Punto al Arte: Los desposorios de los Arnolfini

Los desposorios de los Arnolfini


Esta obra de Jan Van Eyck es una evidencia de la revolución que experimentaba el arte flamenco de forma paralela a las innovaciones italianas. Se trata de un retrato doble cargado de gran simbolismo que actúa como testigo de ceremonia, ilustración de una clase social y compendio de las obligaciones que entrañaba la institución matrimonial en el siglo XV.

El personaje masculino que protagoniza la composición es el rico comerciante italiano Giovanni de Arrigo Arnolfini, residente en Brujas hacia 1421. Arnolfini desempeñó cargos importantes en la corte de Felipe el Bueno, duque de Borgoña, a cuyo Estado pertenecían los Países Bajos, llegando a ser gobernador de finanzas de Normandía, con lo cual amasó una gran fortuna. En la obra se encuentra ataviado de forma austera, de acuerdo a los usos de la corte. La protagonista femenina es Giovanna Cenami, procedente de una acaudalada familia italiana. Se trataba de un matrimonio concertado que no resultó satisfactorio, puesto que no engendraron descendencia y años después Arnolfini fue solicitado en los tribunales por una amante despechada que reclamaba compensación.

Cada elemento que compone el cuadro alude a la riqueza de la joven pareja: el elegante vestido verde de la novia -el color de la fertilidad- es propio de un retrato de sociedad y un cuadro de boda y la lujosa alfombra de Anatolia que se extiende junto a la cama, son señales de la fortuna de los desposados, del mismo modo que el resto del mobiliario.

La cama es un símbolo de realeza y nobleza, donde la continuidad del linaje es fundamental, y representa el lugar donde se nace y se muere. En el cabezal se encuentra tallada la figura de una mujer con un dragón a los pies: puede tratarse de Santa Margarita, patraña de los alumbramientos o, por la escobilla que hay al lado, Santa Marta, patraña del hogar; ya que ambas comparten el atributo del dragón. La ropa de cama es de color rojo, que simboliza la pasión.


En el candelera que pende en el centro superior de la pintura hay sólo una vela encendida, símbolo del ojo de Dios, que todo lo ve. Debajo, inscrita en la pared de fondo, la firma en caracteres góticos del artista, que informa “Jan van Eyck estuvo aquí”, y la fecha: 1434. En torno al espejo convexo, donde el pintor se ha representado a sí mismo convirtiéndose en testigo del enlace, se ofrecen diez de las catorce estaciones que componen el vía crucis.



A su lado cuelga un rosario de cristal, un presente habitual ofrecido por el novio, un signo de pureza que a la vez sugiere la virtud de la esposa. Las naranjas que se hallan destacadas por la luz de la ventana, debieron ser importadas del sur de Europa y son otro símbolo de riqueza. En aquella época se creía que pisar el piso descalzo favorecía la fecundidad y los zapatos en el suelo dan cuenta de la celebración de una ceremonia religiosa: los rojos, de Giovanna, se encuentran cerca del lecho y los de su esposo, más próximos al mundo exterior. El perro, que dirige su mirada fuera del cuadro, representa la fidelidad y el amor terrenal.

Van Eyck perfeccionó la pintura al óleo con gradaciones de tono y color que crean la ilusión de luz natural. Este estupendo óleo sobre roble mide 82 x 60 cm. y se encuentra en el National Gallery, Londres.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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