En Atenas, sobre todo, se
inicia una escuela de escultores decoradores que se aplica principalmente a la
ejecución de estelas funerarias. En medio de la rudeza arcaica de las primeras
obras de este género, empiezan a formarse los tipos clásicos. Generalmente son
escenas comunes, tomadas de la vida ordinaria de cada día, y que tienden a
representar al difunto en alguno de los momentos culminantes de su existencia.
La deliciosa obra conocida con el nombre de Estela
de Aristion representa probablemente uno de los lanceros áticos que, a
pesar de su ligera indumentaria, consiguieron abatir el orgullo de los persas.
Su inscripción ha conservado el nombre del retratado, Aristion, y el del
artista escultor: Aristocles de Atenas. En otra estela, que da comienzo al tema
del difunto en amigable familiaridad con los animales: un hombre, ya viejo,
muestra a su perro un pedazo de carne. Otra estela, particularmente famosa, ha
sido interpretada como la representación del hoplita (soldado de infantería
ligera) que muere víctima del esfuerzo realizado en la carrera por llevar
cuanto antes a Atenas la noticia de la gran victoria de Maratón.
El Contemplador (Museo Arqueológico de Olimpia). Escultura procedente
del frontón Este del templo de Zeus fechada hacia el año 470 a.C. Es la
representación del hombre pensativo y conmovido frente a lo inevitable, que
asiste a los preparativos de una lucha fatal entre Pélops y Enomao, que habrá
de decidir el destino de su ciudad.
Mucho más avanzado de estilo, aunque todavía
impregnado de arcaísmo, es el bellísimo relieve des cubierto en Eleusis con el
mito del niño Triptolemo. El valeroso joven ha descendido a los infiernos para
buscar la semilla del trigo, indispensable a los humanos; las dos diosas de los
abismos subterráneos, Deméter y Perséfone, se despiden de él, y una le ciñe una
corona en la cabeza. Los finos pliegues de los vestidos de las diosas
representan con verdadera anticipación los de las muchachas del friso del
Partenón. El artista que esculpió el relieve de Eleusis debía de estar en contacto
con la escuela de Fidias o fue, por lo menos, su inmediato precursor. Pero
revela un deliberado, casi afectado, primitivismo: los ojos de las figuras,
vistos de plano, tienen forma de almendra, los pliegues de las ropas de Deméter
caen rígidos, y los cabellos son también esquemáticamente ondulados.
Obra cumbre de la escultura arcaica es el
llamado trono Ludovisi, descubierto
en el año 1887, en Roma, al derribar la antigua villa del mismo nombre con
objeto de formar un barrio elegante. Es un bloque de mármol con relieves en
tres de sus caras y abierto en la parte anterior para formar una especie de
trono. En lo que constituye el respaldo está representado el nacimiento de
Afrodita en el acto de surgir de las ondas del mar; dos ninfas, en la orilla pedregosa,
la recogen en sus brazos: el esbelto cuerpo de la diosa aparece húmedo, fresco
y de belleza juvenil. Dos relieves simétricos representan a cada lado lo que
podría llamarse el amor sagrado y el profano: en uno, la esposa, cubierta con
un velo, cuida celosamente de mantener la lámpara encendida; en el otro aparece
una flautista tocando su instrumento, con las piernas cruzadas y desnuda, como
si se tratase de una cortesana.
Mientras con la decoración de monumentos se
estimulaba la evolución de la escultura en mármol, cuya escuela principal desde
principios del siglo V fue la de Atenas, en Argos y Sicione, ciudades dóricas,
continuaban reproduciéndose principalmente en bronce los tipos atléticos del
joven desnudo. Estas formas dóricas eran más a propósito para la fundición en
metal que las más complicadas creaciones de la escultura jónica. Así pues, no
tiene nada de particular que tanto Egina como Sicione y Argos continuaran
siendo los grandes centros de la escultura de fundición.
Los atletas, construidos a base de líneas
simples, en grandes planos, con sus formas anatómicas bien acentuadas, y las
muchachas, envueltas en la indumentaria casi cilíndrica de su túnica, con su
peplo poco plegado, eran más fáciles de fundir que las rizadas kórai jónicas, cuyo manto caía en
pliegues graciosos. Se sabe que Ageladas de Argos fundió para Delfos un grupo
de caballos y prisioneros de guerra cuyo importe sufragaron los habitantes de
Tarento, y que Onatas, el fundidor de Egina, era famoso por varias obras
labradas en bronce, sobre todo un Zeus fulminando los rayos que acaso
corresponda al gran bronce hallado en el mar cerca del cabo Artemision, pero
que seguramente sería una imagen de Poseidón (hoy en el Museo Nacional de
Atenas).
