Punto al Arte: La expansión de la cultura griega: el helenismo

La expansión de la cultura griega: el helenismo

El mundo griego se ha ido ensanchando enormemente con las conquistas de Alejandro; los pueblos de Asia y Egipto, donde hasta entonces el helenismo se había introducido con timidez, son ahora los que, adoptando el gusto griego, renuevan los estilos con entusiasmo juvenil. Grecia renace en estas tierras de adopción: Alejandría, Pérgamo, Antioquía, Éfeso son ahora las nuevas capitales del arte; cada una de ellas contribuye con una nota especial. Se comprende que haya tanta variedad en el arte griego de estos siglos, porque diversos fueron también los pueblos que lo asimilaron. A todo este período, en un principio, se le llamó simplemente alejandrino, por creer que fue en la nueva metrópoli africana donde el arte y la cultura griegas se desarrollaron con preferencia. Pero hoy, para hacer justicia a los pueblos de Asia que contribuyeron tanto o más que Alejandría a la última evolución del arte griego, se ha preferido designarlo con el nombre más general de helenístico.

Bajorrelieves florales en el Santuario de Eleusis. Fragmentos que se hallaban en el friso de los propileos del santuario. 

⇦ Altar con motivos taurinos en el templo de la isla de Delos. La base de este pequeño altar presenta varias cabezas de toro y ornamentos frutales.



Debió de existir un arte helenístico en Egipto, sobre todo en Alejandría; hubo un arte o varios artes helenísticos en Asia: Pérgamo, Rodas y Antioquía; un arte helénico en Italia, que contribuyó no poco a la formación del arte romano, y hasta un arte helenístico en la propia Grecia. La misma Atenas no debía de permanecer extraña a este gran movimiento, y, sobre todo los nuevos príncipes, sucesores de Alejandro, sintieron por ella especial predilección. De Asia le enviaban sus tesoros; es significativo que uno de los velos del templo de Jerusalén pasara al Partenón, y que Antíoco Epífano, desde Siria, diera nuevo impulso a la construcción del Olimpeión, o templo de Júpiter en Atenas, que se había empezado ya en el siglo V, antes de las guerras con los persas. El gran edificio quedó sin concluir; sus gigantescas columnas corintias causaban a los viajeros de la época romana el mismo asombro que producen en nuestros días. Vitruvio lo cita como ejemplo entre los templos hípetros, esto es, los que en su doble columnata encierran una cella abierta, como un patio al aire libre. Adriano más tarde impulsó de nuevo su construcción, pero, a pesar de ello, aquel edificio gigantesco quedó otra vez sin terminar. Otros ejemplos del prestigio que ejercía aún Atenas son los exvotos que Atalo, rey de Pérgamo, envió para la Acrópolis, y los Propileos o puerta monumental del vecino santuario de Eleusis, construidos por el romano Apio Claudio y de los cuales se han encontrado unos bellísimos capiteles triangulares con grifos y hermosas hojas rizadas de acanto.

Torre de los Vientos en Atenas. Esta torre de planta octogonal, construida por obra de Andrónico de Cirros en el siglo 1 a.C., contenía probablemente un reloj hidráulico. Dichos relojes servían para indicar la dirección del viento. Los lados del octógono de la torre corresponderían a cada punto de la rosa de los vientos. En lo alto del reloj, un pequeño Tritón, hoy desaparecido, servía de veleta.

El pequeño edificio octogonal llamado torre de los Vientos, en Atenas, data también de esta época. Debía de sostener una clepsidra (reloj de agua) o un gnomon (reloj solar). Estaba en el centro de una plaza mercado, porque otra construcción parecida se ve en una pintura de Pompeya en medio de una plaza porticada, que debe de representar un mercado de carne. Los pórticos o edificios que rodeaban dicha torre han desaparecido ya. El gracioso edículo lleva este nombre por los ocho relieves, con figuras que representan cada uno de los vientos, que forman una especie de friso en la parte superior.

