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La escultura, entre el idealismo y el naturalismo

A continuación se tratará de la escultura, aunque se ha tenido que anticipar algo de ella al tratar de la decoración de algunos monumentos, como el arco de Tito y la columna Trajana. En el relieve conmemorativo de la dedicación del templo de Venus y Roma, las figuras del primero y segundo términos ofrecen también la ingeniosa combinación de planos que da la perspectiva a las del arco de Tito. Pero en pocos años se nota un gran cambio de estilo. En la columna triunfal dedicada a Marco Aurelio, los relieves del rótulo helicoidal, que representan las campañas del emperador filósofo, son de mucho menos fuerza artística que los relieves de la columna dedicada medio siglo antes a Trajano. Es innegable que en el arte de los relieves conmemorativos comienza a revelarse marcada decadencia. En cambio, en los retratos continúan los escultores haciendo maravillas durante todo el II siglo d.C. Así el retrato de Vespasiano, tan lleno de naturalismo, y que tan bien sugiere la complexión obesa de los Flavios. Por lo general se hacían representar togados, pues su tipo no se prestaba para el tono heroico ni para revestir la coraza imperial del Augusto esbelto de Prima Porta.

Sumisión de un jefe bárbaro, relieve de la columna de Marco Aurelio, en Roma, donde la cabeza de Marco Aurelio fue sustituida por la de Constantino, en cuyo arco de triunfo se aprovechó el relieve; la crueldad y violencia parecen poner de manifiesto, más que el poder del vencedor, la desgracia y triste condición del vencido. Los relieves de la época aureliana hacen aparecer el mundo dolorosamente contradictorio del emperador filósofo; por una parte, la seguridad del Estado; por otra, la piedad hacia el vencido. 

⇦ Retrato de Trajano (Musée du Louvre, París). Refleja una evidente capacidad de penetración psicológica por parte de su autor, que no sólo ha sabido transmitir la fuerza, la mesura y el equilibrio interior del gran emperador de origen hispano (nació en Itálica, junto a Sevilla), sino que además parece demostrar una gran veracidad en la descripción de su fisonomía. Se trata, al fin y al cabo, de otra manifestación del espíritu narrativo que caracteriza algunas de las grandes obras llevadas a cabo bajo su mandato, como los relieves de su célebre columna. 



Una excelente estatua de Nerva, sentado, se conserva en el Vaticano; repite el tipo del monarca sentado con gesto olímpico. De Trajano y Adriano se conservan más retratos que de ningún otro emperador, a excepción de Augusto. Es el período de mayor prestigio del Estado romano; las provincias, rebosando prosperidad merced a los beneficios de una administración paternal, reclaman para honrarla una imagen del emperador, grande o pequeña. De Antonino se tienen pocos retratos, pero los existentes manifiestan aquella serenidad patriarcal que tanto ensalza Marco Aurelio en sus Soliloquios. En cambio, del propio Marco Aurelio, que hacía alarde de no desear gloria personal, se conserva en Roma la única estatua imperial a caballo que conocieron los artistas del Renacimiento y ha servido de canon o de tipo a todas las modernas estatuas ecuestres.

⇦ Antinoo (Museo de Nápoles). Joven bitinio por quien sintió Adriano morbosa pasión, que se ahogó en el Nilo el año 130. El emperador no se repuso de su pérdida. Fundó una ciudad en el mismo lugar en que su favorito pereciera y quiso honrarle como ser semidivino; pero su culto, asimilado con el de Dionisos y Ganimedes, fue fugaz. La escultura pone de relieve la opulencia ambigua de sus formas, la turbia y triste belleza del rostro, la sensualidad de sus rasgos orientales, tan extraños a las divinidades griegas de quienes toma la heroica y noble postura. 




De categoría casi imperial puede considerarse a Antinoo, el joven bitinio favorito de Adriano. Este oriental, de rara belleza, tuvo precozmente un fin misterioso, al ahogarse en las aguas del Nilo. Al parecer se trató de un sacrificio, con que contaba procurar la felicidad del emperador. El recuerdo de Antinoo persiguió toda la vida a Adriano, y éste mandó edificar a la memoria de su favorito una ciudad en Egipto y fue elevado a la categoría de semidiós. Los escultores imperiales, para labrar su retrato idealizado, crearon un nuevo tipo artístico, que es el último producto original del arte clásico. Sobre un ancho pecho apolíneo colocaron la cabeza sensual de Antinoo con sus rizos báquicos, formando un contraste de robustez y de sensualidad refinada que constituye una verdadera creación. Antinoo se representó de mil maneras: vestido con manto sacerdotal, de pie o sentado, como un dios, o transfigurado, heroizado con corona de amapolas y guirnalda de rosas.


