En el año 1066, Guillermo de Normandía consiguió el objetivo que llevaba persiguiendo durante muchísimos años e invadió Inglaterra, y, durante los dos siglos siguientes, se desarrolló en aquel país la arquitectura que se ha convenido llamar, desde el siglo pasado, "anglonormanda". El estilo gótico -por lo menos algunas de sus principales características- se introdujo en Inglaterra sin dificultad a favor de aquel anterior estilo, en el que de hecho las nuevas tendencias se insinuaron a través de la construcción de bóvedas en los templos monásticos que se fueron edificando en el siglo XII.
Paralelamente los monjes del Císter contribuyeron por su parte a introducir, en los monasterios fundados por ellos en Gran Bretaña, su propio estilo, en el que ya era habitual la aplicación de la ojiva. Y aunque si se ha de respetar la cronología, la primera catedral inglesa en la que se emplearon los preceptos góticos es la catedral de Canterbury, es lícito reconocer que el gran edificio gótico de Inglaterra, en el que se reúnen la perfección técnica, la suntuosidad y la elegancia, es la abadía de Westminster, obra cumbre no sólo de este periodo artístico que se está tratando sino de toda la historia del arte inglés.
La catedral de Canterbury, considerada el primer edificio inglés que puede llamarse con propiedad gótico. Es de gran interés, no sólo porque los pormenores de su reedificación fueran descritos a diario por el monje Gervasio, sino porque indica claramente cómo Inglaterra hizo suyos los modelos del gótico francés.
Si en un principio el gótico en Inglaterra era claramente deudor del estilo que imperaba en Francia, no tardaron en aparecer artistas que empezaron a desarrollar unas líneas propias, aún muy influenciadas por las técnicas y las formas francesas, pero que, poco a poco, consiguieron que cuajaran, como podrá comprobarse, dos estilos con suficientes rasgos definitorios como para considerarlos con entidad propia. Son, por un lado, el estilo decorado, que toma forma ya en el siglo XIV y que se caracteriza por las espléndidas combinaciones de terceletes en las bóvedas de las naves, y, por otro, el estilo perpendicular, con sus características bóvedas de abanico, que, además, sería el precursor del gótico Tudor, que dominaría durante el siglo XVI cuando ya se habían abierto paso los esquemas del Renacimiento en el resto de Europa.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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