Continuando con la tradición
heredada de la monarquía etrusca, durante los primeros momentos del período
republicano y durante todo el siglo V a.C., se levantan en Roma numerosos
templos, los elementos más representativos de la primera arquitectura romana,
aunque durante este período también se definen otros tipos arquitectónicos,
como la basílica y las termas públicas.
El modelo que siguen los primeros templos
romanos ya se encuentra en el famoso santuario del Capitolio, dedicado a una tríada
divina: la llamada tríada capitalina, constituida por Júpiter, Juno y Minerva.
A ella fue consagrada el primer año de la República Romana (509 a.C.), siendo
un edificio de grandes dimensiones que obedece básicamente a las tradiciones
etruscas, como se refleja en la existencia de una triple cella, acorde con su triple dedicación, o en la decoración exterior
a base de elementos de tierra cocida.
Cómo se aprovecharon los romanos de las
formas del orden corintio para sus templos, ya en la época republicana, puede
apreciarse en el templo circular de Tívoli, dedicado sin duda a Vesta, hoy llamado
de la Sibila. Su capitel, aunque reproduce todos los elementas del capitel
corintio griego, es mucho más rudo, basto, y las hojas de acanto están
desprovistas de aquella finura ideal de los modelos de Grecia. Los templos
circulares son casi una especialidad del arte romano; acaso por tradición se
adoptó con preferencia esta forma, que recordaba la de las cabañas de los
primitivos habitantes del Lacio.
Una particularidad muy característica de la
construcción romana, que ya empieza a manifestarse desde la época de la
República, es la superposición de los órdenes de arquitectura, destinando el
estilo dórico, más robusto, al cuerpo inferior; el jónico al segundo piso de la
construcción; en algunos casos, el tercer piso tenía columnas o pilastras de
estilo corintio. Esto facilitará a los arquitectos romanos construir obras
monumentales de carácter civil muy complejas y empleando las mismas formas
simples que los griegos usaban para el edificio de un solo plano, como era el
templo. Una clara muestra de esta
superposición de órdenes puede verse en el teatro que mandó construir Marcelo
en los últimos años de la República, del cual existen en Roma restos
importantísimos.
Pero el primer ejemplo de ello se ve ya en
un edificio venerable, del tiempo de la República, el antiguo Tabulario o Archivo, que cierra el valle
del Foro por el lado del Capitolio. Esta construcción, que mandó edificar el
cónsul Lutacio Catulo en el año 86 a.C., es la que conmemora la victoria naval
obtenida en el año 260 a.C. por el cónsul Duilio, y que hoy se conserva en el
Capitolio. Es una columna rostral, es
decir, decorada ingenuamente con la figuración de seis rastra, o agudas proas de nave, y con relieves de áncoras.
La basílica,
lugar público de reunión y contratación, con un tribunal que resolvía las
cuestiones entre los contratantes, fue otro edificio típico de la vida romana.
Aunque el origen de la basílica debe buscarse también en las polis griegas de
Asia Menor, en Roma la basílica se convirtió en una sala de tres naves; la
mayor, que es la central, forma un salón, con un pórtico a cada lado.
Basílica Emilia, en el Foro, Roma. Las excavaciones nos muestran la
planta de esta basílica que constaba de cinco naves y no disponla de muros
exteriores.
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La primera basílica de Roma, la basílica
Emilia, estaba a un lado del Foro y constaba de cinco naves. Las excavaciones
han descubierto la planta, y se ve que sus pórticos carecían de muros
exteriores, pues los pilares arrancan aislados del pavimento. En otras basílicas
posteriores, las naves quedan cerradas por un muro con ventanas, como en las
basílicas cristianas. De manera que, si el tipo de edificio que fue denominado
basílica no se inició en Roma, allí encontró su forma práctica y definitiva,
podría decirse europea.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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