La Venus del espejo o Venus y
Cupido es una de las obras más famosas y singulares de Velázquez, no tanto
por su indiscutible calidad técnica sino por el tema representado: una Venus
desnuda, tema insólito en la pintura española de la época. De hecho, es la
única obra conservada del pintor sevillano en la que aparece un desnudo
femenino integral, aunque, según los inventarios redactados aún en vida del
artista, realizó otros dos más.
Como muchas obras mitológicas de
la época, el modelado del cuerpo ha hecho pensar en una inspiración en la
escultura clásica, particularmente parece evidente su relación con el
Hermafrodita, cuya actitud reproduce. Pero también mantiene numerosas
referencias a la pintura veneciana, sobre todo de Tintoretto, Tiziano y Giorgione, y a la obra de Rubens e incluso de Miguel Ángel.
En este lienzo, de compleja
interpretación, el sevillano coloca a una mujer vista de espaldas de belleza
palpable y misterioso encanto, de carne y hueso. Queda reflejado su admirable
habilidad para representar la anatomía.
Da la sensación de que el artista
hubiese sorprendido a Venus mientras Cupido sostiene el espejo en el que se
refleja el rostro de la belleza, aunque en realidad lo que deberíamos ver sería
el cuerpo de la diosa tendida sobre un manto oscuro. La cara de la modelo resulta
real e irreal al mismo tiempo, probablemente el rostro se difumina
intencionadamente para esconder su identidad por temor a la Iglesia, pues este
tipo de escenas estaban completamente prohibidas.
Resalta el contraste entre el
paño gris azulado, sobre el que está tendida la joven, y el color blanco, al
igual que el cortinaje rojo, que a su vez da gran carga erótica al asunto. La
inclinación del espejo imposibilita que se muestre el rostro, ya que está fuera
del cuadro.
Existen discusiones en cuanto a la
fecha de realización del lienzo, aunque la mayoría de las opiniones coinciden
en que pertenece a la época de su segundo viaje a Italia. De todas formas, la
obra apareció nombrada en un inventario de 1651 como propiedad del Marqués del
Carpio y de Heliche, primer propietario documentado de la obra, y por tanto en
cualquier caso su fecha no puede ser anterior a 1651.
Además, el cuadro representa un
tema que en España estaba perseguido por la Inquisición, en cambio en Italia
este tipo de escenas eran frecuentes, sólo hace falta recordar, entre otras,
las Venus de Giorgione o la de Tiziano.
Su pertenencia a dicho Marqués,
gran amante de la obra de Velázquez y de las mujeres, ha suscitado la opinión
de que pueda representar a su esposa o a una de sus amantes. Quizás para
despistar, el pintor colocó el rostro del espejo difuminado para así reflejar
inciertamente la dama que el marqués amaba. En cambio, las últimas
investigaciones han dado a la luz que la figura femenina corresponde al retrato
de la amante de Velázquez, tal vez la pintora Flaminia Triva.
Hasta La maja desnuda de Francisco de Gaya no se volverá a retomar la
temática del desnudo femenino con tanta magnificencia.
Realizada quizás en Roma, este
óleo sobre lienzo, de 122,5 x 175 cm, se puede admirar en todo su esplendor en
la National Gallery de Londres, a pesar de que en 1914 recibiera siete
puñaladas que apenas sí se notan actualmente.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.