Punto al Arte: Los grandes templos del Imperio Nuevo

Los grandes templos del Imperio Nuevo

Los templos del otro lado del Nilo, llamados Kamak y Luxor, se encuentran mucho mejor conservados. Ellos son la obra sucesiva de todos los faraones. Ambos templos estaban dedicados a Amón y unidos en la antigüedad por una avenida monumental, de la que se pueden reconocer los rastros en la llanura donde estaba la gran capital, Tebas, la de cien puertas. Actualmente se levantan solitarios en el terreno de aluvión que se extiende a la derecha del río, en un desierto de ruinas.

El Rameseum se alza en la orilla izquierda del Nilo y al oeste de Tebas, en honor de Ramsés II. Está dedicado al dios Amón. La progresiva destrucción de las paredes ha ido transformando los patios en descampados y las salas hipóstilas en pórticos. Actualmente, los vestigios de las columnatas, los pilares osiríacos decapitados y el gigantesco pilón que subsiste forman una ruina romántica y evocadora. Diodoro, el historiador griego, lo llamó tumba de Osimandias, deformando así el nombre de pila de Ramsés II: Usimare.
Para construir el núcleo principal de estos dos templos de Tebas, Luxar y Karnak, con sus salas hipóstilas y pilones, fueron necesarios todo el poder y las riquezas de los grandes príncipes y conquistadores de Asia.

Más adelante, hasta los faraones helénicos, o Tolomeos, y algunos emperadores romanos quisieron todos agregar un nuevo elemento a los edificios religiosos de la antigua Tebas. Uno de ellos enriqueció el patio, ya construido, con una nueva fila de columnas; otro se contentó adornando sencillamente el antiguo con las finas agujas de dos obeliscos; otro, en fin, hizo grabar su retrato o su nombre en las paredes de los pilones.

Primer patio del Rameseum, Tebas. Este famoso templo funerario de Ramsés II está a medio camino entre los Colosos de Memnón y los templos de Deir el-Bahari. Obsérvese el torso derribado de un coloso de granito rosa que representaba a "Ramsés, sol de los soberanos" y que medra 18 m de altura. Se calcula que la estatua entera debía pesar más de un millón de kilos.
En cada época de prosperidad se restauraron los desastres causados por las anteriores revoluciones o guerras civiles, y hasta durante las invasiones los mismos dominadores extranjeros, como los persas, no pudieron desentenderse de la sugestión formidable que les producían los templos tebanos y mostraron especial empeño en añadir sus nombres bárbaros a la lista de los fundadores nacionales. La historia de estos edificios es en esencia el resumen monumental de la historia de Egipto. Ellos fueron los verdaderos centros de la actividad religiosa y política del Imperio tebano. A su erección dedicaron los faraones todos sus esfuerzos, dejando en segundo lugar la que en otros tiempos había sido obra predilecta de las primeras dinastías, es decir, las tumbas reales.

Ramsés II en su carro luchando contra los hititas, bajorrelieve del Rameseum de Luxor. Se puede fechar esta obra alrededor del año 1237 a.C. Ramsés II debió luchar contra los hititas que representaban una amenaza para el imperio egipcio. Tras su victoria en la decisiva batalla de Kadesh, celebrada en el Poema de Pentaur, Ramsés II recuperó Siria y firmó un tratado de paz y alianza con el hitita Khatushil l.
Tan complejo resulta así el edificio, en virtud de estas nuevas construcciones y embellecimientos posteriores, que se hace casi imposible, para el arqueólogo que estudia sus ruinas, eliminar lo accesorio, reduciendo aquel conjunto de patios y salas a los elementos primitivos de un templo egipcio.

De todos modos, un templo egipcio está siempre formado de la misma manera. Se llega a él por la avenida de esfinges, hasta dar con el primer pilón. Las esfinges de la avenida de Karnak tienen cuerpo de león y cabeza de carnero. Entre sus patas delanteras están las figuras de los faraones. Son el símbolo de Amón, síntesis de Ra y Harmakhis, los antiquísimos dioses solares del delta. Atravesada la puerta, se encuentra un primer patio, lugar público donde penetraba todo el mundo. Por este primer patio se entra a una sala destinada a las ceremonias, que es lo que se acostumbra a llamar la sala hipóstila, a causa de su construcción mediante columnas. A veces entre el patio y la sala hipóstila hay un segundo pilón, pero en los templos más sencillos se pasa del patio a la sala por una simple puerta.

