Las iniciativas arquitectónicas
de los primeros pontífices que a comienzos del siglo XV habían retornado de Aviñón
a Roma, con su Corte, tuvieron por campo de acción el grupo de edificios del
Vaticano. El palacio de Letrán, que había sido residencia de los pontífices
antes de dirigirse a Aviñón, quedaba ahora retirado, en la parte más abandonada
de la ciudad. En cambio, el Vaticano, en la margen derecha del Tíber, tenía por
vecino el núcleo de población del Trastévere, barrio siempre populoso. Por esto
se instaló allí la Corte, y empezaron las reformas en tiempo de Nicolás V, de
Pío II y de los dos papas Borja o Borgia.
A la muerte del segundo Papa
valenciano, Alejandro VI, un cardenal de espíritu belicoso, Giuliano della
Rovere, fue elegido pontífice, precisamente al comenzar el siglo XVI, en el año
1503. Tomó el nombre de Julio II y su pontificado duró diez años, tiempo
suficiente para que un hombre de su carácter realizara proyectos grandiosos. Su
sucesor, León X, era hijo segundo de Lorenzo el Magnífico. Cardenal desde los
catorce años, era, por nacimiento y educación, de gustos muy refinados. Julio
II y León X señalan en la historia del arte la traslación del espíritu del
Renacimiento desde Florencia a Roma.
Sus nombres van unidos a los de Bramante, Rafael, Miguel
Ángel y tantos otros que, llegados desde lejos, trabajaron principalmente
para Roma. Ambos papas eran de ilustre familia y disponían de los medios
ilimitados de la Curia romana, no sólo por los diezmos de las iglesias, sino
también por la venta de privilegios y dignidades, que el propio emperador
Carlos V ya señalaba a su hijo Felipe II como envidiable sistema de ingresos
que tenían los pontífices.
Baptisterio de la Iglesia de Santa Maria delle Grazie de Bramante, en Milán. Obra realizada hacia 1492, antes de trasladarse a Roma.
Santa Maria delle Grazie de Bramante, en Milán. A su llegada a la ciudad Bramante recibió el encargo de Ludovico Sforza de continuar esta iglesia. Solari había fallecido dejando completa la fachada y parte de las naves. Bramante tomó a su cargo unificar los estilos y diseñó una cúpula con un alto tambor, menos impresionante exteriormente que la soberbia unidad espacial que ofrece en su interior, tamizado por la luz que incide con regularidad simétrica a través de aberturas de gran rigor geométrico.
Claustro de la Iglesia de Santa María de la Paz de Bramante, en Roma. Iniciado para el cardenal Carafa en el verano de 1500, Bramante marcó claramente en él la diferencia entre el pórtico romano de la parte baja (con pequeñas columnas adosadas a las recias pilastras) y la galería superior con elegantes intercolumnios.
Cúpula de Santa Maria delle Grazie de Bramante, en Milán. Para aunar estilos Bramante construyó la cúpula sobre un cubo que coronaba la base de Solari, el arquitecto que inició la obra.
El dinero no fue nunca una
dificultad para los papas del Renacimiento. Acaso por primera vez, después de
las grandes monarquías orientales, había en la Tierra un poder que no tenía que
contar lo que gastaba. Así como las corporaciones y ciudades que erigieron las
catedrales de la Edad Media hubieron de suspenderlas muchas veces por falta de
recursos, los papas no tuvieron que experimentar esa preocupación. La grandiosa
nueva iglesia de San Pedro consume los ingresos de no pocos años, pero nunca
faltan recursos para seguir completando su gigantesco plan.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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