En las puertas de las fachadas de las grandes construcciones de la Italia Meridional se aprecia la multiplicación de los elementos decorativos, superponerse las bandas de relieves en las archivoltas, con una abundancia tal, que predice la exuberancia del estilo barroco. Las puertas de la iglesia de Altamura dan clara idea de este estilo de decoración románica propio de esta zona de Italia.
La Italia Meridional alcanza durante este tiempo una cultura literaria superior al resto de la Península, y, aprovechándose de profesores árabes y bizantinos, se funda la Universidad de Amalfi, que durante los siglos XI y XII fue la primera de Europa para los estudios de Medicina. No es extraño que en el campo del arte encontremos asimismo, en el suelo poco explorado de las provincias meridionales, sorpresas que hacen cambiar los conceptos que habían prevalecido hasta ahora sobre los comienzos del arte italiano.
Fresco de la nave central de la iglesia de Sant'Angelo in Formis, cerca de Capua (Campania). Los frescos de la escuela de Montecassino son la obra maestra de la pintura románica en Italia. Fechado en el siglo XI, representa las escenas de La última cena y la de Jesús lavando los pies de los discípulos.
Además de la escultura decorativa, se descubre ya otro arte escultórico monumental en los pequeños relieves de los ambones, candelabros y altares del sur de Roma. El púlpito de la catedral de Salerno, obra de los últimos años del siglo XII, está decorado en sus ángulos con figuras como cariátides, de un positivo valor plástico; en los capiteles y enjutas de los arcos hay también ángeles en relieves que parecen anticipar el Renacimiento. Imágenes parecidas se ven en el ambón de Sessa Aurunca y de la abadía de Cava dei Tirreni, cerca de Nápoles.
Pero la obra maestra de la escultura románica en la Italia Meridional es el maravilloso altar de marfil de la catedral de Salerno, una joya de pequeños cuadritos de marfil reunidos, con escenas bíblicas. Este altar fue deshecho en una época de mal gusto y ha sido recompuesto torpemente; ignoramos cuál sería la posición primitiva de sus marfiles. Parece probable que este altar de Salerno sea el mismo que los documentos citan como existente en la catedral en la época de la dedicación, a fines del siglo XI. Las escenas allí representadas tienen una vida y movimiento que no se observan en el repertorio bizantino. El mismo estilo animado y plástico encontramos en un candelabro y un altar de la catedral de Gaeta.
Cripta de la catedral de Anagni, en el Lacio. Esta población agraria cercana a Frosinone conserva tesoros arquitectónicos vinculados a la época en que fue sede pontificia. La catedral románica de los siglos XI y XII alberga la cripta que se reproduce aquí, decorada con importantes frescos.
Así pues, una escuela de escultura románica, con independencia de la de Bizancio, iba formándose en la Italia Meridional. Esto tiene gran importancia, y en ello se insistirá al tratar del arte gótico en Italia, pues las regiones del sur de la Península parecen haberse anticipado sensiblemente en su evolución artística. Capua, por ejemplo, en plena época del triunfo del románico, produce frisos y relieves en que apunta conocimiento de lo clásico.
Durante el período románico se producen en el norte de la Península obras de escultura también interesantes, pero quizá menos originales que las del sur. Algunas parecen simples traducciones italianas de los modelos bizantinos, como el marfil del Museo de Bolonia. Otras, en cambio, son secas y frías imitaciones de obras germánicas, como, por ejemplo, el frontal de plata de Città di Castello. Pero algunas son indiscutibles obras maestras del arte románico europeo como la ya citada puerta marmórea de San Zenón de Verona, realizada hacia 1140 por los maestros Niccoló y Guglielmo; y las esculturas, llenas de frescor y savia popular, que Benedetto Antelami ejecutó a fines del siglo XII para el baptisterio de Parma y para la llamada Porta dei Mesi de la catedral de Ferrara.
Fresco de la cripta de la catedral de Anagni, en el Lacio. Esta pintura mural que se halla en el ápside central de la cripta representa al obispo Zacarías en el centro rodeado de pobladores de Anagni.
Por lo que toca a la pintura, hasta hace pocos años se había creído que Italia, durante estos siglos románicos, vivió sometida a la influencia bizantina. En las galerías y museos de las ciudades italianas abundan todavía los iconos de madera pintados en Constantinopla o imitados por artistas locales según los tipos de Bizancio. Pero hay tablas de un carácter itálico tan acentuado, que anuncian ya el Renacimiento. Sobre todo en los frescos se nota esta independencia de las normas bizantinas.
Sólo los de la escuela benedictina, que se formó con las obras de restauración de Montecassino, están todavía saturados de bizantinismo. Las pinturas de Sant’Angelo in Formis, de la cripta de la catedral de Anagni y del monasterio de Subiaco son los principales ejemplos que tenemos de esta escuela benedictina cassinense. En especial Sant’Angelo in Formis, cerca de Capua, tiene las paredes enteramente pintadas al fresco, con una belleza tan singular, que no se sabe si calificarla de moderna a pesar de su iconografía bizantina. En la cripta de la catedral de Anagni, además de temas comunes del repertorio bizantino, existen singulares representaciones de las artes y de Hipócrates y Galeno, lo que demuestra bien claramente el interés que ya despertaban los autores antiguos y también la vecindad de la escuela de Salerno.