Al fondo de la sala hipóstila está la entrada de la naos, o lugar santo, reservado a la comunidad sacerdotal, y después se pasa a un segundo patio, en el fondo del cual estaban las dependencias, almacenes y habitaciones de los guardianes del santuario.

Relieve esculpido de fa tumba de Ramsés, en Gourna. En este relieve se ve a la pareja real vestida de ceremonia, con la peluca ritual. El faraón lleva flores de loto y la reina le pone la mano en el hombro, en señal de complicidad, protección y apoyo. Resaltan los ojos pintados de un color mucho más fuerte.
Todo el conjunto del templo estaba encerrado en un rectángulo formado por una doble pared, con un corredor que lo aislaba completamente del exterior. En resumen, no hay más que una sucesión de tres elementos: el pilón, el patio y la sala hipóstila, que se describirán a continuación.

El pilón, que es la puerta triunfal, sin otra utilidad que la puramente decorativa, tiene dos torres cuadradas a cada lado, que son macizas; no hay dentro de ellas ninguna habitación ni otro paso más que una pequeña escalera para llegar a los agujeros de donde salían las grandes abrazaderas que sostenían los mástiles con gallardetes en los días de solemnes fiestas. Las grandes superficies planas de las paredes inclinadas de las torres del pilón se prestaban a la decoración en relieve, con episodios de la vida del faraón constructor del edificio; éste también solía estar representado en grandes figuras a ambos lados de la puerta, y sin duda para enriquecer más esta entrada se añadieron a veces obeliscos de granito, labrados de una sola pieza.

Las torres cuadradas del pilón se acababan con el único modelo de moldura de la construcción egipcia, o sea la gola invertida, que, con su forma saliente, proyecta la sombra dura del sol de Egipto en las líneas horizontales de remate del pilón. Algunas veces, en lugar de los dos grandes obeliscos monolíticos había dos gigantescas columnas a cada lado de la puerta, que servían también de adorno.

Avenida de las Esfinges del templo de Amón (Karnak). Detalle de una de las numerosas esfinges que en doble fila bordean la avenida de acceso al templo. Como todas ellas, tiene cuerpo de león y cabeza de carnero y presenta entre sus patas delanteras la imagen del faraón, a modo de «guardián del doble horizonte». La cabeza del carnero es una alusión al dios Amón.
En cuanto a los patios, su variedad por lo que se refiere a la composición es mucho mayor y sus dimensiones varían también extraordinariamente de unos a otros.

Unas veces los patios no tienen columnas a su alrededor; otras están dispuestas en una o dos filas, pero solamente a los lados; otras forman un verdadero claustro en los cuatro lados del área descubierta. El primer patio de Karnak lleva en el centro, de puerta a puerta, dos filas de columnas monumentales que señalaban una avenida o calle en medio del inmenso cuadrado del patio; en cierto modo, venían a ser como la prolongación de las grandes avenidas de esfinges que conducían a los peregrinos hasta las primeras puertas del santuario.

Avenida de las Esfinges del templo de Amón (Karnak). Separados ya los monumentos funerarios de los santuarios, los soberanos ofrecían a la divinidad estos colosales templos como expresión de su propia piedad y gloria y a ellos sólo podían acceder los propios faraones, los sacerdotes y los altos dignatarios.
. Se halla en el templo frente al segundo pilón. Este faraón, que se cree reinó 67 años, fue uno de los más ambiciosos constructores de toda la historia de Egipto. A sus pies puede verse la pequeña figura de la reina Nefertari, su esposa. La gran diferencia de tamaño es un buen ejemplo de "perspectiva jerárquica".
Gran patio y segundo pilón de Karnak. El templo fue centro principal de actividades religiosas y políticas durante el Imperio Nuevo. La planta de este recinto ofrece gran complejidad. El segundo pilón o segunda puerta triunfal se halla entre el patio y la sala hipóstila. Las dos torres del pilón son macizas; sólo había en su interior una estrecha escalera para poder colocar en su cumbre los gallardetes cuando la solemnidad lo requería. Los fustes truncados, resto de la doble hilera de columnas, señalaban una avenida, prolongación de la llamada "de las Esfinges".
Algunos de estos patios están decorados con una hilera de colosos en las dos paredes, como puede verse en Karnak y en el Rameseum. Cuando las columnas se hallan en los cuatro lados del patio, a veces no son todas del mismo orden, sino que las de entrada y fondo llevan, por ejemplo, capiteles acampanados, y las laterales, capiteles de flor de loto sin abrir, completamente distintos de los campaniformes. Pero por regla general, como acontece en Luxor, los cuatro lados del pórtico son semejantes.

