Con la estela de Naram-Sin, hallada en Susa, el relieve
acadio alcanza su máximo esplendor. En ella se narra, únicamente por una sola
cara, la victoriosa campaña del rey acadio contra los lulubi, pueblo montañés
del Zagros.
El rey está en lo alto de
una montaña, con un pie sobre un enemigo caído y se yergue potente ante otros
dos jefes: uno de rodillas está ya atravesado por una lanza; el otro todavía de
pie, tal vez Satuni, el rey de los lulubi, junta las manos suplicando clemencia.
Corona la composición los dos astros solares: la estrella del alba, la Venus
babilónica, lshtar, y Sin, el astro lunar. Debajo del soberano, aparecen los
soldados subiendo al monte por una escarpada ladera.
La temática es evidente:
el triunfo del rey ante sus enemigos. La estela presenta sólo el momento más
significativo de la batalla, la escena culminante. Destaca la importancia
otorgada a la figura del rey, que se ha representado convencionalmente mucho
mayor que los soldados. La categoría divina de la figura real está expresada
mediante el casco con cuernos, símbolo de poderío y potencia. El plano donde lo
divino y de lo humano están perfectamente delimitados.
Los dioses protegen la
acción del rey y son, en última instancia, sus valedores supremos, no
intervienen como humanos en la lucha, no participan real ni alegóricamente en
ella, tan sólo se limitan a observaría con su presencia simbólica en lo alto
del cono-montaña donde finaliza el triunfo real.
La propia estructura de la
estela induce a una visión ascensional del episodio, en lugar de una división
en registros: un paisaje montañoso conforma una orientación oblicua de la
escena, que culmina en la potente figura de Naram-Sin. El rey-dios alza su
pierna izquierda para aplastar a sus enemigos, algunos de los cuales caen
muertos, en tanto que otros, a la derecha, suplican la benevolencia del
vencedor. Es una magnífica composición en diagonal que se adapta muy bien a la
forma puntiaguda de la estela.
Es extraordinaria la
capacidad del artista de llenar completamente el campo con una sola escena. Ha
logrado, a través de unos pocos personajes, dar la sensación de un numeroso
ejército. Hay, pues, una intención de representar un principio de perspectiva.
Igualmente magnífica es la
captación del paisaje, sugerido por las líneas onduladas del suelo y por
algunos árboles, que denotan el dominio de la naturaleza por parte del
escultor.
Los guerreros del rey, que
repiten en su actitud la del príncipe, presentan un sentido realista en sus
posturas al intentar subir por la dificultosa pendiente. Los personajes están
individualizados a través de gestos, sobre todo los enemigos, diferenciados por
los cabellos peinados en larga cola. Asimismo, la actitud del rey, que lleva la
mano izquierda con las armas ante el pecho y en la mano derecha una flecha, es
muy enérgica y llena de vitalidad.
La estela, de dos metros
de alto, sigue la misma norma que las obras egipcias, pues en la reproducción de
una cabeza rara vez se la representa de frente, siempre de perfil.
La estela de Naram-Sin, símbolo de la
exaltación del rey y de sus hazañas bélicas, realizada en piedra arenisca rosada
en la segunda mitad del III milenio a.C., hoy se encuentra en el Musée du
Louvre de París.
Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial
Salvat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario.