Punto al Arte: La pintura de género

La pintura de género

El más célebre cultivador de la pintura de género sobre asuntos moralizadores fue J.-B. Greuze (17251805), de quien Diderot elogió su morale en peinture, en cotejo con la frivolidad reinante, en ocasión de exponerse su célebre cuadro I’Accordée de Village. Su técnica pictórica era excelente y se deleitaba en dar a sus escenas el dramatismo propio del teatro larmoyant, que el mismo Diderot cultivó. Marchó a Roma en 1775 e ingresó en la Academia; mas en su vida privada fue muy desafortunado: al regresar de Italia contrajo matrimonio en París con una librera de algo más edad que él, cuya vida disoluta obligó al pintor a pedir la separación legal. Algunas de sus obras de una sola figura, La Lechera, El cántaro roto, son excelentes, dentro de su estilo algo dulzón.

Autorretrato de Elisabeth Vigée-Lebrun (Musée du Louvre, París). Discípula de Jean-Baptiste Greuze y una gran artista, especialmente dotada para la pintura de la infancia y la feminidad. Su Autorretrato con su hija (1789), inspirado, en parte, en los maestros ingleses de la época, demuestra que la dulce ternura que aprendió de Greuze no se desvía por los morbosos caminos de su maestro. 

Cierra el siglo, ya lindando con la pintura neoclásica, el arte sentimental, rousseauniano, de madame ElisabethVigée-Le Brun (1755-1842), cuyo autorretrato del Louvre (con su hija) es celebérrimo. Artista de fino talento femenino, fue pintora de la corte de Luis XVI, y ejecutó no menos de veinte retratos de la reina María Antonieta, lo que no es poca cantidad. En 1789 emigró, pasando a Italia y después a Viena y a San Petersburgo, y no regresó a Francia hasta 1802.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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