Para completar el cuadro de
la evolución de la escultura griega hay que referirse ahora a dos grandes
maestros famosos que, a pesar de su vigorosa personalidad, siguieron
manteniendo en sus obras algo de la tradición de las escuelas arcaicas. Son
éstos Mirón y Policleto. Mirón, nacido en Eleutera, cerca de Atenas, y
considerado en la antigüedad como discípulo de Ageladas, empezó siendo un
escultor broncista, y es el artista del movimiento; los escultores posteriores
no lograron superar su habilidad para expresar, mediante la actitud, el
movimiento, en fin, su modernidad. Rompió con las antiguas convenciones, y
resolvió el problema de hacer saltar, mover y correr a sus personajes. La
expresión y la psicología, la individualidad de sus estatuas, parece como si
fueran para el artífice una cosa secundaria. Para esto hubo de aprovechar la
técnica en bronce, que le permitía sostener sus estatuas metálicas en
posiciones de equilibrio inestable, sorprendidas en el acto de realizar un
movimiento, como su famoso Discóbolo, un muchacho atlético en el acto de
arrojar el disco. Todo el cuerpo está echado hacia delante, para producir
después, con su balanceo, el impulso que le ayudará a lanzar el disco con la
mano derecha. La izquierda parece rozar sobre la rodilla, la mueve como hacen
los atletas modernos, que dan una o dos vueltas antes de arrojar el disco.
La cabeza del Discóbolo de Mirón es asimismo muy interesante, cubierta por rizos de poco relieve; los cabellos son cortos y sin formar bucles, como convenía a la fundición en bronce. La mirada del Discóbolo se dirige hacia atrás, hacia el disco que va a lanzar con la diestra; toda su atención se concentra en aquel objeto; es un instante de la vida del gimnasta, que pone en el juego toda su alma, sin ninguna otra preocupación de la mente. Este es el defecto que le achacaban ya los antiguos, quienes llegaron a olvidarse hasta de su perfección técnica.
Se ha conservado también copias antiguas de
las dos estatuas que formaron un grupo delicioso de Atenea y el sátiro Marsias,
cuanto éste se ve sorprendido por el invento de la flauta, que la joven diosa
realiza sin esfuerzo alguno. Toda la sorpresa de una criatura medio humana,
medio animal, se manifiesta perfectamente en la figura del sátiro. Este grupo
se pudo restaurar con la ayuda de una gema tallada en donde están representadas
las dos figuras, pues los copistas de la época romana produjeron casi siempre
el sátiro solo. De Atenea no hay más que una copia en Francfort; la diosa, de
lado, apenas se digna prestar atención a la flauta de siete notas que yace
tirada en el suelo; en cambio, el sátiro parece que vaya a brincar de alegría,
como corresponde a un ser no domesticado. Su fisonomía revela sorpresa y pasmo,
mientras mira con ojos fascinados aquel primer invento de la diosa. Mirón, que
de la naturaleza recogía lo más sensual, expresaba con toda propiedad la figura
de los animales.
Sacerdotisa del Trono Ludovisi (Museo de las Termas, Roma). En el lateral derecho está
la figura de la Sacerdotisa, haciendo un sacrificio a los dioses.
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Sacerdotisa del Trono Ludovisi (Museo de las Termas, Roma). En el lateral derecho está
la figura de la Sacerdotisa, haciendo un sacrificio a los dioses.
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Y a pesar de ser Mirón una personalidad tan
destacada, poco se conoce de su vida. Puede considerársele, por los muchos años
que vivió en Atenas, como ciudadano del Ática. Su tradición dórica y de la
escuela de los fundidores arcaicos es harto manifiesta; acaso podría ser más
apreciado si se conocieran sus obras perdidas, como un Zeus que consta estaba
en Roma en un edículo construido por el emperador Augusto en el Capitolio.
Un segundo maestro, también renombradísimo
en la antigüedad, fue Policleto, nacido en Argos, quizás en Sicione, famoso
como artífice de la austeridad elegante, de la belleza atlética. Se le
consideró también como discípulo del fundidor Ageladas, lo que cronológicamente
parece improbable. Policleto produjo sobre todo obras destinadas a ser fundidas
en bronce.
