En Venecia, la gran escuela
iniciada por Giorgione
y Tiziano
es continuada por Veronese y Jacopo Robusti, más conocido como Tintoretto, autor de grandes retratos, de
alegorías mitológicas, pero principalmente de temas religiosos. En sus obras se
aleja completamente del arte clásico para devenir un artista con clara identidad,
al dotar a sus escenas de composiciones complejas y abigarradas.
En su Moisés hace manar agua de la roca (Mosé che fa sea turire l’acqua) encontramos su mayor énfasis
narrativo. La pintura aparece cargada de un acentuado componente expresivo y un
elevado dinamismo, que acerca o antecede al gusto del barroco. Tintoretto se
inició en el estudio de Tiziano y seguramente allí aprendió su pintoresca
técnica.
En este espacio, casi como un horror vacui, las figuras se agitan,
abalanzándose y retrocediendo en posturas que vienen determinadas, no tanto por
la acción que se supone deben representar, sino por la voluntad del propio
artista que las maneja a su antojo.
Su afición por los bruscos y a
menudos irracionales efectos de perspectiva, los violentos escorzos y las
gesticulantes figuras en un agotador movimiento muscular, revelan quizás la
pretensión del artista en combinar el colorido de Tiziano con el dibujo de Miguel
Ángel.
En general, las obras de
Tintoretto manifiestan perspectivas forzadas, al mismo tiempo que
espectaculares. Los paisajes se elevan, los escenarios arquitectónicos se
hunden verticalmente. Incluso en algunas estructuras se alzan oblicuamente sobre
el espectador, induciéndolo hacia el interior de la escena.
El tratamiento que da a la luz,
un claroscuro complejo y lleno de contrastes, es otra de las características
atribuidas a su lenguaje pictórico. Hay que señalar que Tintoretto creció en el
ambiente de devoción de la Contrarreforma y, por tanto, sus pinturas religiosas
tienen la fuerza emocional de una revelación.
Sus obras se adecuaron como pocas
en su tiempo a las nuevas exigencias de la imagen religiosa. La luz, lejos de
ser un estimulante cromático de sensualidad, se traduce en una referencia de
contrastes y efectos dramáticos. Su pintura se orienta a conmover más que a
agradar.
Partiendo, pues, de una
interpretación libre, Tintoretto crea una manera de presentar su universo
figurativo en el que se unen las formas distorsionadas de sus figuras con el
clasicismo arquitectónico palladiano. Este planteamiento puede observarse
claramente en su Última Cena,
conservada en el presbiterio de la iglesia de San Marcuola en Venecia.
Moisés hace manar agua de la roca se conserva en Städelsches
Kunstinstitut de Francfort y su ejecución puede datarse hacia 1555-1560.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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