Punto al Arte: El arte pictórico y la imaginería

El arte pictórico y la imaginería

El país catalán es muy rico en pinturas románicas. Tales pinturas -que técnicamente son frescos con retoques al temple- se pueden estudiar en las nutricias series que de ellas se conservan en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, de Barcelona, y en el episcopal de Vic. Siendo todas las más importantes del siglo XII, y de su primer tercio, unas aparentan, empero, más antigüedad que otras. Dos grupos principales se perfilan, el uno en la parte pirenaica y occidental, entre las comarcas limítrofes de los obispados de Huesca y la Seu d’Urgell; el otro abarca comarcas gerundenses y del obispado de Vic. Al primero corresponde el núcleo importantísimo de iglesias situadas en la antigua baronía de Erill, cuyas pinturas se conservan, todas ellas, en el museo barcelonés: Sant Joan de Boí, Sant Climent y Santa María, en Taüll; Santa Eulalia de Estaón, Sant Quirze de Pedret, Santa María de Esterri d’Áneu, San Pedro del Burgal, San Pedro de Sorpe, las de Sant Pere de La Seu d'Urgell y las de Santa María de Mur (éstas hoy en el Museo de Boston).


⇨ Virgen del Claustro de Solsana, en la catedral de Solsona (Lieida). Excepcional pieza escultórica que ofrece un doble interés, iconográfico y estilístico. Por una parte, se aparta de la rigidez habitual de tantas imágenes románicas del mismo tipo, recreando una figura femenina refinada, que viste ricamente y luce unas largas trenzas, a la vez que somete bajo sus pies a los seres maléficos. Por otra parte, es una pieza directamente relacionada con los talleres tolosanos de mediados del siglo XII y, en especial, con el del maestro Gislabertus, que pudo haberse desplazado hasta Solsona, donde su huella es patente.



Normalmente, en lo alto del ábside aparece el Pantocrátor u Omnipotente dentro de la aureola almendrada o la Virgen sentada con el Niño en brazos, y a cada lado ángeles o serafines o los símbolos de los Evangelistas, y, si es la Virgen Madre la que está en el centro, aparecen los Reyes Magos en acto de adoración. Debajo, cubriendo la pared cilíndrica, se ven Apóstoles y profetas con sus respectivos atributos. Estos frescos son de colores brillantes, rojo, azul y amarillo intensos; de una gama más violenta que la de los frescos de cualquier otro país de Europa; los fondos están divididos en fajas uniformes de contrastes extremados.



Conviene que fijemos nuestra atención en las pinturas que proceden de las dos pequeñas iglesias de Taüll (término de Barruera, Lleida), porque el autor principal de las de Sant Climent, cuyo bello ábside preside el Pantocrátor tan reproducido en las publicaciones de arte, consignó en la pared del templo la efemérides de su consagración, en 1123, por San Ramón, obispo titular de Barbastro y personaje muy relacionado con el rey aragonés Alfonso el Batallador. La iglesia de Santa María, compañera de la anterior, se consagró al día siguiente, y sus bellas pinturas nos resultan doblemente interesantes, por cuanto el artista autor de lo mejor de ellas se adentró por la Península y de mano suya son las de la pequeña iglesia soriana de la Vera Cruz, en Maderue-lo, ahora en el Museo del Prado. En la provincia de Soria existe otra iglesia que se decoró con pinturas de estilo no muy distanciado de éste, la de San Baudilio, en el término de Casillas de Berlanga. Y esto -con lo pintado en el panteón real de León- es lo que de esa época y con tal estilo se conserva, por lo que respecta a la pintura mural, en la meseta de la Península. En Aragón, ya de inicios del siglo XIII se conserva el magnífico conjunto de la sala capitular del monasterio de Sijena, casi totalmente destruido en 1936, y sin duda alguna ejecutado por manos de artistas extranjeros.


Ábside de la iglesia de Santa Maria (Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona). Procedente de la iglesia de Esterri d'Aneu (Lieida), población del Pirineo catalán, esta pintura mural románica muestra unos querubines de seis alas desplegadas y llenas de ojos atentos, que purifican con un carbón ardiendo los labios de los profetas lsaías y Elías, postrados humildemente ante ellos. 
Los frescos de Sant Joan de Boí y de Sant Sadurní d’Osormort (éstos hoy en el Museo de Vic), aun siendo de distintos autores, ofrecen similitud de estilo; quizás esa semejanza provenga de su afinidad con pinturas murales del centro de Francia. Sin insistir demasiado en todo ello, señalemos otra innegable afinidad, la que existe entre los frescos (de fuerte colorido) de la iglesieta rosellonesa de Sant Martí de Fonollar y las miniaturas que ilustran un Sacramentarlo procedente de San Marcial de Limoges. Otras pinturas murales catalanas, en cambio, como las de Pedret, se acercan más a las ejecutadas en Italia bajo influencia bizantinizante.



Pintura mural de Santa Maria de Taüll (Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona). Es sin duda en el Pirineo catalán donde se ha hallado el más importante núcleo de pintura mural románica de España. El autor alargaba sistemáticamente las figuras, estilizaba los rasgos faciales hasta convertirlos en un grafismo, buscaba un vivo realismo y además poseían colores de excelente calidad.