No tuvo que luchar con la parte técnica de
la creación del tipo y pudo emplear todo su talento para elevarlo a su perfecta
belleza. Esta aspiración hubo de conseguirla especialmente con una de sus obras
que los antiguos llamaban el Canon, o medida. Se ha identificado con la figura
del llamado Doriforo, que camina con una lanza apoyada en el hombro. Es el
joven llegado a la plenitud del desarrollo, con toda su fuerza muscular, con
todas sus formas ya bien viriles; nada queda en el Doríforo del efebo o del
muchacho, y, en cambio, los duros trabajos no han deformado ni por asomo aquel
cuerpo intacto como si acabara de salir de la crisálida. Se ha dicho que el
Doríforo parece seguro de sí mismo, de su plenitud de fuerza, por puro instinto
natural; no ha probado aún de lo que será capaz y avanza ingenuamente por
primera vez hacia el combate que es la vida. Conocida principalmente por una
copia romana hallada en Pompeya, y ahora en el Museo de Nápoles, esta estatua
bellísima en verdad y digna de la reputación que parece que tuvo ya en la
antigüedad, pues el Canon era mirado como el modelo de las proporciones del
cuerpo humano: la cabeza tiene la medida justa, el vientre y el pecho su
desarrollo adecuado, brazos y piernas su longitud más deseable.
⇨ Atenea
pensativa (Museo de la Acrópolis, Atenas). Bajorrelieve ático
hallado en 1888 al sur del Partenón. Es una obra admirable que revela la
influencia o quizás incluso la propia mano de Mirón. Por aquellas fechas, hacia
el año 450 a.C., acababa de realizarse la fortificación de la muralla sur, al
parecer consagrada a la diosa. La moderna investigación ha identificado en la
pilastra de Atenea el mojón que marcaba el punto de partida y la meta de los
corredores en el estadio, y el relieve como exvoto de un vencedor en la
palestra.
Sin embargo, el Doríforo conserva todavía ciertos resabios de arcaísmo, ya que está tallado con rudeza, los pectorales son planos, y las líneas de la cintura y la cadera aparecen fuertemente marcadas. Su movimiento es también acompasado: mientras una pierna avanza hacia delante, la otra se mantiene atrás en báscula, como los kúroi, o atletas arcaicos de los que se hablan en dicho capítulo; hay una ponderación acaso excesiva y deliberada, pero no es un símbolo o abstracción, puesto que cabe aún dentro de los límites de lo humano. La belleza del Doríforo consiste, no en la expresión, sino en la medida y la proporción.
⇨ Atenea
(Liebighaus Museum, Francfurt). Copia del siglo I en mármol, encontrada en los
jardines de Luculio, de la escultura original del siglo V a.C. de Mirón.
Además del Canon, creó Policleto otras
esculturas de las que han quedado algunas referencias escritas, y de dos de
ellas se han conservado hasta hoy varias reproducciones en mármol.
Una es el llamado Diadúmeno, o sea "joven
ciñendo en su cabeza la venda", figura de atleta más joven que el
Doríforo; es todavía un kuros representado en el preciso momento de ceñirse la
frente con una cinta, el stéfanos o corona del vencedor de la carrera, que le
da categoría de héroe. La actitud es adecuadísima para producir una figura
serena, heroica, con los brazos levantados y el cuerpo tranquilo; sin embargo,
las piernas todavía se balancean, como si no pudieran resignarse a quedar
inmóviles. Existen muchas copias del Diadúmeno de Policleto, pero la venda que
sostenía con sus manos no se ha conservado en las copias de mármol; en el
bronce debió de resultar muy fácil soldar luego artificialmente las cintas
metálicas que completarían el gesto de la figura.
La igualdad de medidas y cierta relación
espiritual, que es más que la que resulta sencillamente de ser el Doríforo y el
Diadúmeno obras de un mismo artista, hacen pensar en si ambas no podrían ir
aparejadas. El Diadúmeno es el retrato heroico de un corredor. ¿No podría
revelar el Doríforo el reconocimiento de categoría de héroe en el joven soldado?
Antes de las guerras médicas, el soldado muerto en servicio de la patria no
tenía más derecho a la inmortalidad que el resto de los humanos. Pero después
de Maratón y Salamina las ideas hubieron de experimentar un cambio radical.
⇦ Cabeza de guerrero de Policleto (Museo Arqueológico Nacional, Nápoles). Perteneciente a una estatua en mármol, que originalmente portaba un escudo.
