Fachada de la catedral de Antigua, iniciada en 1669,
sorprende por la pureza de su estilo español y por
la simplicidad de sus lisas columnas sobre zócalos de
los que todo énfasis ha desaparecido.
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El centro artístico por
excelencia del barroco latinoamericano fue Santiago de los Caballeros de
Guatemala, hoy Antigua o Antigua Guatemala, situada a sólo 42 km de la actual
capital guatemalteca. Esta ciudad, que en la actualidad está incluida en la
lista de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, fue por entonces capital de
una audiencia que abarcaba algunas provincias del sur de México y los actuales
Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Honduras y El Salvador.
Las sucesivas reconstrucciones de
la antigua capital centroamericana, debidas a los repetidos terremotos que
asolaron la ciudad, dejaron en sus calles el ejemplo de varios estilos como el
plateresco, el herreriano y el manierista, pero sobre todo del barroco,
trabajado fundamentalmente por el arquitecto Diego de Porres. Este arquitecto
fue el encargado de reconstruir los edificios dañados por el terremoto de 1717
y de proyectar y construir nuevas obras, entre las que destacan los edificios
del convento de Santa Clara, la Escuela de Cristo, la Fuente de las Sirenas y
la iglesia y el convento de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza Capuchinas, en
cuya fachada se nota la sobriedad propia del estilo herreriano.
Tras la muerte de Diego de Porres
y con los terremotos de 1751, se inició el período final del barroco en esta
ciudad, que produjo todavía algunas interesantes manifestaciones en la nueva
capital de Guatemala, llamada Nueva Guatemala de la Asunción, establecida en
1776. La ermita de San José y Capuchinas, así como el uso de plantas y
elementos tradicionales en las viviendas, son muestras en la capital
guatemalteca de la nostalgia por el estilo predominante en Antigua.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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