La imaginería románica, en piedra y sobre todo en talla de madera, es abundante en todas las regiones de la mitad norte de España. Un tipo de Gran Cristo del siglo XII parece corresponder a León o Palencia. Pero quizá también en eso la abundancia sea mayor en Cataluña.


Calvarios románicos existen procedentes de varias regiones. Pero privativo de Cataluña, durante este período, parece ser el grupo dramático del Descendimiento con todos sus personajes. Los más antiguos conocidos provienen de la misma baronía de Erill, ya citada al tratar de las pinturas del Pirineo leridano. Son los de Erill la Valí (cuyos personajes se hallan hoy repartidos entre los museos de Vic y Barcelona), el de Santa Maria de Taüll (en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona) y restos de otro procedente de Durro. Por su estilo, todas esas tallas delatan ser de la misma mano, y el autor, al dar a esas figuras del drama del Gólgota actitud y facies doloridas, les comunicó una extraña apariencia asiática. Esto se aprecia especialmente en la figura de María, con su cofia completamente hispánica (la misma que lleva puesta, por ejemplo, la Santa Sabina de San Vicente de Ávila de que se habló en páginas anteriores), pero, en este caso, aquel tocado acaba de comunicar a esas evocaciones de María un aspecto chino-búdico. El último gran grupo catalán del Descendimiento, ya del siglo XIII y de transición al gótico, es el que se conserva todavía en Sant Joan de les Abadesses, donde estuvo siempre.

Pantocrátor (Museum of Fine Arts, Boston). Fresco procedente del ábside de una iglesia catalana, en el que aparece Cristo rodeado de los símbolos de los evangelistas (tetramorfos).


Martirio de San Esteban (Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona). Fresco mural procedente de la iglesia de Sant Joan de Boí, que está datado en el siglo XII.
Otra particularidad de la imaginería románica catalana es la Majestat o representación de Cristo en la Cruz coronado o con la cabeza desnuda y peinada con crencha y los bucles cayendo a ambos lados y vistiendo una larga túnica historiada, ceñida por un cíngulo. Es el aspecto que tuvo el antiguo famoso Cristo siríaco de Berito y el que reviste el ejemplar italiano bizantinizante conocido por Volto Santo, venerado en Lucca.



La Majestat de Caldes de Montbui (que es, de estas catalanas, la de aspecto más “majestuoso”) fue quemada en 1936, y queda de ella tan sólo la cabeza; lo demás se ha reconstruido. Sin embargo, están todavía intactas la de Beget y otra pequeña de talla finísima que, con el Legado Batlló, ingresó en el Museo de Barcelona. Otras también notables son las procedentes de Lluçà, que se encuentra en el Museo de Vic, y la de Cruilles, del Museo Diocesano de Girona.


De toda la época románica se conservan en Cataluña una muy abundante serie de tablas pintadas, piezas que son rarísimas en todos los países europeos. Estas pinturas sobre madera no eran iconos aislados, sino que formaban parte de la decoración de la mesa del altar y le servían de frontal en la cara que mira a los fieles.


Adán y Eva, del maestro de Osormort (Museo Diocesano de Vic). Procedente de la iglesia de Sant Sadurní d'Osormort (Osona), esta pintura mural del siglo XI es una de las más antiguas del arte románico catalán. 

Los colores están aplicados sobre una pasta de estuco de yeso, que a veces tiene relieves muy pronunciados, y sus coloraciones son tan brillantes como las de las pinturas murales. Los temas pintados en estos frontales, o antipendios catalanes, son también muy semejantes a los de los frescos: el Cristo o la Virgen dentro de una aureola, en el centro del rectángulo del frontal, y a sus lados los Apóstoles en zonas o fajas horizontales.

Más tarde los pintores aplican a estos frontales el repertorio de las leyendas de los santos de la Edad Media: San Martín, San Esteban, San Lorenzo, etc., a los cuales estaban dedicadas las iglesias.

Faltan en este tiempo, naturalmente, los grandes retablos puestos sobre el altar, porque el sacerdote oficiaba de cara a los fieles, y por esto quedaba libre la parte anterior de la mesa, donde estaban los frontales decorados. Por lo regular, sobre el ara no había más que la cruz y los cirios, y por otra parte, no era necesaria la presencia de tablas pintadas ni de otra forma de altar vertical, porque los ábsides, perfectamente visibles, estaban recubiertos de pinturas al fresco.


Descendimiento (Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona). Esta talla del siglo XII, que representa el descenso de Cristo de la cruz, procede de la iglesia de Santa Malia de Taüll. 