En toda Grecia, por obra de espléndidos protectores, se erigieron en este período numerosas construcciones monumentales. El santuario de Olimpia, por ejemplo, debía de cambiar de aspecto con el edificio circular llamado Filipeión y el pórtico de Eco, con las estatuas de los generales compañeros de Alejandro, y más tarde, en la época romana, con la Exedra de Herodes Ático y muchas nuevas construcciones imperiales. Pero la piedad se había encauzado aún más, por esta época, hacia el viejo santuario de la isla de Delos. Las excavaciones de la árida isla por los franceses de la escuela de Atenas han puesto de manifiesto lo que era una de estas ciudades nacidas en la época helenística alrededor de un santuario. La población debió de ser cosmopolita; existía ya un barrio para los italianos y otro para los levantinos; la urbanización, adaptándose algo a los accidentes del terreno, seguía, por lo común, la regla del antiguo arquitecto jónico Hipoda-mos de Mileto, que prescribe el cuadriculado de las calles.

Casa de los Delfines en la isla de Delos. El patio conserva un gran mosaico con representaciones de animales marinos.

Un curioso edificio de Delos es el llamado pórtico de los Toros, una larga sala de techo sostenido por pilares con unas ménsulas en forma de toros arrodillados. Esta especie de capitel o ménsula con animales se empleó frecuentemente en la época romana; ya se verá como, en este período helenístico, se crearon también muchos de los tipos arquitectónicos que Roma imitó después.

Más regular todavía en su urbanización, completamente dispuesta según el riguroso método del cuadriculado, es Priene, una famosa ciudad helenística de Asia. Por el perfecto estado de conservación de sus ruinas, se la puede tomar como modelo de una ciudad helenística de segundo orden. Priene está asentada en un contrafuerte rocoso de montañas sobre el valle del Meandro; desde las terrazas que forman las calles se ve el río, serpenteando, atravesar la llanura hasta perderse en el mar. A pesar de la fuerte inclinación del suelo, las calles se cruzan en ángulo recto: hay seis horizontales, más anchas, y dieciséis perpendiculares que bajan en rápida pendiente, por lo que se tiene necesidad de formar peldaños para superar el desnivel del terreno.

Salón Rojo (Biblioteca de Pérgamo). El pórtico fue construido con ladrillos rojos por orden del empe· rador Adriano. Esta biblioteca fue una de las más importantes de su época, con capacidad para almacenar hasta diez mil volúmenes.

Las casas tienen las menos aberturas posibles a la calle; si dan a dos vías, la puerta se halla a veces en la calle menor, escondida a la mirada de los transeúntes. Esta puerta, por medio de un corredor lateral, conduce a un patio cuadrado, en el cual, se abren todas las piezas de la casa; en el fondo de este patio está la sala principal, que sirve para recibimiento y comedor.

La disposición de las viviendas griegas de Délos y Priene varía poco; todas tienen el patio central, más o menos grande, que falta en las casas romanas de la época republicana. La diferencia revela origen diferente: la casa griega nació de la habitación prehelénica con patio y megarón; la casa romana procede, en cambio, de la choza primitiva del Lacio, hecha con troncos y ramas y una abertura superior para dar salida al humo, la cual se convierte en el atrium. Al comenzar el siglo I, la moda por las costumbres griegas introduce el patio central en las casas romanas, por lo cual la mayoría de las de Pompeya y de la Roma imperial son verdaderamente casas griegas, tan útiles para este estudio como las de Délos y Priene. En Pompeya algunas casas constan ya de varios pisos, y así debieron de ser también las de las grandes metrópolis helenísticas, como Alejandría y Antioquía; los tipos de Délos y Priene corresponden a ciudades poco populosas, en las cuales no había gran aglomeración de edificaciones.

Pórtico de la biblioteca de Éfeso. Pórtico de dos pisos con amplios antepechos y nichos con decorados escultóricos.

En Priene, dominando el mercado con sus tiendas, se halla un gran pórtico, o stoá, como un paseo público. Los pórticos, muy abundantes, son una de las cosas más características de estas ciudades semilibres de Oriente, a las cuales las monarquías alejandrinas habían concedido innumerables privilegios. A veces los pórticos tienen dos pisos, como en la plaza porticada de Pérgamo, conocida como una basílica o lugar de contratación; los antepechos del pórtico superior están ya decorados con relieves de trofeos militares, de los cuales hubo de sacar tanto partido el arte del Imperio romano. En el lado norte de esta plaza de Pérgamo se había alojado la famosa biblioteca de diez mil volúmenes, colocados en nichos alrededor de una sala cuadrada.