A estos patios debía tener libre acceso el pueblo; son propiamente la antesala del santuario, y venían a representar el claustro o nártex del templo cristiano. Allí debieron de efectuarse también algunas ceremonias, pero el auténtico culto se celebraría en la sala hipóstila, situada después del patio, y no era ya lugar tan accesible.

Celosía de piedra, todavía "in situ", que iluminaba la sala hipóstila de Karnak. La penetración de la luz a través de linternas cenitales y celosías laterales al interior del templo producía un efecto espacial sobrenatural, que más tarde los romanos y los cristianos incorporaron a sus propios templos y basílicas. 
El nombre de sala hipóstila es también griego, y tiene el significado de sala bajo columnas. La sala hipóstila recibe la luz de lo alto. Esto se consigue dividiéndola en naves por medio de filas de columnas, unas mayores y más altas en la nave central, y otras columnas más bajas que sostienen el techo de las naves laterales. La diferente elevación de las naves deja un espacio de muro, cerrado con celosías de piedra, por donde penetra la luz, como por altas ventanas laterales. Una sala hipóstila es, pues, un espacio grande, sostenido por columnas, con el techo plano, formado de grandes dinteles, con la nave central más alta, cubierta con bloques de una pieza, sin ventanas en los muros, pero dotada de iluminación superior.

Columnas decoradas de la sala hipóstila del gran templo de Amón-Ra en Karnak. Este espacio era como una representación de un oasis de papiros y lotos transformados en colosales columnas. a través de cuyo bosque se llegaba a un espacio oscuro que sugiere lo desconocido.
Templo de Amón-Ra, en Luxor. Entrada principal del templo, de forma trapezoidal, flanqueada por dos grandes pilonos y coronada por una cornisa de garganta, con un elevado obelisco al frente y numerosas estatuas del faraón. A esta entrada le sigue un atrio con pórticos de columnas que dan acceso a la sala hipóstila.
Las salas hipóstilas de los templos egipcios, con penumbra misteriosa, sin ninguna abertura indiscreta, a excepción de las celosías superiores; con sus hileras de columnas, que tamizaban la luz de lo alto; decoradas siempre con los fulgores vivos de los relieves policromados, debían de ser la obra maestra de la construcción y el arte egipcios. Algunas de ellas tienen dimensiones extraordinarias.

La gran sala hipóstila de Karnak es todavía la mayor sala cubierta de piedra que existe en el mundo; tiene 152 metros de largo por 51 de ancho, con 134 columnas para sostener el techo; las doce columnas de la nave central son de igual diámetro, todas ellas, que la columna Vendóme de París. Una catedral gótica cabría holgadamente dentro de esta sala iniciada por Sethi I y terminada por Ramsés II Esta obra colosal de los faraones de la XIX Dinastía es el mayor espacio religioso construido por los hombres de cualquier época o país.

Patio de Amenofis III (templo de Luxor, Tebas). La inteligente planta de este edificio y la forma de sus columnas lo convierten en uno de los mejores templos arquitectónicos de todo Egipto. El amplio patio está rodeado por tres de sus lados con una doble hilera de columnas papiriformes. Cada una de ellas representa un haz de papiros recogido en un collar debajo del capitel y cada capitel forma un compacto capullo que soporta el peso del arquitrabe.
En cuanto al santuario propiamente dicho, estaba en una segunda sala y a veces después de un nuevo patio más pequeño que el anterior. Era el lugar santo por excelencia, donde acaso entraba sólo el faraón y el sumo sacerdote, y donde se conservaba la imagen de la divinidad. A medida que se va avanzando en el interior del templo, los patios y las salas van reduciéndose de dimensiones, el techo es más bajo, el nivel del suelo se eleva y la luz se amortigua: todo prepara el ánimo para penetrar en el lugar recóndito donde estaba el divino fetiche. Además de estatuas antropomórficas del dios, se conservaban allí reliquias mágicas.

