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Las cuevas de Altamira

Las cuevas de Altamira

Las cuevas de Altamira, en las inmediaciones de Santillana del Mar, en Cantabria, son el ejemplo más rico y completo de arte de la era magdaleniense de que dispone la humanidad, así como uno de los ciclos pictóricos más importantes de toda la prehistoria. Por ello, se las conoce también con el sobrenombre “La Capilla Sixtina del arte cuaternario”.

Fueron descubiertas en 1868 por un cazador, Modesto Cubillas, quien, persiguiendo a su perro, topó con la entrada. No obstante, éstas no fueron exploradas y estudiadas en profundidad hasta algunos años más tarde, por Marcelino Sanz de Sautuola. Este reputado intelectual santanderino, aficionado a la paleontología, visitó siete años más tarde las cuevas, sin duda a raíz de informaciones facilitadas por el mismo Cubillas, quien trabajaba en su finca. En esta primera ocasión, Sanz de Sautuola apenas consiguió distinguir ciertos motivos abstractos a los que no otorgó mayor importancia. En 1879, durante un recorrido por las cuevas con la intención de recoger muestras de huesos y sílex, su hija María descubrió las representaciones de bisontes escondidas entre las rocas del techo.

Bisonte pintado en la cueva de Altamira (Cantabria). Esta imagen pintada en la oscuridad de la cueva puede ser un resumen en el que quedan recogidos el pensamiento, los deseos y los temores de los seres humanos a través de los siglos. Data de hace más de 15.000 años.
Sanz de Sautuola publicó, en 1880, un librito en el que se sostenía el origen prehistórico de las pinturas descubiertas, e incluía copias de los dibujos allí observados. Su causa fue sostenida por Juan de Vilanova, catedrático de Geología de la Universidad de Madrid.

Sin embargo, ambos morirían sin ver reconocidas sus teorías, pues la publicación del libro de Sanz Sautuola suscitó airadas críticas por parte de la gran mayoría de estudiosos del arte de la prehistoria, que consideraban al propio Sanz de Sautuola como autor de las pinturas de Altamira y, en consecuencia, a las obras como burdas falsificaciones.

Émile Cartailhac, gran erudito especialista en arte prehistórico, fue una de las voces que se alzaron en contra de las teorías de Sanz de Sautuola, hasta el descubrimiento de las cuevas francesas de La Mouthe (1896) y Font-de-Gaume (1901), entre otras. La aparición de estas grutas, en las que había dibujos y grabados semejantes a los de Altamira, ayudó a que variara el juicio emitido tanto por los entendidos en la materia como por la opinión pública. En 1902 salieron a la luz dos publicaciones, el catálogo del Abate Breuil y un artículo del propio Cartailhac, en el que reconocía su error. Hugo Obermeier retomó las investigaciones de Breuil, dando lugar a la publicación de una monografía, en 1935. Estos textos confirmaron la autenticidad de las pinturas, reconociéndolas como obras de arte genuinas del Paleolítico.

Conjunto de figuras policromadas del techo de la sala de entrada a la cueva de Altamira (Cantabria), segúh la reproducción que se halla en el Museo Arqueológico de Madrid. Esta fue la primera gruta decorada que se descubrió y sigue siendo aún la más espléndida. Su techo mide 18 m de largo por unos 9 de ancho y su altura era sólo de 2 m. Cada una de sus protuberancias rocosas tiene pintado un bisonte y el conjunto da la impresión de un impetuoso rebaño a los pies de la gran corza policroma de más de dos metros de longitud que, en el extremo opuesto a la entrada, vuelve la cabeza hacia ésta.
Las cuevas de Altamira cuentan con grutas de unos 270 metros de longitud. De estructura irregular, se componen de una galería principal o vestíbulo, a partir del cual se organizan varios espacios paralelos. La galería es una zona de grandes dimensiones en la que penetra la luz del sol, y donde se cree habitó el hombre desde épocas remotas. Este espacio fue abandonado en el magdaleniense medio, al derrumbarse una parte de la bóveda, y en él se han hallado artefactos prehistóricos muy interesantes, tales como objetos de piedra, asta o hueso.

