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Significación del Código de Hammurabi

Se considera que el Imperio babilónico se inicia con el reinado de Hammurabi, quien ordenó redactar el famoso Código de Hammurabi. El código contiene 282 artículos que rigen el orden del reino y están grabados sobre piedra en 3.500 líneas de escritura cuneiforme. Su contenido fundamentalmente reglamenta la agricultura, el comercio, los asuntos matrimoniales y de sucesión, los honorarios por profesiones determinadas y la compra y venta de personas esclavas.


Estela del Código de Hammurabi (Musée du Louvre, París). Rescatada de las ruinas de Susa, se cree que la estela fue trasladada desde Babilonia como botín de guerra en el año 1200 a.C. por las tropas del rey Elam Shutruk-Nakhunte. En la escena superior se representa al rey Hammurabi recibiendo las leyes de manos del dios Shamash. Entre las 282 leyes grabadas se destacan varias sobre la asistencia médica obligatoria, el maltrato familiar y el divorcio.



        En la cultura del Oriente Próximo Antiguo son los dioses los que dictan las leyes de los hombres, y éstas son sagradas. El dios Samash, el dios Sol, dios de la justicia, es quien entrega las leyes al rey Hammurabi de Babilonia.

        Anteriormente a Hammurabi eran los sacerdotes del dios Samash los que establecían las leyes pero Hammurabi dictó que fueran los funcionarios del rey quienes realizaran este trabajo para así fortalecer su propio poder. Por ejemplo, en el código se impuso la ley de Talión, y aunque algunas de aquellas normas puedan parecernos crueles están inspiradas por un alto sentido de la moralidad, que, obviamente, debemos situar en su contexto histórico. Así, en las leyes del código no existen privilegios de clases; nobles y libertos gozan de mayor consideración que os esclavos, pero también éstos reciben indemnización de daños.

        El código de Hammurabi fue encontrado en 1902, en Susa, la antigua capital del Elam, adonde fue llevado como trofeo de guerra seis siglos más tarde. Es un bloque vertical de diorita, semejante a una columna, que tiene esculpidos los artículos en columnas paralelas. En lo alto hay un maravilloso relieve en el que vemos al rey codificador Hammurabi en coloquio con Shamash, el dios solar. Shamash está representado encima de un monte sugerido por las imbricaciones que figuran bajo sus pies, que es algo así como otro Sinaí; tras él surgen llamas cuyas lenguas de fuego aparecen sobre sus hombros. El dios va vestido con el manto babilónico, pero todavía con los flecos de lana de los personajes divinos sumerios; lleva en una mano el cetro y el círculo, y su cabeza está coronada por una tiara de cuatro cuernos.


Estela del Código de Hammurabi (Musée du Louvre, París). En este detalle de la escena superior, Shamash, el dios del sol y la JUsticia dicta al rey las leyes del famoso có­digo civil babilónico. Sentado sobre un trono en forma de puerta, el dios irradia de sus hombros varios rayos de sol y sostiene en la diestra un cetro. Antes de la soberanía de Hammurabi, eran los sacerdotes los que ejercían como jueces, pero el rey estableció que fueran sus funcionarios los que desempeñaran ese trabajo, mermando a partir de entonces el poder despótico de la iglesia babilónica.





Retrato de Hammurabi (Museo Británico, Londres). En este relieve procedente de Sippar se representa la silueta del monarca de forma tosca y sin apenas relieve junto a una inscripción votiva dedicada a una diosa babilónica. La mala calidad de la piedra ha limitado el detallismo de la representación, que se considera una copia de un original hoy desaparecido y datado en el año 1750 a.C 
Hammurabi, que lo escucha con un brazo levantado, va vestido aún como Gudea, con el manto sostenido en el hombro izquierdo y dejando libre el brazo derecho. Sin embargo, lleva la gran barba semítica y su perfil es también de otra raza que la de Gudea; la nariz, en lugar de ser la prolongación de la línea de la frente, tiene ya la curva típica semítica. Cada detalle del relieve es de insuperable belleza, pero lo que plasma sobre todo es la manera de mirarse los dos personajes. El dios está tranquilo; su gesto de mando viene reforzado por la mirada fija, sin vacilación, clavada en los ojos del rey, su vicario en la Tierra. El monarca escucha callado; sus grandes pupilas abiertas parecen querer absorber los menores gestos del dios. La escena evoca irresistiblemente la otra escena, narrada en la Biblia, de Moisés en el Sinaí recibiendo las Tablas de la Ley. "Jehová hablaba con Moisés, frente a frente, como un hombre habla a su amigo", leemos en el capítulo 33 del Éxodo.


Código de Hammurabi (Museo de Antigüedades Orientales, Estambul). Tablilla sumeria de terracota datada hacia 1790 a.C.. que representa el primer conjunto de leyes jamás escrito. De las 282 leyes, en las cortes sólo se aplicaron los textos que van del parágrafo 147 al179. Escrito con runas cuneiformes, la tablilla forma parte de una de las colecciones legendarias documentales más importantes de la historia. 



Un pequeño relieve que posee el Brihsh Museum representa a Hammurabi frente a una inscripción votiva dedicada a una diosa. Allí volvemos a ver de nuevo al rey con la misma cara, los mismos ojos, la misma nariz ganchuda. Es evidente que los artistas babilónicos sabían reproducir las facciones del rey esforzándose por lograr el máximo parecido.

El mismo tema del Código de Hammurabi, del dios solar sentado dialogando con un monarca, reaparece en otros relieves babilónicos en los que se representan otras "sacras conversaciones" con otros príncipes. A veces éstos, de pie, le hacen una ofrenda ritual con un jarro o vaso de libaciones. Pero en ninguno de estos relieves los artistas consiguieron la perfección que convierte el Código de Hammurabi en una obra maestra.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

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