Punto al Arte: De la mastaba a la gran pirámide

De la mastaba a la gran pirámide


Estela del rey Vadyi o "Rey Serpiente" (Musée
du Louvre, París). Relieve calcáreo procedente
de Abydos y perteneciente a la I Dinastía. Mide
1.45 m y constituye la parte superior de una
alta estela que adornaba la puerta del cenota-
fio del rey Vadyi. El dios dinástico Horus, el
Halcón, ha evolucionado hacia el hieratismo de
la divinidad y domina el estandarte. El jeroglífi-
co de la serpiente está inscrito en un patio limi-
tado por un muro con tres torres, el cual pro-
porciona la imagen exacta de los muros de las
primitivas ciudades.

Con la III Dinastía se realiza una gran transformación en Egipto, que se refleja en el sepulcro. Este gran cambio es el motivo de que los historiadores coloquen aquí el inicio del primero de los grandes períodos del Egipto faraónico: el llamado Imperio Antiguo. Debió de ser una reforma religiosa que no trascendió al bajo pueblo -siempre devoto de Osiris-, pero que se impuso entre los grandes, magistrados, funcionarios y, sobre todo, los miembros de la familia real. Sin repudiar enteramente a Osiris, estas clases superiores se entregaron, con un fervor que les llevó a ejecutar grandes obras, a otro concepto religioso, mejor dicho, a otro sistema filosófico: el de Ra. Desde tiempo inmemorial se había ido formando un verdadero sistema cosmogónico en el santuario de On, que los griegos llamaron Heliópolis, centrado en la idea de Ra, el dios solar. Osiris, con su popularidad, era la causa de que se le hubiese relegado a segundo plano, pero hacia el año tres mil antes de Jesucristo un faraón llamado Zoser, de la III Dinastía, aconsejado por su visir Imhotep, se interesó intensamente por el concepto de Ra, mucho más elevado que lo era el de Osiris, y lo impuso a los miembros de su familia y de la corte. Desde entonces el sepulcro ya no fue un antro subterráneo, sino una construcción al aire libre: los faraones fueron enterrados en pirámides, porque aquellas paredes en pendiente, son el símbolo del mundo, dominado por el vértice o cúspide, donde está Ra en su barca solar. La misma pared de la pirámide tiene una pendiente de 51 grados, la más a propósito para deslizarse el alma en su viaje a lo alto para unirse con Ra, y desde allí contemplar el suelo iluminado por sus rayos.

Por esto, a partir de Zoser, y en las dinastías subsiguientes, los monumentos funerarios egipcios son de dos tipos: las tumbas comunes, para los altos funcionarios, que se ha convenido en llamar mastabas, y las tumbas reales, cuyo elemento principal es la pirámide. La pirámide de Zoser, en Saqqarah, es escalonada. Sugiere una mastaba gigantesca sobre la que se ha edificado otra menor, y encima de este piso, otro y otro ... hasta siete. Así este primer experimento de pirámide aparece como una evolución por multiplicación y superposición de la forma de mastaba, que se abandonó recelosamente para los sepulcros reales. El autor de esta innovación fue probablemente el visir Imhotep, arquitecto y médico del faraón Zoser. 

Detalle de la estatua del faraón Zoser (Museo Egipcio, El Cairo). Fue hallada en el "Serdap", en la parte baja de la pirámide escalonada que en honor de este faraón de la III Dinastla levantó lmhotep. El rey está sentado en su trono y lleva el traje ritual, tocado de tela a rayas o "klaft", y la barba postiza que serán, a partir de ahora, signos de la dignidad real. Los ojos incrustados reforzaban seguramente la amenazadora impresión de autoridad.
Por otro lado, no es extraño que hayamos empezado a hablar de tumbas al referirnos al Imperio Antiguo. La obsesión de esta época es la muerte. Todo el arte de aquel período gira alrededor de este eje hasta llegar a la expresión plástica de severa elementalidad que es la pirámide, cristalización de la aspiración hacia lo alto.

Las excavaciones de Mariette en la plataforma de arenas que se extiende por la orilla derecha del Nilo, cerca de Menfis, pusieron al descubierto una de las necrópolis más importantes de la capital del Bajo Egipto.


La famosa pirámide escalonada del faraón Zoser en Saqqarah y, en primer término, las excavaciones del amplio recinto de edificaciones que la rodeaba y la complementaba, formando una verdadera ciudad funeraria. Todo ello se atribuye a lmhotep, llamado “arquitecto de todas las obras del rey" y ejecutor de los planes del mayor de los faraones de la III Dinastia, por lo que logró una extraordinaria trascendencia, hasta el extremo de que su nombre fue divinizado. La pirámide propiamente dicha constituye una estructura de seis pisos en forma de mastaba que llega a más de 60 m de altura.
El aspecto general de esta ciudad de los muertos ya había llamado la atención de la comisión francesa de la campaña napoleónica. "Hasta el pie de las grandes pirámides se distinguen enterradas en la arena una gran cantidad de construcciones rectangulares y casi oblongas, completamente orientadas." Se trataba de las mastabas, que recibieron esta denominación del nombre egipcio mastaba, que quiere decir sofá, puesto que tienen, efectivamente, la forma de un diván.