Columnata de Amenofis III (Luxor). En este templo tebano, dedicado a la tríada de dioses Amón, Mut y Konsú, Amenofis III levantó una columnata de siete pares de columnas papiriformes de unos 16 m de altura. Cada capitel representa una flor de papiros abierta. Esta columnata une el patio construido por Amenofis III con el que posteriormente edificó Ramsés II como entrada al conjunto. 
Nada más peligroso que las divisiones cronológicas de los estilos egipcios. La columna egipcia presenta gran variedad de formas que coexisten en distintas épocas: el pilar cuadrado del llamado templo de la Esfinge está presente profusamente incluso en el Alto Egipto y las columnas con facetas planas se hallan también allí en abundancia. Los capiteles con flores de loto o de papirus que forman el gracioso remate de las columnas de los patios de Luxor y del Rameseum, en Tebas, tienen precedentes en el Egipto antiguo; no es posible establecer una rigurosa división cronológica de los estilos de Egipto, basándose en los tipos de columna.

Templo de Ramsés II, en Abu Simbel. Quizás el más espectacular de todos los templos que edificó este faraón, en este caso situado en la Baja Nubia. Es un "speos" rupestre, excavado en el gres de la montaña frente al Nilo. Presiden la entrada cuatro colosos sentados, de más de veinte metros de altura, que representan al faraón portando la doble corona, la del Bajo y el Alto Egipto, mostrando la unidad del territorio. Entre los pies del faraón se ven algunas figuras que en este caso representan a la reina.
Pero existen algunas formas preferidas del Imperio Antiguo, como los soportes con capitel en forma de palmera; en cambio, otros capiteles complicados son de invención más reciente y usados más por los constructores de la época de los últimos faraones.

Los llamados pilares osiríacos, o sea los soportes en forma de Osiris amortajado, con los emblemas divinos, que están presentes en el Rameseum, parece que fueron principalmente erigidos durante la dominación de los Ramésidas, y casi caracterizan las construcciones de los monarcas de esta familia. Una circunstancia bien característica de la columna egipcia es la ausencia completa de basa, reducida a lo más a un simple cojinete anular de poca elevación, de suerte que la columna parece descansar sobre el suelo.

 Relieve con escenas bélicas del gran templo de Ramsés II, en Abu Simbel. Podría fecharse hacia el 1256 a.C. En la parte inferior del relieve se observan uno de los pueblos sometidos por las tropas faraónicas. Los guerreros vencidos y cautivados aparecen arrodillados, con los brazos atados a la espalda y unidos por una cuerda alrededor de sus cuellos de la que parecen tirar los oficiales de la parte superior del relieve. 



El encanto principal del templo de Luxor procede de sus maravillosas columnas papiriformes construidas en época de Amenofis III, quince siglos a.C. Doscientos años más antiguas que las de la sala hipóstila de Karnak, estas columnas figuran haces de papirus recogidos en un collar por debajo del capitel; éste se ensancha de nuevo formando como un cáliz recio que soporta el peso de los arquitrabes. Estas graciosas columnas hacen que Luxor sea quizás la más exquisita obra de arquitectura de Egipto. Karnak supera a Luxor por sus dimensiones, Luxor a Karnak por su belleza.

La escultura y la pintura contribuyen también al aspecto general del monumento. Los templos están todos ellos decorados con relieves, que cubren las partes planas del edificio, sin sujetarse a la distribución impuesta por los elementos arquitectónicos, arquitrabe, friso y cornisa, como ocurre en el templo griego. Donde queda un espacio vacío en la pared, y hasta en los fustes de las columnas, los escultores lo llenan de relieves y tapan las juntas de las piedras para no tener que encerrar sus asuntos dentro de los límites de cada hilada.

