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Arquitectura colonial

Para comenzar hay que distinguir dos colonizaciones francamente distintas: la española y la portuguesa. En la española, tres zonas culturales, tres “mundos” se imponen enseguida: a) el Caribe, especie de mar “Mediterráneo de América” de donde partieron los conquistadores; b) la totalidad de Centroamérica, desde California hasta Panamá; c) toda la América del Sur a exclusión del Brasil. Así que éstas serán las tres grandes zonas que se visitarán en este recorrido por la arquitectura colonial.

Capilla del Rosario, en la iglesia 
de Santo Domingo (Puebla). De
estilo barroco mexicano, está con-
siderada una obra maestra de la 
arquitectura de esta ciudad.

 Como se tendrá ocasión de comprobar más adelante, la inmensa mayoría de obras de la arquitectura colonial pertenecen al siglo XVIII. De este modo, desde mediados del siglo XVII, el estilo barroco tomó fuerza en América Latina sobre todo en los actuales territorios de México y Guatemala y en las ciudades peruanas de Cuzco y Lima. Pero el arte decorativista, fruto del mestizaje entre el barroco y las tendencias artísticas autóctonas, tuvo en las tierras volcánicas de Centroamérica una característica singular: la horizontalidad de los edificios, a causa de la actividad sísmica. En la arquitectura urbana se distinguen los edificios masivos, de muros anchos y torres bajas para resistir la actividad telúrica de la zona, así como las quinchas o entramados de cañas atadas y aglutinadas con barro.

Catedral de Santa María la Menor. en Santo Domingo. Fue iniciada en 1523 por el obispo Geraldini, un italiano que había sido preceptor de los hijos de los Reyes Católicos. Construida por canteros y escultores llegados inmediatamente después de descubrimiento del Nuevo Mundo, su estilo Renacimiento, tan europeo y tan puro, la convierten en algo excepcional en América. Fue la primera catedral que se construyó en el continente y en ella descansaron los restos de Colón. 

Por otro lado, también es preciso hablar del urbanismo que surge a raíz de la llegada de los conquistadores. La labor urbanística de los españoles y los portugueses a su llegada a América se desarrolló en varios planos: el asentamiento de los colonizadores en las ciudades existentes y en las de nueva fundación, la labor doctrinal y la defensa de su comercio. El modelo de ciudad adoptado en el Nuevo Mundo fue el que imponía el estilo barroco en Europa, donde la urbe se concebía como símbolo del poder absoluto de los reyes y se estructuraba en torno a un centro constituido por una gran plaza, la plaza mayor, y se distribuía en manzanas y amplias calles de trazado en cuadrícula. Sobre esta base, los colonizadores adaptaron para sus fines los grandes núcleos indígenas y fundaron otros nuevos.

Asimismo, la preocupación por la seguridad del comercio se manifestó en la planificación de las ciudades costeras, construidas todas ellas con un carácter defensivo siguiendo la tradición de las fortificaciones militares. La Habana, Cartagena de Indias, San Juan de Puerto Rico y Veracruz, entre otras, contaron con murallas y castillos preparados para la defensa.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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