Teatro de Epidauro. Este recinto teatral es uno de los más importantes por sus dimensiones y su planta armónica. La proporción de sus gradas demuestra la importancia que tenía el teatro como fenómeno social.

Sillón presidencial del Teatro de Dionisos, Acró- polis de Atenas. Los teatros servían tanto para representar escenificaciones y obras de ficción como también para acoger reuniones de los consejos municipales. Sus dimensiones espaciales aumentaron considerablemente en comparación con otras construcciones urbanas.

En la época helenística, las bibliotecas municipales estaban a veces en un edificio especial; la biblioteca de Éfeso, restaurada por los austríacos, tenía una suntuosa fachada con dos órdenes de aberturas. Los manuscritos y los rótulos se guardarían en nichos cuadrados entre columnas, alrededor de los muros. En el fondo de la sala se ve aún un nicho mayor, donde debió de colocarse una gran estatua, acaso la representación de la ciudad o una figura divinizada del príncipe que había erigido el edificio.

La biblioteca de Éfeso se imitó en la época romana; las excavaciones de las Termas de Caracalla, en Roma, han puesto al descubierto los dos cuerpos de edificio ya señalados como bibliotecas al lado de la palestra, los cuales ahora se ha visto que tenían la misma disposición, los mismos nichos y columnas que la biblioteca de Éfeso.

Otro edificio de empleo intelectual era el gimnasio para la educación de la juventud, el cual venía a prestar el mismo servicio de los actuales institutos secundarios. El gimnasio de Solunto, emplazado en un lugar estrecho, tenía sus dependencias alrededor de un pórtico con dos pisos, el inferior dórico y el de arriba jónico, con sus salas. Pero el que se debe tomar como tipo del gimnasio griego es el de Siracusa. Tiene un hemiciclo con gradas para los ciudadanos que asistían a los cursos y conferencias, enfrente de un pequeño templo que lo aisla de la grandiosa y magnífica palestra para ejercicios musculares, que está detrás. Alrededor de la palestra corre un pórtico para pasearse y conversar, donde estaría también instalada la biblioteca.

Pórtico del ágora sur en Mileto. El ágora se utilizaba para convocar las asambleas y homenajear a los héroes locales.

Un elemento casi indispensable de una ciudad helenística era el buleuterion, o palacio del Consejo municipal. Muchas ciudades de Asia gozaban de tal autonomía y, por tanto, que necesitaban de este edificio, donde se reunía el minúsculo senado. Uno de los edificios de este género que se ha podido conocer de un modo completo es el de Mileto. El ingreso es un pórtico a modo de propileos, con cuatro columnas en la fachada, que conduce a un patio cuadrado, también porticado. En este patio hay una ara, que debía de ser altar o sepulcro de un ciudadano insigne (todavía un heroón), y en el fondo se hallan las dependencias destinadas a administración y la sala de reuniones.

El teatro nunca faltaba en una ciudad helenística. Dos cosas lo distinguen del antiguo teatro griego: sus dimensiones, cada vez mayores, y la escena, asimismo más grande y más lujosa. En esta época el número de actores aumentó constantemente, y se necesitó una escena capaz para las representaciones de gran espectáculo. Esto explica esas grandes escenas decoradas con columnas que tienen a veces la importancia de un monumento. A cada lado de la escena se halla la doble puerta por donde entraban los actores y el coro.

En el teatro de Epidauro llama la atención el círculo que hay marcado en el suelo, el cual reproduce el trazado de la planta de un teatro griego tal como indica Vitruvio, esto es, con la escena situada en una tangente a la circunferencia que forman las gradas inferiores. En la época romana, el espacio para el coro quedó reducido a un mínimo, ya que la “nueva comedia” no necesitaba coro.