Colosos del pequeño templo de Nefertari, en Abu Simbel. Los cuatro colosos que se representan son imágenes de la reina Nefertari y el faraón Ramsés II, con los atributos de la diosa Hathor. Ramsés II quiso que el templo dedicado a su esposa fuera, si no tan grande como el que había levantado para él, sí decorado igualmente con grandes estatuas.
Estos relieves eran después policromados; en algunas construcciones, el clima excepcional de Egipto nos permite admirarlos todavía con sus colores primitivos. Son generalmente esculturas de poco saliente; la luz intensa de la Tebaida bastaba para acentuar todos los detalles. Las formas están admirablemente dibujadas, y los relieves levantados al principio sobre el plano del muro, pero durante el Imperio Nuevo, cada vez se prefirió más los relieves rehundidos, excavados de la superficie, que queda más alta que la decoración escultórica, siguiendo el estilo iniciado en los relieves sepulcrales del Imperio Medio.

Otra forma de relieve son Los llamados speos o templos rupestres, excavados en La roca, en Nubia. La frontera del Egipto propiamente dicho estaba en la primera catarata del Nilo. Más allá empezaba la Nubia, que los egipcios llamaban Kush, poblada por tribus de tez más oscura y de negros. Alli estaban los yacimientos de los cuales procedía el oro. Para asegurarse la posesión de la Nubia, Ramsés II hizo construir una cadena de fortalezas militares a lo largo del Nilo y también templos excavados en la roca viva, en las gargantas donde no hay márgenes para poder edificar.

Colosos de Abu Simbel. La gran presa de Asuán amenazaba con cubrir con sus aguas el templo de Abu Simbel; pero, para salvarlo, en 1968 se cortó el acantilado en gigantescos bloques y el templo se trasladó pieza a pieza hasta su nuevo emplazamiento.



Los dos templos subterráneos más grandiosos y conocidos son los speos de Abu Simbel. Están en la orilla izquierda del Nilo a unos 40 kilómetros al norte de la segunda catarata. El mayor de los dos speos está dedicado a la gloria de Ramsés II y en su fachada hay cuatro colosales estatuas del faraón entronizado, talladas en la roca. Tienen poco más de veinte metros de altura y son, por tanto, mayores que las estatuas sedentes de Amenofis III, del llano de Tebas, que los griegos llamaron Colosos de Memnón. Encima de estas cuatro figuras gigantescas hay un friso con treinta y tres monos cinocéfalos de cara al Este, adorando al sol naciente.

Pabellón de Ramsés III. en Medinet Habu. Esta vista general de Medinet Habu permite observar el gran número de cámaras y corredores para el culto que se levantaban junto a los pilones siguiendo el mismo eje longitudinal de simetría.
Cada uno de ellos mide más de dos metros de altura. En el interior existe una primera sala con ocho pilares osiríacos y relieves que narran la victoria del faraón en Kadesh, sobre los hititas; de ella se pasa a otro espacio más pequeño que hacía el servicio de sala hipóstila y aún hay una tercera excavación cuadrada que corresponde al santuario. El otro speos es mucho más pequeño y fue labrado para glorificar a la esposa de Ramsés II, la reina Nefertari, que aparece esculpida en su fachada, junto a las estatuas de su esposo y de la diosa Hathor.

La gran presa de Asuán, cuya primera fase fue inaugurada en 1965, hacía necesario cubrir este valle con las aguas del inmenso embalse. Esto obligó al gobierno egipcio, con el apoyo de la UNESCO, a trasladar los templos y reedificarlos en un promontorio cercano, más alejado del río, donde se encuentran actualmente. El 1968, una empresa alemana, en colaboración con otras sociedades internacionales, cortó en gigantescos trozos cúbicos todo el acantilado de Abu Simbel en el que estaban excavados los templos, y lo volvió a montar, pieza a pieza, en su nuevo emplazamiento.

En cuanto a la arquitectura civil, no debía de ser tan espléndida en el Egipto tebano ni tampoco tuvo el carácter de permanencia de los templos. Muchas veces los palacios estaban edificados exdusivamente de ladrillo.

