Las primeras huellas culturales
aparecen en la zona andina, hacia el décimo milenio antes de nuestra era, en la
llamada industria de Chuqui y sus
similares en Oquendo y Zona Roja. Esta industria consiste en artefactos
pequeños de piedra, como buriles y raederas. Ligeramente posterior es el
conjunto lírico conocido con el nombre de Chivateros,
que se caracteriza por un gran número de instrumentos bifaciales tallados a
percusión: cuchillos, raederas y largas puntas, al parecer de lanzas. Es una
cultura orientada hacia la explotación del mundo vegetal, dando alguna
importancia a la caza. Parece contemporánea a esta primera fase de Chivateros la cultura de Vizcachani, yacimiento situado en el
departamento de La Paz, Bolivia. En el norte de Chile, el sitio más antiguo es
el de Gatchi, cerca de San Pedro de
Atacama.
Se encontró en Lauricocha (Perú) una serie de cuevas y
restos Uticos datados entre el octavo y segundo milenio antes de nuestra era.
Esta cultura se debe a un grupo de cazadores provistos de una industria lítica
avanzada relacionada con la cacería de cérvidos y del guanaco. Los restos
líticos se caracterizan principalmente por sus puntas foliáceas con la típica
forma de “hoja de sauce”. Junto con las hojas se encuentran cuchillos
unifaciales y bifaciales, puntas y raspadores. Las puntas suelen presentar
aristas denticuladas.
Los restos del arte rupestre,
también datables de hacia el octavo milenio, están caracterizados por la cueva
de Toquepala, en la serranía de Moquegua (Perú), donde se han representado
escenas de caza con siluetas humanas persiguiendo a manadas de guanacos. Las
figuras nunca sobrepasan los 22 cm de altura y se hallan pintadas en negro,
blanco, rojo y amarillo. La pintura rupestre es relativamente frecuente en Perú
y Bolivia, y se pueden señalar entre las más significativas las pictografías de
Kalakala, en el departamento de
Oruro, Bolivia.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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