Ésta da paso a la sala en la que se encuentran las magníficas pinturas descubiertas por la hija de Sanz de Sautuola, la llamada “Gran Sala de los Polícromos", así como a otros espacios y corredores en los que también están presentes manifestaciones artísticas, como la denominada “Sala de la Hoya" o la 'Cola de Caballo". En ella hay representaciones de animales, pintadas en negro o grabadas, además de otros trazos y signos geométricos. Sin embargo, la fuerza expresiva de las pinturas de Altamira se concentra en las plasmaciones presentes en la sala grande.

Bisontes de la cueva de Altamira (Cantabria). Todos los bisontes representados en la cueva adoptan distintas posiciones: unos se encuentran de pie y en reposo, otros se hallan echados o volviendo la cabeza, simulando su propio mugir. Los colores utilizados son el rojo, el casta- ño y el negro, aunque existen también algunos pintados sólo en negro. En la imagen se encuentra, asf mismo, la voluntad por reflejar la sensación de movimiento y perspectiva: los cuernos, extraordinariamente bien dibujados, revelan un cierto sentido frontal.
La capa de rocas que separa la sala grande del exterior es relativamente fina, hecho que dificulta su conservación. Por ello, se ha procedido a la colocación de contrafuertes y de puntales.

Este espacio central, cuyo techo originariamente descendía desde los dos metros a tan sólo uno en la parte más baja, fue modificado para la correcta visualización de sus pinturas, para lo que se practicó un rebajamiento del suelo. Se encuentra cerca de la entrada, a unos 30 metros aproximadamente, y presenta una superficie decorada de unos 162 m2 (18 metros de largo por 9 metros de ancho).

Cabe decir que las pinturas que cubren el cuerpo central de la cúpula de la sala grande fueron fechadas por los investigadores Larning y Leroi-Gurhan, con la ayuda del carbono 14, entre 15.000 y 12.000 años de antigüedad. Por consiguiente, y como ya se había apuntado antes, las pinturas de Altamira son pertenecientes al período Magdaleniense III. No obstante, comparten el mismo espacio con algunos elementos procedentes de otras épocas. En las zonas de menos altura, son todavía observables ciertos vestigios de estilo auriñaciense-perigordiense; así como algunos trazos rojizos, caballos del mismo color y manos humanas contorneadas, todo ello de época solutrense y por tanto anterior a las representaciones magdalenienses.

Los bisontes de Altamira (Cantabria). Los animales -unos 38- han sido dibujados siempre vistos de lado. En este ejemplo se puede percibir el interés por la observación detallada del animal. Aquí el artista ha querido reflejar con todo detalle el pelo del bisonte aplicando trazos cortos y rítmicos. Es notable la voluntad por crear una cierta perspectiva, gracias a la colocación determinada de la parte trasera de las patas del animal: una detrás de la otra.
Los dibujos de Altamira representan animales relacionados con la caza del momento, sobre todo bisontes, aunque también están presentes ciervos, jabalíes, caballos, etc. Las técnicas usadas para la confección de estas decoraciones combinan la pintura (aplicada con un rudimentario pincel, con las manos o bien soplando) y el grabado, mediante la utilización de pedernal. Así, el conjunto de la "Gran Sala de los Polícromos", está formado por más de 70 grabados sobre la piedra de la bóveda, aparte de prácticamente 100 figuras pintadas.

Las decoraciones pictóricas de esta cueva cántabra se realizaron con pigmentos extraídos de la naturaleza. De hecho, se cree que los materiales usados pudieron ser obtenidos en el interior de la misma caverna. La gama de colores, bastante reducida aunque de mucha fuerza y durabilidad, consiste bá­sicamente en tonalidades ocre rojo sangre y parduzco, para el interior de las figuras. Además, se usó un óxido de manganeso, que servía para realizar el perfilado en negro, siempre presente en estas pinturas para delimitar los espacios pictóricos.