Sala hipóstila del templo mortuorio de Ramsés III, en Medinet Habu. Sala fechada en 1175 a.C. La sala hipóstila está compuesta por un corredor central y por recintos laterales con gruesas columnas profusamente decoradas con relieves que sostienen la techumbre pétrea.
 Estatua de la reina Hatshepsut (Metropolitan Museum, Nueva York). Se trata de una bellísima estatua procedente de su templo de Deir ei-Bahari, de mármol blanco que mide 1,96 metros y que representa a la reina Hatshepsut sentada, con el "klaft" o tocado real y el collar ceremonial. que pone de relieve su gracioso cuerpo femenino y enmarca esa expresión llena de amabilidad. No lleva aquí la barba real con la que aparece en otros relieves que le confieren un carácter andrógino al que aluden las inscripciones cuando la llaman "Hijo del Sol".




⇨ Estatua de Tuthmosis III (Museo Egipcio, Turin). A la muerte de Hatshepsut, esposa y hermana suya, Tuthmosis ascendió a faraón y mandó que le representaran como un joven héroe. La elegancia juvenil del cuerpo y el perfil de este rostro que insinúa una sonrisa no dejan adivinar aquel guerrero implacable que llevó dieciocho veces sus ejércitos al otro lado de las fronteras. Un nuevo aspecto tremendamente comprensivo y humano vino a sustituir en el Imperio Nuevo el hieratismo anterior.


⇦ Cabeza colosal de Amenofis III (British Museum, Londres). Esculpida en cuarcita, procede del templo funerario, desaparecido, dedicado a él y situado al oeste de Tebas. En esta pieza se evidencia un estilo formal que anuncia la revolución amárnica. Los ojos, la boca y la nariz tienden a una atrevida abstracción que transporta la expresión mayestática a una esfera sobrehumana. Puede decirse que en los últimos años del reinado de Amenofis III la escultura egipcia tiende al expresionismo.



Estatua de Ramsés II (Museo Egipcio de Turín). Representación en granito negro del gran faraón de la XIX Dinastía. Sentado, con el casco metálico azul y el "ureus" sobre la frente. Aparece como gran señor, representante de la Verdad y del Orden, en una síntesis de diversas tendencias estilísticas heredadas del pasado. Obsérvense la rigidez de ciertos elementos y la acentuación de los contornos angulosos, así como una evidente suavidad en el modelado. Se reúnen en él el estilo arcaizante y un sentido atrevido, casi actual, con todas las contradicciones que ello representa.



Las obras de fortificación de las ciudades debían de ser bien poca cosa. Egipto estaba defendido por su propia situación geográfica, y el único punto débil residía en el istmo de Suez. Aunque por allí podía ser conquistado fácilmente por una banda de orientales, como fue la invasión de los hiksos. Una vez forzado el istmo, después de una batalla desgraciada en que el faraón hubiese arriesgado todas sus fuerzas. irían cayendo una a una todas las ciudades, sin defensa suficiente.

Los viajeros griegos confirman esta opinión porque al regresar a su patria, impresionados hondamente por el esfuerzo gigantesco que representaban los grandiosos templos egipcios, apenas hablan de las ciudades y palacios.

Retrato en relieve de la reina Tiyi (Museo Real de Arte e His toria, Bruselas). Como reacción a la última fase, tan sofisticada, de la pintura egipcia, las tumbas más representativas de la época de transición de Amenofis III a Akenatón fueron decoradas en relieve. La reina Tiyi revela en su rostro su origen nubio. Hija de nobles provincianos fue impuesta como soberana por Amenofis III, con toda pompa, enfrentándose así con una tradición religiosa que exigía que la madre del príncipe heredero fuera hija de un faraón. El parecido de este perfil con el de Akenatón, hijo de Tiyi, es realmente sorprendente. 
Quedan, en cambio, algunos restos de los castillos o fuertes que los egipcios construían con objeto de prevenir toda sorpresa por parte de los enemigos del país. Más tarde, cuando con sus campañas en Siria, Egipto se puso en contacto con los pueblos orientales, aprendió a proteger sus fortalezas con fosos y reductos avanzados.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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