Estatua de granito de Senmut
cogiendo a la prin-
cesa Nefru-Re (Museo Egipcio de Berlin; 1490 a.C.).
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El arte egipcio es
mayoritariamente anónimo. Sólo los arquitectos parecen haber gozado de un
reconocimiento social ya desde el Imperio Antiguo. A diferencia de los
artistas, pintores o escultores, que se les consideraba meros artesanos, aunque
ocupasen el lugar más elevado dentro de su escala social, la de los trabajadores
manuales, los arquitectos pertenecían a la clase alta.
Su elevada posición social dentro de la
jerarquía egipcia estaba justificada. Debían concebir y construir la tumba, la
morada del faraón. El monarca depositaba en ellos toda su confianza, pues eran
los responsables de construir un edificio con todas las buenas condiciones para
el descanso eterno y, por tanto, evitar posibles profanaciones.
De hecho, eran los únicos que guardaban el
secreto de la verdadera entrada a la tumba. lneni, arquitecto que llevó a cabo
la ejecución de la tumba de Tuthmosis I, ya escribió en su momento que sólo él
dirigió la construcción real para evitar así posibles robos, porque cualquiera
podía percatarse de la estratégica situación de la cámara secreta.
La cultura egipcia estaba profundamente
ligada a la naturaleza, por eso el arquitecto trató siempre de que sus obras se
armonizaran con el entorno geográfico, adaptando el monumento al paisaje. Este
es el caso del edificio que Senmut realizó para Hatshepsut, donde la
arquitectura encaja perfectamente en el marco del desierto y el acantilado.
Sobre una de las paredes del templo de Deir el-Baharí, el genial arquitecto se
representó de rodillas, adorando, dejando constancia de su recuerdo.
El prestigio social del que gozaban se
incrementó a su vez por el protagonismo político que mantuvieron desde el
comienzo de la historia de Egipto, como es el caso de lmhotep o el mismo
Senmut, y en algunas ocasiones fueron elevados a la categoría de dioses.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Savat.
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