Pero más que los personajes imperiales, a quienes a menudo se retrata con estilo áulico, enfático y algo idealizados, interesan los retratos de magistrados de menor categoría y aun simples ciudadanos. Los escultores romanos hacen maravillas de caracterización, ya que algunos de los retratos se comprende que debían de ser de extraordinario parecido. A veces, los escultores expresan sentimientos de intimidad que parece moderna. En un grupo funerario del Vaticano, la esposa, con modestia y devoción, apoya una mano en el hombro de su compañero, de más edad que ella, mientras con la otra le estrecha la diestra, haciendo alarde de no querer separarse de él ni aun en el sepulcro. Este retrato doble, que se consideró como expresión de las virtudes tradicionales romanas, se llamó “Catón y Porcia”, los dos esposos modelos de la época republicana, pero por el peinado de la esposa se descubre que es del tiempo de Adriano.


El grupo funerario de Catón y Parcia (Museo Vaticano, Roma), obra en extremo sugestiva por el intimismo de la postura y la noble, afectuosa dignidad con que la joven esposa se despide de su viejo marido.


 Dama de la Permanente (Museo Capitalino, Roma). El peinado es sumamente útil para fechar los retratos de los ciudadanos anónimos, más interesantes a veces que los retratos áulicos de los soberanos. Esta dama, erróneamente identificada como Julia, hija de Tito, es de época de Domiciano, puesto que los crinales estuvieron de moda a principios del siglo II.  




En los retratos femeninos la moda del peinado sirve enormemente para fijar su cronología. Es indudable que entonces como ahora había damas que se resistían a cambiar la manera de peinarse; en efecto, se tienen grupos de personas de diferentes edades en que las de una generación van peinadas a la antigua y las jóvenes a la última moda. Mas para personas de representación social el peinado al gusto de la época era una obligación que les imponía el cargo. Además es casi seguro que las modas se originaban en el Palatino, y las lanzaba la emperatriz. En tiempos de los Césares perduró la manera de peinarse de Livia, la esposa de Augusto. Por tanto, se identificarán como retratos del tiempo de Tito o de los primeros años de Domiciano los que aparezcan peinados formando los cabellos como una toca sobre la cabeza. El alborotarse la mata de cabellos formando rizos es ya posterior a la época de los Flavios.

El admirable retrato de la vestal Máxima, encontrado en la casa de las vestales del Foro romano, acaso sea de la época de Trajano, porque lleva el cabello recogido y trenzado que usó siempre Plotina.

⇦ Vestal Máxima (Museo de las Termas, Roma), con los ropajes y el recogido del cabello típicos de la segunda centuria y, presumiblemente, de la época de Trajano.



Pronto cambió por completo la moda; en los reinados de Antonino y Marco Aurelio se adoptó el tocado con el pelo partido y ondulado que llevaron las dos Faustinas. Este ya debió de comenzar mucho antes, porque en el arco de Benevento en algunos frisos con Victorias pareadas, que sostienen guirnaldas, y mientras una de ellas lleva todavía el peinado alto, la otra ya lo usa bajo y ondulado. Pero sólo al llegar al tiempo de Antonino y Faustina este último se hizo universal.


Más difícil es puntualizar la época de los retratos masculinos; a veces podría conducir a equívocos de uno o dos siglos. Para la cronología hay indicaciones en la manera de estar cortado el busto, al que a medida que va pasando el tiempo se le va añadiendo más y más cuerpo; sirve también la manera de estar representadas las pupilas y aun el detalle de llevar barba, considerando que ésta fue de moda durante los reinados de los emperadores filósofos: Adriano, Antonino y Marco Aurelio. Pero todos estos datos están más o menos sujetos a error, porque a veces la cabeza se cortaba en un mármol aparte y ésta ha llegado sin el busto; las pupilas podían ir sólo pintadas, puesto que muchos de estos retratos eran policromados, y la barba nunca fue impuesta ni prohibida: había quienes no pretendían ser filósofos, hasta en la Roma de Marco Aurelio. Por todas estas razones y otras más, habrá que valerse de comparaciones con retratos auténticos y bien datados, y sobre todo habrá que atenerse a lo que nos revela el estilo. Hay algo indefinible en la manera de interpretar la forma que para los iniciados vale tanto por lo menos como una fecha grabada en el mármol.


En la famosa estatua ecuestre de bronce de Marco Aurelio, que Miguel Ángel hizo colocar en la Plaza del Campidoglio de Roma, aparecen los juegos de claroscuro y las pupilas horadadas, características del "barroco romano". El emperador alza el brazo en gesto de paz; en la bondad y serenidad del rostro es fácil reconocer al autor de los "Soliloquios" que escribió: "Dentro de poco estaré muerto y habré desaparecido para siempre. ¿Qué puede importarme si obro ahora como ser inteligente, sociable y que tiene las mismas leyes que Dios?".

En la época de los emperadores Flavios y Antoninos, el arte romano no sólo realizó estas maravillas de realismo y personalidad que son los retratos de individuos anónimos, simples ciudadanos a los que nunca se podrá identificar, sino que se esforzó de manera curiosa en reproducir los rasgos de las diversas gentes del Imperio con su inmensa variedad de caracteres y de razas.


Fuente: Historia del Arte.Editorial Salvat.

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