Las pinturas y grabados de Altamira dan fe de la gran destreza y la capacidad expresiva de unos pueblos dedicados básicamente a la caza y la recolección. A menudo se ha afirmado que este tipo de representaciones tenía tan sólo un carácter pragmá­tico, de invocación para la cacería, teoría que pierde fuerza si tenemos en cuenta la propia idiosincrasia de las figuras, entre las que no aparece plasmado ningún cazador, animal agónico ni arma alguna. Tampoco se trata de un tipo de obras simplemente ornamentales o decorativas, sino de elementos relacionados con los ritos, ideados por un líder espiritual del grupo, y de carácter colectivo y social. A través de ellas se expresaba la manera que tenía éste de entender el mundo, de relacionarse con el entorno y de interactuar con él.
Cabeza de bisonte, en Altamira (Cantabria). Pintada en negro, se localiza en la parte central izquierda de la "Gran Sala de los Polícromos" de esta cueva. Como puede observarse, es el contorno de la figura de un bisonte lo que aparece representado. Son múltiples las formas con las que han sido plasmados los animales en esta sala. Al parecer las figuras pintadas en rojo fueron las primeras; posteriormente, se les añadieron varias pinturas negras, las figuras con policromía y finalmente figuras en negro.
Poseen detalles que sorprenden por su habilidad, como el hecho de que se valieran de los salientes de las rocas para componer los volúmenes de los cuerpos de los animales que debían representarse. Ello es particularmente apreciable en el grupo de los bisontes encogidos, de la "Gran Sala de los Polícromos", así como el rostro existente en la sala conocida como "Cola de Caballo".

De entre los animales representados en la "Gran Sala de los Polícromos", hay que destacar la figura de una cierva roja, situada en el extremo izquierdo de la bóveda. Ésta sobresale por sus grandes dimensiones (algo más de 2 metros), así como por su emplazamiento. Está colocada en un espacio periférico, aislada del resto, entre las múltiples representaciones de bisontes que caracterizan el espacio. Su cuerpo, bícromo, combina un color rojizo con un tono ocre. Sin lugar a dudas, dada su situación y su tratamiento, esta pintura ocupaba un lugar destacable en el conjunto.

Otra de las figuras que puede remarcarse en este espacio es el bisonte enfurecido, ocupando un espacio cercano al de la cierva. Su cuello y cabeza, levantados para mugir, le diferencian del grupo, distinción que se ve agudizada debido a las deformaciones expresivas a las que se sometió su cuerpo, cuyo perí­metro hubo que acoplar al relieve de la bóveda. Las tonalidades usadas para dar color a esta figura son también especiales, ya que se hallan entre las más oscuras de todo el espacio.
Caballo en negro, pintura de las cuevas de Altamira (Cantabria). Figura contorneada en negro. En las pinturas y los grabados de Altamira no aparece plasmado ningún cazador, ni una animal agonizante, ni tampoco un arma, por Los orígenes del arte 109 lo que el propósito de las representaciones sólo serfan una mera invocación a la cacería; a través de ellas se expresaba la manera del artista y del hombre del paleolítico de entender el mundo y relacionarse con él.
Finalmente, la presencia de los bisontes recostados termina de imprimir el carácter de las pinturas de esta "Gran Sala de los Polícromos". Sus cuerpos, sin movimiento -tal vez descansando, tal vez pariendo- se acoplan completamente a los salientes de la bóveda, resultando un bellísimo espectáculo de ingenio y agudeza aplicados al arte.

Las cuevas de Altamira, abiertas al público en 1917, fueron declaradas Monumento Nacional en 1924. Sin embargo, sus pinturas fueron degradándose, por lo que se decidió cerrarlas a los visitantes. Paralelamente, en el año 2001 fue inaugurado el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, que contenía una réplica exacta de la bóveda de la "Gran Sala de los Polícromos".

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

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