Los muchos terremotos que ha
padecido la ciudad de Lima a lo largo de la historia han motivado sucesivas
alteraciones en su edificio más emblemático: la Catedral, cuya construcción inicial se remonta a 1535, cuando por
orden de Francisco Pizarra se decide erigir la iglesia de la antigua “Ciudad de
los Reyes”, y que es terminada tres años después. El edificio era muy sencillo:
un templo modesto que consistía en una sola nave cubierta por un simple techo
en madera a dos aguas, un coro elevado a los pies de la iglesia y un ábside
abovedado en ladrillo.
Algún tiempo después, en 1564, el
arzobispo Jerónimo de Loayza decidió realizar otra nueva fábrica a semejanza de
la catedral de Sevilla y para ello nombró maestro de obras a Alonso Bertrán.
Así, entre 1569 y 1574 se inicia lo que iba a ser uno de los monumentos de
mayor escala: la nueva catedral se construiría en piedra proveniente de Panamá,
pues la región es una zona desprovista de este material, aunque durante un
cierto tiempo debieron paralizarse los trabajos por falta de fondos, que no
eran precisamente exiguos teniendo en cuanto las dimensiones del templo.
Es entonces cuando el virrey del
Perú, Martín Enríquez de Almanza, convoca, para que se haga cargo de las obras
de la catedral de Lima, al maestro extremeño Francisco Becerra, uno de los
grandes nombres de la arquitectura española en América. Nacido en Trujillo,
Becerra se trasladó a los 32 años a México para hacerse cargo de la iglesia y
el convento de Santo Domingo y, una vez establecido en Quito, fue llamado en
1582 para trabajar en Lima. La muerte de su protector al año siguiente no
cambió para nada su posición y poco más tarde, en 1584, la Audiencia lo nombró
maestro, no solamente de la catedral, sino también de las obras del palacio de
los virreyes y de la fortaleza del Callao.
Las obras se prolongaron una vez
más. Hubo que demoler lo ya existente y volver a empezar. Sólo la llegada de
otro gobernador, Luis de Velasco, en 1596, dio un impulso definitivo a la
construcción, que comenzaría en 1598 y que podría inaugurarse, al menos
parcialmente, en 1604. Un año más tarde,
Becerra moría en Lima, pero los
trabajos continuaron y el tan deseado edificio se estrenó definitivamente en
1622, consagrándose en 1625. Sin embargo, todavía no se había iniciado la
fachada que sería proyectada primero por Juan Martínez de Arrona, siendo
acabada por Pedro de Noguera, natural de Barcelona, el verdadero introductor
del barroco en el Perú.
Becerra concibió nuevos trazados
inspirándose en la catedral de Jaén, pero de proporciones más reducidas. De
este modo, mantuvo una planta rectangular con ábside cuadrangular dividido en
tres naves de la misma altura con filas de capilla laterales a ambos lados.
A pesar de sus sucesivas
remodelaciones, el 28 de octubre de 1746 un terremoto provocó enormes destrozos
en el templo que obligaron a iniciar una tercera reconstrucción que finalizaría
en 1778, fecha en fue reinaugurada por el arzobispo Diego Antonio de Parada.
Entre los años 1794 y 1798 fueron construidas las dos torres actuales diseñadas
por Luis de Lorenzana. Aunque las obras no acabarían ahí, ya que en 1940 otro
devastador terremoto impondría una nueva y última remodelación por parte del
arquitecto Emilio Harth-Terré.
Con todo, la catedral de Lima es, a pesar de sus múltiples transformaciones, una
verdadera muestra de arte colonial.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.