Piero Della Francesca disfrutó en
vida de una gran reputación y trabajó para los más importantes mecenas de
Italia, incluido el Papa. La mayor parte de su obra, no obstante, le fue
encargada por Borgo San Sepolcro, su pueblo natal. En ella pasó los últimos
años de su vida, y si bien perdió la vista en este período, algunas versiones
señalan que el motivo por el cual dejó de pintar alrededor de 1470 fue el de
dedicarse a la redacción de dos tratados en latín sobre perspectiva y
geometría.
Aunque se trata de una de sus
primeras obras, El bautismo de Cristo (Battesimo di Cristo), concebido como
retablo de la capilla de San Juan Bautista de su ciudad, acusa el evidente
interés del artista por las matemáticas.
La atmósfera de la pintura está
empapada de una misteriosa serenidad, y logra plasmar toda la austeridad, el
equilibrio y la perfección de un cuerpo geométrico o una ecuación matemática.
La composición se basa en el cuadrado y el círculo. El círculo se forma con el
complemento opuesto del arco de medio punto en el tercio superior de la
composición, y representa el cielo; el cuadrado, en el cual se sumerge la mitad
del círculo, representa la tierra: en el momento del bautismo -uno de los
rituales que definen la fe cristiana-, el espíritu de Dios penetra en el cuerpo
terrenal de su hijo.
La figura de Cristo está ubicada
en el centro del cuadro. La línea central recorre sus manos unidas, el hilo de
agua que cae del cuenco y la paloma, para morir en el ápice del arco que cierra
el panel. A la derecha se encuentra San Juan, El Bautista, que flexionando la
rodilla en su aproximación a Cristo, proporciona una sutil sensación dinámica
al cuadro. La clara tonalidad del cuerpo semidesnudo del personaje que se
prepara para recibir el sacramento, se equilibra con el tono de uno de los
ángeles de la izquierda.
La posición desde la cual los
ángeles observan a Cristo es de total naturalidad y humanismo. Los tres, con
sus peinados, colores y poses diferentes, refuerzan simbólicamente la presencia
de la Santísima Trinidad, un dogma muy discutido en tiempos del artista que
postula la unión de las tres personas divinas -Padre, Hijo y Espíritu Santo- en
un solo Dios.
La paloma representa al Espíritu Santo descendiendo del cielo
sobre la cabeza de Cristo en el momento preciso del bautismo; y las nubes que
flotan en el cielo de fondo adoptan su forma. Las colinas que aparecen más
abajo sirven de contrapunto a la línea formada por las cabezas del primer
plano. Della Francesca ha conseguido crear una ondulación rítmica que recorre
el cuadro valiéndose de estos elementos.
Entre el tronco del árbol y la
cintura de Cristo, el artista ha representado Borgo San Sepulcro, trasladando
deliberadamente a un paisaje toscano el bautismo de Palestina, para acercar de
este modo la leyenda a sus paisanos.
La atención del pintor y su
preocupación por los detalles se hace evidente en el meticuloso cuidado puesto
en las hojas de los árboles, así como en la imagen de las montañas y el
colorido ropaje de los prelados en la media distancia, reflejados en la
superficie del lecho del Jordán.
La obra, un temple al huevo sobre
madera de álamo, mide 167 x 116 cms. fue realizada en 1445 y se conserva en la
National Gallery, Londres.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.