Sarcófago de Pamfilia (Museo Arqueológico de Konya). Esta obra sepulcral está hermosamente decorada con relieves de mármol.

Las dimensiones de las graderías para el público alcanzan enorme extensión en las ciudades helenísticas. Los teatros son una verdadera vanidad de la época; las ciudades menos importantes rivalizan en construir grandes teatros que pudieran acoger a millares de espectadores. Atenas ve reconstruir su teatro de Dionisos con una suntuosidad no igualada por los otros teatros griegos. El basamento de la escena está adornado con altos relieves, y son magníficos los sillones de mármol para los magistrados y altos funcionarios.

Para completar la idea de una ciudad helenística, habría que decir algo de las tumbas, aunque reina gran eclecticismo en esta época respecto a la inhumación de cadáveres; cada región de esta nueva Grecia cosmopolita sigue practicando sus antiguos usos funerarios. Atenas continúa sus enterramientos en el Cerámico, con estelas tradicionales, sólo que los asuntos se hacen cada vez más personales y anecdóticos. A veces, los mismos antiguos temas, como el de la despedida eterna, aparecen en relieves pequeños, debajo de una profusa ornamentación de acantos; otras veces, los motivos son puramente decorativos. En Asia, las tumbas monumentales del género del Mausoleo van repitiéndose con formas más simples, como torres de basamento cuadrado o circular.

Muchas ciudades de Asia poseen gran abundancia de sarcófagos, algunos decorados con lujo insuperable. La caja marmórea para contener el cadáver no es de origen griego, sino oriental, y hasta muy avanzada la Era cristiana se exportaron sarcófagos de Asia a Grecia y Roma. Pero los asuntos de los relieves fueron al principio los favoritos de los antiguos griegos; los mismos que hemos encontrado en las urnas cinerarias: mujeres enlutadas como plañideras, carreras de carros para el funeral, esculpidos en piedra o mármol en lugar de pintados.

Ruinas del templo de Apolo Didímeo, en Mileto. Esta vista aérea muestra las colosales columnas con las que erigieron este monumental templo híptero, que encerraban un gran patio central.

Intencionadamente se ha dejado para lo último hablar de los templos, porque siempre los edificios religiosos son los que guardan con más escrupulosidad las tradiciones establecidas; pero en esta época de gran renovación de formas arquitectónicas hasta las construcciones religiosas hubieron de participar del cambio que se operaba. La fe más filosófica, casi panteísta, de estos tiempos, además del culto de los dioses individuales, dio origen al gusto por los grandes altares ricamente decorados, cual se exigía a una construcción hecha en puro holocausto a la divinidad. Antiguamente los altares estaban delante de los templos; pero en esta época se edificaron altares de dimensiones gigantescas, aislados, enormes basamentos a veces decorados con relieves que demuestran, con su magnificencia, la piedad que sentían sus constructores por la nueva concepción de un Zeus cósmico.

Al tratar de Pérgamo hablaremos de su gran altar con los relieves del combate de dioses y gigantes; pero conviene recordar que aras inmensas las había también en Magnesia, y pueden verse aún los enormes restos de los altares en Agrigento, Siracusa y Paestum de esta época helenística. Obsérvese que estos altares descomunales no se destinaban para hacer sacrificios, ni aun para mantener un fuego sagrado, y el Zeus helenístico, convertido en un dios universal que sintetiza a todos los dioses, no necesitaba ofrendas, ni víctimas, ni incienso: el altar era un símbolo de su unidad y omnipresencia.

La vida municipal continuaba exigiendo, sin embargo, templos para los dioses locales, y estos fueron construidos según los antiguos modelos clásicos. Se reconoce cierta propensión a las formas asiáticas en el Olimpeión, de Atenas, y en el templo de Apolo Didímeo, en Mileto, colosal construcción también hípetra, esto es, con un inmenso patio central abierto y tres hileras de columnas en la fachada. El templo de Apolo, en Mileto, así como el de Hera, en Samos, y el de Artemisa, en Éfeso, eran octástilos y los mayores monumentos de Jonia. La excavación del templo de Mileto fue dificilísima, porque el suelo se hallaba convertido en pantano, pero resultó posible reconocer la planta, y quedan aún en pie tres columnas que permiten restablecer el alzado.