Discóbolo de Mirón (Museo Nacional Romano, Roma). También conocido
como el Discóbolo de Lancellotti, ésta es una copia en mármol de la célebre
estatua, sobre la base del original en bronce realizada por este escultor hacia
el año 450 a.C. La escultura muestra con un extraordinario realismo al atleta
de lanzamiento de disco en el momento de competir.
⇦ Diomedes de Policleto (Museo Arqueológico Nacional, Nápoles).
Cabeza del héroe griego, protegido de Atenea y vencedor de Marte, que participó
en la guerra de Troya.
Otra estatua de Policleto, de la cual existen varias copias, es una amazona de pie, vestida con una túnica que apenas le cubre el mutilado pecho derecho. Las amazonas son figuras mitológicas algo melancólicas y hasta trágicas; estas bellas jóvenes combatieron siempre heroicamente, pero siempre resultaron vencidas.
La de Policleto tiene uno de los brazos apoyado
laxamente en un pilar; el otro brazo, aplicado sobre la cabeza, parece que haga
esfuerzos para detener la vida y fijar la sensación en la mente, la cual
percibe que se escapa ligera.
⇦ Doríforo de Policleto (Museo Arqueológico Nacional, Nápoles). Este
artista revoluciona la plástica del movimiento y le imprime un ritmo sobrio,
musical. Sus teorías sobre las proporciones del cuerpo fueron plasmadas en
Canon. No se sabe con exactitud cuál sería este sistema de medidas: parece que
la unidad era el dedo y la altura total del cuerpo siete veces la de la cabeza.
Esta imagen idealizada del atleta, respondía tan específicamente a las
proporciones policléticas, que los antiguos le llamaron Canon. El cuerpo,
apoyado sobre un pie, se arquea levemente como contrapeso. Es una copia en
mármol del bronce original (hacia el año 450 a.C.).
Existen otras estatuas de las amazonas de pie en las que se ha creído distinguir las esculturas que, en competencia para el templo de Éfeso, hicieron Policleto, Fidias y Crésilas. El tipo de Policleto puede distinguirse fácilmente por la simetría o ponderación del gesto y la alternancia de movimientos, tan característica del maestro. Se apoya esta amazona sobre la pierna derecha, lo mismo que el Doríforo y el Diadúmeno; la otra pierna queda libre, en posición de báscula; en cambio, el brazo derecho, que aparece levantado, equilibra el movimiento.
Las amazonas de los maestros que tomaron
parte en el concurso de Éfeso son parecidas, lo que corrobora que los griegos
tenían poco empeño en salirse de los tipos cuando éstos eran perfectos y
tradicionales. La diferencia está en algo sutil que no es intelectual ni
técnico, sino artístico. Repitiendo el tipo establecido, consagrado por la
tradición, cada versión es un ser moral diferente.
La amazona de Fidias es la más femenina, la
de Crésilas se parece mucho a la de Policleto por ser la más viril, pero se
apoya en la lanza en lugar de la columna o pedestal. De Crésilas de Sicione es
también un busto retrato de Pericles, conservado a través de dos copias
romanas, una en el Museo Británico y otra en el Vaticano; quizá sea la testa de
una estatua erigida en la Acrópolis.
En contraposición con Crésilas y Fidias
representa Policleto la supervivencia dórica de atletismo y severidad. Una
escultura suya colosal de Hera, que existía en el templo de Argos, fundida en
metales preciosos, se contraponía ya en la antigüedad a las estatuas enormes de
Fidias, que erigió en la Acrópolis y en Olimpia figuras admirables de
divinidades de tamaño colosal.
Antes de terminar esta sucinta presentación
de las obras maestras de la escultura griega entre el arcaísmo y el clasicismo
hay que hacer una imprescindible advertencia. Exceptuando el Auriga de Delfos,
el Zeus o Poseidón hallado cerca del cabo Artemision, los mármoles de los
frontones de Egina y de Olimpia, el friso del tesoro de los sifnios y algunos
relieves aislados, todas las demás esculturas de esta época se las conoce sólo
por copias romanas. Algunas deben de ser reproducciones muy exactas, pero no
hay que olvidar que la mayoría de los originales eran obras fundidas en bronce
y las copias son casi todas en mármol. La desnaturalización de una forma al
pasar de una materia a otra es casi tan grave como la que sufre una obra
poética al traducirse a otro idioma.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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