Entre las manifestaciones de la pintura románica en España puede incluirse el gran tapiz de la Creación, conservado en la catedral de Girona. Tal como está actualmente, es sólo un fragmento, pero fragmento importantísimo y en perfecto estado de conservación. En lo alto, un personaje que representa el Año está acompañado de cuatros recuadros con figuras que representan las estaciones y los dos personajes heroicos Hércules y Sansón. En las cenefas de los lados hay otros recuadros también con figuras que personifican las labores de los Meses y el Sol y la Luna en sus carros tirados por cuadrigas de caballos y bueyes, respectivamente. En el centro, en disposición rodada, hay representaciones radiales de la Creación con el Demiurgo, Jesús imberbe, en el centro.


⇨ Majestat Batlló (Museu Nacional de Arte de Catalunya, Barcelona). Esta pieza del siglo XI es quizás el crucifijo más representativo de una serie de tallas policromadas. Se caracterízan por su actitud hierática y frontal, la túnica talar, la barba y los ojos abiertos; parecen representar el triunfo de Cristo sobre el dolor y la muerte.



Las escenas bíblicas del tapiz de Girona están copiadas de miniaturas de manuscritos, algunos de los cuales serían antiquísimos. Este tapiz bellísimo produce la misma impresión que causa la portada de Ripoll: de algo muy remoto, no sólo antiguo, sino ya caducado y desaparecido; sin embargo, allí está repetido con ingenuidad tan convincente, que lo hace aparecer como actual y activo. El espíritu que creó el tapiz de Girona, como el que produjo la portada de Ripoll, era ya antiguo cuando se ejecutaron ambas obras, pero con su característica tenacidad conservadora, el genio catalán continuó produciendo frutos de belleza hasta cuando su hora de actividad creadora había pasado ya.



En la ilustración que adorna las páginas de los manuscritos es donde podemos percibir con toda claridad la diferente evolución de las culturas del centro de la Península y de Cataluña, independientes por completo la una de la otra en la época románica. Hoy vemos que tienen un origen o cimiento común en la ilustración de libros de la España visigoda. Aunque escasean los códices ilustrados de aquella época, se puede imaginar su carácter y aun su contenido en las series de miniaturas posteriores de los códices del Beatus, ya citados anteriormente.



Frontal de la catedral de Urgell. Los frontales de madera pintados al estuco son característicos del románico catalán y parecen concebidos a modo de esmaltes. Presenta los doce apóstoles escalonados a ambos lados del Pantocrátor dentro de una doble aureola.

Al llegar, en el siglo XII, a la región castellano-leonesa la influencia románica europeizadora, empieza a moderar y regularizar el arte de la miniatura como hizo en la escultura; el arte de los decoradores de libros se atempera algo con el contacto de gentes que venían en peregrinación, aunque no pierde nunca su carácter hispánico.

En cambio, en la región donde se había establecido la Marca Hispánica del Imperio carolingío, el proceso de evolución del arte de la miniatura siguió un curso algo diferente. Se nota también un profundo substrato de cultura visigoda, pero sumergida con aportaciones exteriores mucho más variadas que en la región castellanoleonesa. El siglo X fue para la Marca una edad heroica para adquirir y organizar cultura enciclopédica.

⇨ Biblia de Sant Pere de Roda (Biblioteca Nacional de París). Fechada en el siglo XI, revela una escuela catalana de códices iluminados original, de gran soltura en el dibujo y dinamismo en la composición. También se la llama de Noailles, del nombre del mariscal francés que ocupó Cataluña en el siglo XVII, el cual se la llevó a Francia. Está pintada a la acuarela, lo que le confiere una ligereza que contrasta ostensiblemente con la mayoría de miniaturas de la época, que por su fijeza de trazo y color más parecen grabadas o incluso impresas.



Ripoll, Roda, Cuixá, La Seu d’Urgell y otros centros culturales consiguieron reputación hasta más allá del Pirineo. El estado lamentable del Imperio carolingio, que durante el siglo X iba desintegrándose poco a poco, hacía deseable para lugar de estudio la Marca excéntrica, ajena a las luchas del feudalismo arrogante, siempre dispuesto a rebelarse contra los débiles sucesores de Carlomagno. Así se estableció una corriente de penetración e intercambio entre los cenobios de la Marca v los de Francia y el Rin; la Marca era también un primer descanso en el camino hacia Córdoba.
El resultado fue que se concentró en la región septentrional de Cataluña mucho del saber acumulado en los siglos anteriores. Duró poco tiempo: entrado el siglo XI y sobre todo el XII, las gentes catalanas se endurecen v vulgarizan. Esta cultura catalana del siglo X y principios del XI es la que se ve tomar forma bella en la portada de Ripoll y en el tapiz de Girona, cuando la antorcha luminar estaba apagándose. Pero quedan otros dos monumentales testimonios de lo que fue aquel ardor cultural que se manifestó en la Cataluña del siglo XI. Son las dos Biblias, ahora famosas, de Ripoll y Sant Pere de Roda, manuscritos colosales por su tamaño v preciosos por su contenido, sobre todo por las miniaturas. Más que una ilustración, son un resumen sabio y bello de toda la ciencia bíblica de aquel tiempo. La primera, llamada también Biblia de Farfa, se conserva en la Biblioteca Vaticana; la de Sant Pere de Roda, llamada Biblia de Noailles, se encuentra en la Biblioteca Nacional de París.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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