. Es en esta institución donde sigue albergado este óleo sobre lienzo, de 332 x 279 cm de altura.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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