⇨ Estela funeraria del hoplita Aristion de Aristaeles (Museo Nacional de Atenas). Obra de este
escultor, según la inscripción de ·la base, y procedente de Velanidesa, es uno
de los relieves áticos más bellos del período tardío (510 a.C.). La finura de
los detalles y el rico modelado de las superficies siguen pareciendo
admirables.
También se ha atribuido a Onatas la estatua
en bronce de un auriga o cochero encontrada en Delfos. Actualmente se tiende a
considerar al Auriga de Delfos como obra de la escuela del llamado Pitágoras de
Regio. Todavía Taciano, en el siglo III d. C., menciona dos esculturas de
Eteocles y Polinices, obras suyas, cuyo recuerdo quisiera destruir porque le
obsesionan por su belleza, y las maldice, así como a su autor.
Por fortuna, las imprecaciones de Taciano no
consiguieron destruir el bronce magnífico del Auriga de Delfos. La figura está
rígida, inmóvil, con los pies planos, sin manifestar en todo el cuerpo el menor
movimiento; los pliegues del ropaje caen rectos. A pesar de esta simplicidad de
estilo y de su técnica severa, sin ninguna concesión amable, ¡cuánta belleza,
cuán noble dignidad!
Una de las cosas que contribuyen más al gran
efecto estético del Auriga de Delfos es la sabia simplificación de sus formas,
ya que la sencillez de sus líneas se aviene naturalmente con las exigencias de
la técnica del bronce. El metal ha corrido sin dificultad a lo largo de aquel
cilindro de pliegues que viene a formar la figura y apenas ha tenido que
desviarse dentro del molde para llenar un pequeño repliegue; se comprende que
su fundición debía de ser empresa fácil, como el nacimiento de un nuevo ser en
parto normal. Si el Auriga de Delfos hubiese sido reproducido en mármol,
parecería un tronco excesivamente inmóvil, falto de vida y carente de
expresión; pero ahora la vista se complace precisamente en aquella rigidez y
puede apreciar muy bien los exquisitos detalles de los pliegues de la túnica
floja o de los cabellos rizados sobre un cráneo casi esférico. Es de deplorar
que no se haya recuperado sino una de las estatuas del grupo de que formaba
parte el Auriga; únicamente un pequeño caballo de bronce que se conserva en el
Museo Metropolitano de Nueva York puede dar alguna idea de lo que eran los
corceles de la cuadriga.
⇦ El mensajero de Maratón (Museo Nacional de Atenas). Estela
funeraria del hoplita que anunció la victoria de esta batalla, en memoria
perenne de su heroísmo. Los persas habían conquistado Tracia y Macedonia,
habían destruido Eretria. En Maratón, al sur de Eretria, se produjo el
enfrentamiento entre persas y atenienses. Los persas, hasta entonces
invencibles, fueron derrotados y esa primera victoria convertiría a Atenas en
ciudad-guía de toda la Hélade. El hoplita encargado de anunciar a la ciudad la
buena nueva cubre el trayecto corriendo y, al llegar, muere extenuado por la
fatiga.
Obra del siglo VI a.C., famosa en la
antigüedad, era el grupo de los dos tiranicidas Harmodio y Aristogitón, de
Antenor, que se levantaba en el Agora de Atenas. A Antenor han atribuido
algunos las esculturas arcaicas que ornamentaron el templo de Apolo en Delfos.
El grupo de los Tiranicidas fue llevado de Atenas a Persia por Jerjes en el año
480 antes de Cristo, y fue devuelto a Atenas en la época alejandrina. Cuando
hubo sido arrebatado por los persas, fue sustituido por otro grupo que fue
admirado profundamente todavía por Pausanias, y del que no queda en la
actualidad más que una simple copia en mármol de época romana. Sus autores, los
artífices Critio y Nesiotes, se atuvieron estrictamente a los preceptos de la
escuela dórica de fundidores de bronces, sin tener en cuenta que la obra era
para Atenas y para conmemorar un hecho de gran importancia en la historia
ateniense.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario.