La admiración por la antigüedad
grecorromana fue un rasgo común entre artistas, eruditos, marchantes,
cortesanos y coleccionistas del Renacimiento. Sandro Botticelli revolucionó su
época con Nacimiento de Venus (La nascita di Venere) por ser el primer cuadro
renacentista a gran escala de tema exclusivamente mitológico. Son dos las versiones mitológicas
más difundidas acerca del nacimiento de Venus. En una es considerada hija de
Zeus y Dione, y representa el amor carnal o vulgar. La otra versión dice que
Urano (el cielo) y Gea (la tierra) se unieron para concebir a los primeros
humanos (los titanes), pero Crono (el tiempo), uno de sus hijos, castró a su
padre con una hoz y arrojó sus testículos al mar: de la espuma surgida nació la
diosa. Es ésta la Venus Púdica, o del amor puro, en la que evidentemente
Botticelli se ha inspirado; sólo basta para constatarlo observar su postura,
cubriéndose con las manos el cuerpo.
En la composición de Botticelli
la diosa aparece en el centro, flanqueada a la izquierda por Céfiro, viento del
Oeste e hijo de la Aurora, y su compañera Cloris, señora perpetua de las
flores. Ambos acercan a Venus hacia la orilla con sus alientos mientras vuelan
entre rosas y abrazados. Según la mitología clásica, la rosa, flor sagrada de
Venus, fue creada a la vez que la diosa, su belleza y fragancia es el símbolo
del amor y sus espinas simbolizan el dolor que éste puede acarrear.
En la orilla, una de las cuatro
Horas espera a Venus. Las Horas eran espíritus que encarnaban a las estaciones:
la anémona azul que florece a los pies de ésta, da a entender que es la Hora de
la primavera, estación del renacer. Las gráciles figuras parecen encontrarse en
un estado etéreo, suspendidas sobre un fondo plano. La diagonal formada por los
Céfiros, la verticalidad fluctuante de Venus y la tensión en sentido opuesto de
la Hora, aportan la sensación de movimiento y el ritmo a la composición.
De las ramas de los naranjos que
se encuentran a la derecha, cuelgan frutos blancos con puntas doradas. También sus hojas tienen espinas
doradas, e incluso sus troncos se rematan de oro; de modo que todo el naranjal
parece imbuido de la divina presencia de Venus. En el extremo diagonal opuesto,
la parte inferior izquierda de la composición, un pequeño grupo de juncos
marinos, largos y esbeltos, remedan asimismo la pose y el dorado cabello de la
diosa.
Los colores de la pintura en
general son tan discretos y recatados como la imagen de Venus, contrastando los
fríos verdes y azules con las cálidas zonas rosáceas con detalles dorados.
En la representación del mar, que
constituye la mayor parte del fondo, el pintor florentino no ha pretendido
imitar las olas, sino que se ha valido de él para inventar un motivo. Las
estilizadas formas en V se empequeñecen en la distancia y se transforman al pie
de la concha.
Es importante destacar los
precisos perfiles, característicos de la obra de Botticelli, llenos de energía
y tensión, y los largos y meticulosamente cuidados pies y manos de sus
personajes.
El Nacimiento de Venus es un gran
temple sobre lienzo que data de aproximadamente 1478, mide 172,5 x 278,5 cm y
se encuentra en la Gallería degli Uffizi, en Florencia.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.