0limpeion, en Atenas. Llamado también templo de Júpiter, es el más grande de toda Grecia y un ejemplo de que la arquitectura helenística ya no se inspira en la mística de la "polis", del hombre libre, de la divinidad, sino que tiene por misión embellecer la existencia de los soberanos. De esta forma, la arquitectura tiende a lo fastuoso, a lo elegante y a lo colosal. Erigido sobre una columnata de orden corintio de casi dieciocho metros de altura, fue iniciado en tiempos de Pisístrato y acabado por Adriano más de seiscientos años después. Ensombrecido por la fama y la monumentalidad de la Acrópolis, este templo nunca llegó a cumplir su misión debido al colosalismo de su construcción.

De Asia y de Egipto, pero sobre todo de las ciudades griegas de Asia, llegaban en esta época las ideas y los nuevos principios de arquitectura; por esto resulta tan importante seguir el proceso de la evolución que tuvieron en Oriente los estilos clásicos durante el período helenístico.

⇦ Templo de Heraion, en Samos. Esta columna solitaria formaba parte de la columnata que sostenía el templo dedicado a la diosa Hera.



En el teatro de Epidauro llama la atención el círculo que hay marcado en el suelo, el cual reproduce el trazado de la planta de un teatro griego tal como indica Vitruvio, esto es, con la escena situada en una tangente a la circunferencia que forman las gradas inferiores. En la época romana, el espacio para el coro quedó reducido a un mínimo, ya que la “nueva comedia” no necesitaba coro.

El orden dórico, cuando se adoptaba en Asia, era siempre secamente interpretado. Los capiteles, en lugar de la moldura curva llamada equino, tenían una sección recta; las columnas, que en el orden dó- rico tradicional eran más cortas y más próximas, se hicieron mucho más delgadas y separadas. 

El orden jónico también evolucionó en Asia, donde adquirió los caracteres que son familiares por sus imitaciones romanas. Las columnas se levantaban sobre los altos pedestales con basas complicadas, y sobre todo el capitel, el cual conservaba las volutas, perdió las características ovas y se decoró con palmetas, acantos y rosetas. En la época helenística se perfeccionó o popularizó el capitel corintio. Un ejemplo que será siempre modelo del orden corintio de esta época es el templo de Zeus, el Olimpeión de Atenas. 

Templo de Artemision, en Éfeso. Vista de una columna de este santuario construido en homenaje a la diosa Artemisa, la más reverenciada de las diosas de tfeso. Donde .estaba el templo se ha formado una laguna.

⇦ 0limpeion, en Atenas. Detalle de dos columnas del templo, construido en 515 a.C., que formaba parte de un conjunto arquitectónico dedicado a Zeus.



La casi monomanía arquitectónica de los pueblos de Asia se manifiesta también por el gusto de los tratados o escritos que proporcionan reglas y preceptos de construcción. El más famoso tratadista jonio es Hermógenes, cuyos escritos hay constancia de que circularon en Italia. Así resultaba que ya en esta época las ciudades jónicas empiezan a proveer de arquitectos o, al menos, de ideas sobre la construcción, al lejano Occidente. Algunos de los templos republicanos de Roma son de orden jónico, y, en otros sitios de menor importancia, los arquitectos helenísticos del Lacio parecen también haber aprendido y practicado los preceptos de Hermógenes. Había, pues, el mayor interés, ya que no se podían conocer los escritos perdidos de Hermógenes, en aclarar por lo menos lo que fueron sus edificios, y se fundaban grandes esperanzas en la excavación del templo de Artemisa, en Magnesia, que se alababa como su obra maestra. El templo de Magnesia presenta muchas innovaciones, pero no todas de buen gusto, como tres ventanas en los frontones en lugar de esculturas. Era octástilo; las· dos columnas centrales estaban más separadas, la cella era pequeña, y, en cambio, la antesala o pronaos excesivamente grande y separada del exterior por medio de columnas enlazadas hasta cierta altura con un muro, como era costumbre en Egipto. Hermógenes, pues, reuniendo en sus libros la experiencia de la antigüedad, quiso en los edificios combinarla genialmente por cuenta propia, pero con poco éxito. 
El empeño de los arquitectos helenísticos de separarse de las formas establecidas lo demuestra también el templo de Priene, cuyo arquitecto fue Pytio, el maestro director del Mausoleo de Halicarnaso. Pytio dejó el entablamento jónico sin friso alguno, esto es: la cornisa se apoyaba caprichosamente sobre el arquitrabe. Tampoco estuvo en esto afortunado; repugna un arquitrabe sin la faja intermedia con relieves, que parecía inevitable en un templo de orden jónico. 

