A principios del siglo XVIII parecían estar agotadas las
formas clásicas en el arte europeo, que habían dictado el estilo artístico a
seguir en los siglos precedentes y que habían permitido que proliferara en toda
Europa un arte poderosamente elegante. Era, por tanto, la época del barroco,
que había tomado el relevo del clasicismo como arte dominante oponiéndose
precisamente a éste en sus concepciones más esenciales. De este modo, al
período clásico le siguió un siglo de esplendor barroco que cubrió de imaginación
y también de algunos excesos las obras más relevantes creadas en esos tiempos.
Escena galante, de Franz Anton Bus-
telli (Residenz Museum, Munich). El famoso modelador fue una eminencia en este tipo de figuras de porcelana típicas de Nymphenburg, en el sur de Alemania. |
Y, aunque el barroco parecía haber llevado prácticamente
hasta su última expresión el gusto más recargado en lo decorativo, aún habría
de producirse una nueva evolución que haría de la exuberancia ornamental el
rasgo más característico de su estilo.
Efectivamente, como se tendrá ocasión de comprobar a lo
largo del presente capítulo, el estilo rococó, el propio del siglo XVIII porque
es en él cuando surge, es producto, como no podía ser de otra manera, de una
sociedad que ya no vuelve la vista atrás en busca del esplendor de la
antigüedad. Han cambiado los referentes y en ese momento los espejos en los que
mirarse ya no están en Roma o Atenas; ahora, en ese siglo XVIII, lo procedente
es dejarse atraer por el exotismo de otros países, dejar volar la imaginación y
romper esa última contención que se había autoimpuesto el barroquismo. De este
modo, los artistas se complacen en buscar nuevas fuentes de inspiración para
ese nuevo arte que están creando, se fijan en las formas más caprichosas de la
naturaleza y elevarán a la categoría de arte el sentimentalismo algo ligero y
caprichoso del que tanto hacía gala la aristocracia de la época. Así, se asiste
en el siglo XVIII a la difusión en Europa del rococó, estilo artístico que
habría de triunfar sobre todo en Francia, Alemania, España e Italia y que halló
en la porcelana el medio más adecuado para trasmitir sus valores artísticos y
morales.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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