Pero está también el elemento latino, que va reconociéndose en la pintura románica italiana; debía de conservarse por tradición desde los primeros tiempos cristianos. Lo que perturba y confunde es que se conocen poco los eslabones de la serie, desde los frescos de las catacumbas hasta estas pinturas italianas de los siglos medios, precursora en cierto modo del Renacimiento toscano.
Página del Evangelio (Tesoro de la catedral de Vercelli). En el tesoro de la catedral se guarda un manuscrito de los Evangelios que se fecha hacia al siglo IV; en esta página se reproducen la Natividad y la Adoración de los pastores.
La pérdida irreparable de muchos frescos, y la más completa todavía de los iconos de estos siglos románicos, cuando el arte italiano está incubándose, hace que nos interese más lo que se ha conservado del arte de la miniatura. Ilustra el pensar y sentir de las gentes en aquella época de transición. La miniatura compendia todas las influencias y tendencias; los libros son importados de países lejanos, y se prestan a introducir maneras y estilos que serían arriesgados en arquitectura y escultura.
Cada centro de producción de manuscritos tenía cierta independencia de los demás; por tanto, es difícil agruparlos y peligroso formular teorías que puedan aplicarse a las otras artes. Sin embargo, dos grandes centros de producción de libros en la Italia románica se destacan con suficiente claridad para poder distinguir sus manuscritos en las bibliotecas. Uno es el de Roma, concentrado probablemente en la Biblioteca Pontificia. Los códices ejecutados en Roma y en el Lacio tienen figuras recortadas con líneas algo gruesas, pero trazadas con firmeza. Los fondos se han llenado de colores uniformes, a veces subdivididos en zonas horizontales. Los colores, que añaden valor a las figuras, son transparentes y variados. Pero las viñetas son escenas llenas de vida.
La segunda escuela de miniatura italiana que se distingue de las otras románicas es la de Montecassino. En el abaciado de Teobaldo, entre los años 1022 y 1035, ya se habían reunido en la biblioteca cassinense sesenta manuscritos, número muy importante para la época. Esto fue sólo el comienzo. El abad Desiderio, que sucedió a Teobaldo y restauró a fondo la abadía, construyó una cámara biblioteca junto al palatium, esto es, el aposento del abad. Aumentó el número de libros y de calígrafos y miniaturistas. Parece que cambió algo el estilo de decoración del scriptorium. Antes del abaciado de Desiderio, los libros de Montecassino se caracterizaban por decoraciones de carácter casi geométrico con profusión de entrelazados, cuyos remates zoomórficos son supervivencia de los estilos teutónico y celta. Y esto no es de extrañar, pues los monjes celtas mantenían muy activa la colonia de Bobbio, en el Apenino, fundada en tiempos de San Columbano. Con Bobbio estaba relacionada la canónica de Vercelli, otro centro de cultura prerrománica, con la cual estaba asociado Montecassino. Así, por las etapas de Bobbio y Vercelli, el asombroso arte de la miniatura de los monjes irlandeses había llegado hasta la Italia Meridional.
⇦ Portal de la catedral de San lena Maggiore, en Verona (Véneto). Detalle de la puerta de bronce, que está dividida en paneles con escenas del Antiguo Testamento. En este caso se trata del episodio de Noé y el diluvio universal.
Parece que una escuela de miniatura como la de Montecassino no debiera distraernos hasta el punto de dedicarle varios párrafos de esta historia general. Pero Montecassino fue, a su vez, un lugar de difusión cultural enorme. Antes de que Cluny organizara la Orden benedictina como imperio monástico con la mayoría de las casas de religiosos del Occidente acogidas bajo su férula, Montecassino, sin más autoridad que el prestigio de haber sido el lugar donde vivió, murió y estaba enterrado San Benito, era el monasterio al que acudían en demanda, si no de órdenes, de dirección y consejo las demás casas de benedictinos de toda Europa.
En una de las llamadas artes industriales -aunque nunca son industriales las artes, cuando son arte- se puede apreciar mejor que en la pintura y la escultura la emancipación que, durante el período románico, experimentaron en Italia las artes. Se trata de las puertas de bronce de la época románica, que conservan todavía muchas catedrales italianas. El origen de la técnica de fundirlas y ensamblarlas es bizantino: Santa Sofía de Constantinopla tiene aún sus puertas de bronce.
Se sabe que se importaron de Bizancio puertas broncíneas para la restauración de Montecassino, y que los armadores de Amalfi se encargaron de transportarlas por mar. Mas pronto artistas italianos ejecutaron puertas semejantes, y poco a poco se fue eliminando el hieratismo secular bizantino para dejar paso a una interpretación ingenua de la vida real. Las composiciones historiadas están en relieves rectangulares que forman los paneles de una armazón de bronce. En estos cuadritos con figuras se despliega el gusto latino, amante de lo personal e individual, tan contrario al protocolo artístico bizantino. Famosas entre todas son la puerta de bronce de San Zeno Maggiore en Verona -con elementos del siglo XI- y la maravillosa Porta Ranieri, junto al ábside de la catedral de Pisa, obra del fundidor Bonannus. En los relieves de estas puertas de bronce hay una premonición de las de Ghiberti para el baptisterio de Florencia.
La excelencia de estas puertas de bronce de la Italia Meridional fue reconocida por las gentes nórdicas. Veían en aquellos batientes un hecho artístico que se anticipaba a los tiempos. Así, puertas de bronce fundidas en la Italia románica llegaron a ser imitadas en Alemania.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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