El Asia helenística exagera, al construir con pompa y tendiendo a lo gigantesco; es la maniera grande que se encuentra también en escultura, pero no refina ni espiritualiza ninguno de los tipos creados en los siglos V y IV a.C. 

Acaso el juicio actual sea más severo debido a que, para conocer el arte del período helenístico, habrá que fiarse demasiado de los datos que proporcionan ciudades secundarias como Magnesia o Priene. Nada es posible reconocer de las grandes capitales de los nuevos reinos de los generales de Alejandro, que debían ser los centros principales de la producción artística. Algo se puede sospechar del importante papel que para el arte desempeñó Antioquía, la capital del reino de Siria, la cual aún en la época romana era considerada como la tercera ciudad del mundo después de Roma y Alejandría. Más sensible aún es la situación de ignorancia acerca de Alejandría, centro de una corte intelectual de refinado espíritu. 

Columnas jónicas (templo de Atenea, Priene). La ciudad hipodámica de Priene fue construida sobre un trazado de ejes ortogonales que dan lugar a una planta urbanística reticulada, atribuida al arquitecto Hipodamos de Mileto, activo en el siglo v a.C. Fue posteriormente reconstruida en tiempos de Alejandro Magno, respetando la regularidad inicial de su planta pese a las irregularidades topográficas del terreno.

Las descripciones literarias no permiten conocer lo suficiente de su famosa Biblioteca y del Museo (o sea el templo de las Musas o Universidad) y del Palacio Real, que ocupaba casi la cuarta parte de la ciudad y en el que (según Teócrito) se celebraban suntuosas fiestas cívicas. El ingrato suelo del delta del Nilo no ha conservado ninguna ruina importante, y las excavaciones son casi imposibles en Alejandría, porque la ciudad moderna ocupa el mismo lugar de la antigua. Lo único que consta, por los textos, es que al hacer el replanteo de Alejandría no se siguió el plan propuesto por Hipodamos en el siglo V y por Hermógenes en el siglo IV, o sea un cuadriculado, sino que, dada la disposición del terreno, se adoptó un plan radial. 

La única capital helenística que se ha logrado conocer perfectamente es Pérgamo, el centro más pequeño de todos los Estados macedónicos de Asia. La ciudad, excavada por diligencia del Museo de Berlín, ha proporcionado datos importantísimos sobre la arquitectura y escultura de esta época. Sin embargo, Pérgamo, comparada con Alejandría y Antioquía, era una capital en miniatura. Las casas estaban al pie de una montaña de rápida pendiente, donde las terrazas sostenían los diversos edificios públicos monumentales: el teatro, la basílica, la biblioteca, un gran altar y los templos. En la cúspide estaban los dos palacios reales: uno más antiguo y otro del mismo tipo, algo mayor. La planta de los palacios reales de Pérgamo no se diferenciaba mucho de las viviendas particulares; pero el patio porticada era mucho mayor y, como el claustro de un monasterio de la Edad Media, tenía a los lados todas las dependencias. Aunque el Palacio Real de Pérgamo no puede indicar nada de lo que debían de ser las grandes residencias reales de Antioquía y Alejandría, es importante observar como, hasta en el período helenístico, persiste en el palacio la disposición de los de Tirinto y Creta, con el patio central, sólo que en lugar del megarón aparece el triclinio, que será lugar de recepción y comedor, en lugar de sala de consejo y culto.
 
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.  

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