La obra más importante de La Paz,
la capital de Bolivia es la iglesia de
San Francisco, comenzada a mediados del siglo XVIII en reemplazo de una
antigua iglesia del siglo XVI, pues los primeros intentos de alzar un templo se
remontan a 1549.
Se desconoce el arquitecto de tal
monumento que merece ocupar indudablemente un lugar destacado dentro de la
arquitectura religiosa del XVIII, y sólo se sabe que el actual edificio se
comenzó en 1744 gracias a los aportes de Diego Baena, un minero descubridor de
un valioso yacimiento en el río Orco, que fue en realidad el gran impulsador
para la realización y finalización del edificio.
Tanto la iglesia como el convento
fueron construidos con piedra labrada, cubriéndose la cúpula y cruceros en el
año 1753. En 1772 se habían cerrado todas las naves consagrándose el conjunto
en 1784, aunque la fachada se concluyó más tarde, al igual que la torre, que
fue agregada posteriormente a finales del siglo XIX, en 1885.
El interior presenta una planta
de tres naves con ábside rectangular, cubierta con bóveda de cañón la central,
y con cúpulas las laterales. La cúpula del crucero, con cuatro ventanas, exhibe
una delicada decoración que se enriquece especialmente en las pechinas. La
austera desnudez de sus muros interiores contrasta con las obras artísticas que
alberga, notables retablos, que se convierten prácticamente en la única
decoración de la iglesia, aunque el rico trabajo esculpido de su entrada
principal es digno de elogio y admiración.
La portalada central, construida
hacia 1790, destaca por su extensa decoración, que casi no deja ningún resquicio
vacío, es como un horror vacui, tan
característico de las obras del momento. Se le ha clasificado como ejemplo de
fachada-retablo, aunque si bien presenta una amplia ornamentación con capillas
para colocar las esculturas que refuerzan la idea de retablo, no se le puede
clasificar como tal, a pesar de que se aproxima a tal genero por predominar el
sentido arquitectónico de los retablos de cuerpos y calles.
De todos modos, se puede decir
que se divide en dos cuerpos y tres calles. Y la corona un pequeño remate
también espléndidamente labrado. Un arco trilobulado da el acceso al interior
del recinto. El dintel del arco, por su parte, reitera el esquema expresivo de
San Francisco de Potosí y el de la iglesia de Santo Domingo de La Paz.
Se sitúan dos hornacinas en el
cuerpo bajo, destinando la central, en la parte superior, a la imagen del santo
titular. La decoran ocho grandes columnas salomónicas distribuidas por igual en
el arte alta y baja. Las inferiores descansan sobre cabezas monstruosas, que
parecen la imagen de un sátiro. Estas figuras representan el submundo de lo
monstruoso y del mal. En las enjutas hay cabezas de delfines y en la parte alta
sirenas enlazadas por la cintura. En cambio, las portadas laterales presentan
rostros de indios, con la cabeza tocada con vincha y plumas.
La portada de esta inmensa mole
es precisamente aquellas que integran los repertorios decorativos americanos y
que por ello ha sido considerada dentro del “estilo mestizo”. De hecho, la
iglesia de San Francisco de La Paz refleja toda una modalidad típica de la
región en la segunda mitad del siglo XVIII.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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