Punto al Arte: Orígenes y evolución del templo griego

Orígenes y evolución del templo griego

Sin duda alguna, el afortunado modelo del templo griego evolucionó del megarón prehelénico. Al humanizar la divinidad, tenía que adjudicársele habitación humana, y nada más natural que se le concediera el megarón del palacio, el lugar principal de la vida colectiva. Las excavaciones efectuadas en la planta del megarón de Tirinto han puesto de manifiesto el origen de los más antiguos templos griegos. El culto, pues, debió de comenzar en el megarón, la sala principal del palacio. Cuando más tarde cayó en ruinas la vieja construcción del alcázar, sobre el emplazamiento mismo del megarón se edificó un pequeño templo cuyos restos, superpuestos al megarón, pueden verse en las ruinas.

Heraion de Argos, en el Peloponeso. Vista parcial de las ruinas de los cimientos del templo clásico dedicado a Hera, que data del siglo V a.C. 
Todavía el lugar más importante debió de ser el altar, respetuosamente conservado en el mismo sitio, fuera en el patio, como en la época prehelénica; por esto, la base de la estatua estaba a un lado para que formara línea recta con la puerta y el altar. Desde allí, la diosa podía presidir los sacrificios que se hacían fuera, en el altar del patio.

Más tarde el templo del megarón de Tirinto hubo de reconstruirse totalmente en la propia acrópolis, y de este segundo templo se conserva todavía un capitel, que es uno de los más antiguos del llamado estilo dórico. Al fin los devotos llegaron a cansarse de subir al viejo santuario, en lo alto de la colina del alcázar deshabitado, y el culto se trasladó al llano, en la vecina ciudad de Argos, que había heredado de Micenas su carácter de capital de la región.

Templo de Poseidón en el cabo Sunion. Construido hacia el año 440 a.C., siguiendo el orden dórico, es de planta períptera. El friso en mármol con escenas de la gigantomaquia y el arquitrabe de influencia jónica documentan una clara evolución y hacen pensar en un artista abierto a las corrientes jónicas. 
Otro ejemplo patente de esta sucesión del culto en los santuarios griegos es la que ofrece la Acrópolis de Atenas, que, habiendo sido en primera instancia una fortaleza prehelénica en los tiempos legendarios de Erecteo y Enomao, vio levantarse luego en su plataforma un primer templo arcaico, después el llamado Hecatompedón y por último el Partenón, construido en el siglo V antes de la era cristiana.

El megarón prehelénico sufrió, sin embargo, grandes transformaciones, las cuales acabaron por hacerle apenas reconocible. La planta siguió conservando su cella, o naos, así como la antesala, o pronaos, que tenía también el megarón; mas pronto apareció un tercer elemento posterior, una cámara que se hallaba detrás de la cella y se designaba con el nombre de opistódomos. Por último, el megarón se veía englobado dentro de un palacio que contaba muchas dependencias; no tenía más que una fachada, que daba al patio, pero al quedar el templo aislado, era natural que se decorara con otra hilera de columnas detrás del edificio y hasta con un pórtico o galería cubierta que daba la vuelta a las cuatro fachadas.

Templo de Hera en Olimpia. Fechado en el siglo VII a.C. éste es el templo más antiguo de Olimpia. La vida se hace más compleja y el templo refleja esa complejidad. La cella se divide en tres naves, el estilóbato multiplica sus peldaños y sobre ellos se alzan asombrosos bosques de columnas. 
Algunas veces, el templo carecía de esta columnata exterior, y entonces se le ha llamado, en latín, in antis, porque en sus fachadas se veían únicamente las dos columnas del pronaos, lo mismo que en el megarón prehelénico. Los dos muros de la cella terminaban en dos estrechas fajas de piedra, llamadas antas. Otras veces, la columnata decoraba tan sólo las dos fachadas principales con cuatro columnas, y el templo se llamaba entonces tetrástilo; cuando la columnata corría también por las fachadas laterales, había en las dos fachadas principales seis columnas.


Los templos dóricos de la Magna Grecia, conservaron por más tiempo los caracteres arcaicos. Los dos de Paestum, el de Hera I, llamado "La Basílica" (hacia 550 aC.), y el de Hera II o de Poseidón (hacia 450 a.C.), ambos construidos en piedra calcárea, aparecen palpitantes de color, severos y elegantes en sus proporciones. En Hera II, el éntasis se atenúa, mientras las columnas responden a los cánones: seis en la fachada, catorce en los laterales. Hera I presenta una curiosa anomalía: columnas impares en las fachadas -nueve- y pares -dieciocho- en los laterales. 
A veces, la forma in antis, que es la más simple y la más parecida al megarón prehelénico, indica antigüedad. Así, por ejemplo, era in antis un templo primitivo de la Acrópolis de Atenas, del que se han encontrado los cimientos; pero más tarde se le rodeó de una hilera de columnas, con lo cual se convirtió en templo hexástilo. También demuestra la antigüedad de un templo el diámetro de sus columnas, más gruesas y menos separadas en los edificios más antiguos y que con el tiempo van distanciándose y alargándose. Basta comparar las reproducciones que publicadas, acompañando el texto, de los restos de los templos de Corinto y de Sunion para advertir la diferencia de diámetro y separación de las columnas entre un templo del siglo VI y otro de fines del siglo V antes de Cristo.

Otra señal de antigüedad en la planta de un templo griego es la longitud de la cella, que aparece larga y estrecha en los edificios primitivos, porque de esta manera era más fácil de cubrir con vigas transversales. A veces, la cella está dividida en dos naves por una fila central de columnas, y cuando ya es más ancha, una hilera de columnas a cada lado divide el espacio interior del templo en tres naves, con la particularidad de que a veces las laterales son de dos pisos. Un templo así, con tres naves, era ya el de Hera, en Olimpia; pero acaso el mejor conservado sea el de Paestum, en la Italia meridional.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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