La exploración de las mastabas de la necrópolis de Menfis ha suministrado los principales documentos para el estudio de las primeras dinastías.

Tabla de Zoser (Asuán, Egipto). Grabado en piedra con escritura jeroglífica y representaciones del faraón. 
La mastaba continúa siendo una sepultura del tipo de cámara, pero además de esta primera cámara, accesible por una puerta única, donde se suponía que tenía que habitar el doble o espectro, reproducido en la pared por medio de pinturas o esculturas en relieve, la mastaba tiene una segunda cámara subterránea, de acceso disimulado en las paredes, a la que se desciende por un pozo y la cual contiene la momia.

Así se procuraba impedir la violación del cadáver, aunque una primera inmortalidad se conseguía ya con el sinnúmero de estatuas y figuras que perpetuaban la imagen del doble. En las salas de los museos occidentales, ellas procuran hoy, con nuevo sentido, la inmortalidad artística de los personajes a quienes hubieron de asegurar su segunda existencia una vez difuntos; por ellas viven todavía, en cierto modo, los altos funcionarios, sacerdotes y generales contemporáneos de los faraones que construyeron las pirámides. Todo el pueblo de la capital dormía en la necrópolis de Menfis: la gente pobre, enterrada en las arenas con sus momias superpuestas a millares; los grandes ciudadanos, en las mastabas, y los faraones, en sus tumbas colosales de las pirámides.

Interior de la mastaba de Mereruka, una de las más notables de Saqqarah. Este visir de Teti, faraón de la V Dinastía, está representado en la estatua pintada que aparece en la hornacina. Las mastabas se dividían interiormente en la cámara de las ofrendas al "Ka" o doble del difunto, la cámara secreta con sus retratos, y la cámara mortuoria subterránea que contenía el sarcófago.
 
Bajorrelieve de la mastaba de Mereruka (Saqqarah). Representa a la esposa del visir del faraón a los pies de éste, oliendo una flor de loto. La mujer de Mereruka tuvo derecho solamente a seis salas de las treinta y dos que éste construyó para su sepultura.

Relieve policromado de la mastaba de Mereruka (Saqqarah). Se halla en el interior del monumento funerario del alto funcionario del faraón, cuyo lujo y profusa decoración dan una idea del poder e independencia que había adquirido la nobleza. Este relieve, como todos los que adornan esta mastaba, es de grandes proporciones.

En las cámaras sepulcrales de las mastabas es frecuente encontrar los muros cubiertos de relieves muy bajos, pero de una prodigiosa finura al describir los cuerpos humanos. Estos relieves policromados cuentan la vida del difunto. La familia, el trabajo, los placeres, toda la sencilla existencia de este pueblo pacifico aparece a los ojos claramente expuesta mediante la típica representación figurativa egipcia (rostro y piernas de perfil, torso de frente) de que hablábamos antes. Este sistema representativo contrasta con la rígida frontalidad de las estatuas exentas, de las que se hará referencia después, y con el hecho de que las representaciones de animales escapan a la norma del sistema. Es evidente que los egipcios utilizaban esta convención figurativa porque preferían -quizá por ser más clara y explícita- la representación del cuerpo humano que resulta de la núsma. Algunas mastabas de la V Dinastía, como la de Mereruka y las de Ti y Pta-Hotep, en Saqqarah, son maravillosas contribuciones de los escultores del Imperio Antiguo al tesoro artístico de la humanidad. Sus delicadísimos relieves no han cesado de deslumbrar.

En la mastaba de Ti hay escenas pastoriles en las que se ven a los vaqueros ordeñando a los animales con las patas traseras atadas, para mayor comodidad, mientras los becerros atados a un arbusto mugen por sus madres; más allá, los segadores y gavilladores, sumergidos en la luz de Egipto, y en otro lugar los cazadores, provistos de arpones, navegando en ligeros esquifes y persiguiendo a los hipopótamos que nadan en el río; todo un mundo de pájaros que cantan ruidosamente se esconde entre los cañaverales y tallos de los papiros que crecen en el agua.

Relieve policromado de la mastaba de Ti (Saqqarah). Se halla en el interior de la tumba y forma, junto a los otros muchos que en registros superpuestos cubren las paredes, una auténtica antología en imágenes de la sociedad de su época. Una serie de escribas semiarrodillados verifican las cuentas del pan entregado al intendente.

Se podrá pensar que tales escenas bucólicas son poco a propósito para el sepulcro de un gran personaje del Estado, pero el amor por los animales y por la vida del campo es una constante en tales monumentos.

Las pirámides han necesitado menos retratos y objetos de ajuar funerario que las mastabas. Los faraones, devotos de Ra en sus grados superiores de iniciación o adopción por el dios solar, no necesitaban tantos medios para defenderse de la destrucción y la muerte.

Relieve policromado de la mastaba de Ti (Saqqarah). Representa la escena del sacrificio de un toro en el matadero. Todas las clases sociales, todos los oficios, están registrados en plena actividad en las paredes de esta tumba, denotando a veces un fino humor y otras una crudeza vulgar.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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