La
III Dinastía de Ur fue la última de las dinastías sumerias. Shulgi, hijo, como
ya hemos mencionado, de Ur-Nammu, fundador de la dinastía, seguramente fue
asesinado por tres de sus hijos, que fueron los que, uno a uno, le sucedieron
en el poder: Amar-Sin -que reinó nueve años-, Shu-Sin -que reinó también nueve-
e Ibbi-Sin. Este último gobernó veinticuatro, y fue durante su reinado cuando
se produjo la caída del imperio.
Ya durante el mandato de Shu-Sin el
peligro amenazaba Sumer, por lo que se edificó el llamado Muro de Amurra, para mantener apartado al pueblo semita de los
amorreos que merodeaban por la zona. Luego su hermano Ibbi-Sin se dedicó al
menos tres años a reparar las fortificaciones de Ur y Nippur, a lo que
sobrevinieron luchas y problemas. Uno fue que los amorreos franquearon el
mencionado muro y se lanzaron sobre Sumer, asumiendo el control de las
provincias norteñas del imperio.
Ante la crítica situación, Ibbi-Sin
recurrió al comandante de sus tropas septentrionales, un amorreo de Mari,
llamado Ishbi-Erra, con cuya ayuda pudo prolongar su reinado pero a costa de un
elevado precio. Ishbi-Erra obtuvo a cambio el control total de la provincia de
Isin y de la cercana capital religiosa de Nippur, la única que dispensaba la
legitimidad monárquica. Poco después reclamaría también para sí la lealtad de
las restantes provincias sumero-acadias.
Como es natural, semejante situación fue
aprovechada por otras ciudades para obtener su propia independencia. En un
comienzo, la medida fue no enviar los tributos debidos ni la mano de obra
requerida para enfrentar las necesidades económicas y militares del imperio.
Luego, los gobernantes sustituyeron en sus inscripciones y nombres personales
el nombre del deificado Ibbi-Sin por el de sus divinidades locales. Al no
obtener respuesta a estas acciones, se proclamaron reyes de sus respectivas
ciudades y fecharon los años con sus propios nombres y no con el de Ibbi-Sin.
Estas usurpaciones se produjeron primero
en las ciudades alejadas, tales como Assur, Eshnunna, Der y Susa. Pero en poco
tiempo sucedió también en las ciudades más próximas como Lagash, Nippur y Umma.
Las deserciones se llevaron a cabo en cadena, y no sólo debilitaron el poder
central sino que provocaron serios golpes al conjunto de la economía de Sumer.
La interrupción de los tributos produjo una inflación de un sesenta por ciento,
aproximadamente, lo que tuvo como consecuencia directa una formidable carestía de
productos básicos.
Zigurat de Choga
Zambil, cerca de
Ahvaz. Inscripciones cuneiformes incisas en un ladrillo de adobe, en las que se
puede leer el nombre del rey elamita Untasha Gal, fechadas hacia 1300 a .C.
De la difícil época que vivió el reinado
de Ibbi-Sin han sobrevivido tres cartas, que aportan datos sobre las
características de este período. Una de estas cartas es la respuesta a la
petición de grano por parte del rey a Ishbi-Erra, respuesta negativa que da
como excusa la no disponibilidad de barcos capaces de transportar el grano
requerido a Ur. La segunda de las cartas fue enviada a Ibbi-Sin por el
gobernador de Kazallu, Puzur-Numushda -llamado en ocasiones Puzur-Shulgi-, y
por ella se conoce la secesión de Ishbi-Erra, declarado independiente en Isin
desde donde se había apoderado de otras ciudades. La tercera es la respuesta
del rey de Ur a Puzur-Numushda. En ella, un Ibbi-Sin creyente lamenta que Enlil
le haya concedido la realeza a Ishbi-Erra ya que no es de naturaleza sumeria.
Expresa su deseo de que, voluntad de los dioses mediante, los martu y los
elamitas capturen al traidor Ishbi-Erra.
Lo cierto es que lshbi-Erra, ensi independiente, se había titulado
dios de su país y rey del territorio, y había comprado la retirada de los martu
o amorreos -según algunos no les pagó sino que logró expulsarlos-. De esta
manera, el imperio de Ur quedó dividido en dos monarquías: por un lado la
monarquía de Ur con Ibbi-Sin al frente de las escasas tierras de la capital y
sus cercanías, y por el otro la de lsin, con el sublevado Ishbi-Erra a la
cabeza. Este último detentaba el mando efectivo sobre la mayoría de las
ciudades sumero-acadias.
Ruinas de las
murallas de Choga Zambil, cerca de Ahvaz. A pesar del tiempo transcurrido, aún quedan restos
de las murallas que rodeaban al zigurat.
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Tal era la situación cuando en el año
veintiuno del reinado de Ibbi-Sin los elamitas, aliados con los subarteos, los
sua y otras gentes de los Zagros, atravesaron el Tigris al mando de Kindattu,
rey de Simashki, y se lanzaron sin miramientos contra Ur. Por entonces,
Ibbi-Sin seguía contando con algunos ensi
que eran afectos a su causa, y gracias a su ayuda logró contener y rechazar la
invasión. No obstante, hubo una nueva embestida al cabo de tres años y en esta
ocasión las consecuencias fueron fatales para Ur.
Los elamitas no sólo se apoderaron de
Ur. Además la saquearon salvajemente, la destruyeron y al fin la incendiaron,
para luego abandonarla dejando una pequeña guarnición junto a sus ruinas. El
rey Ibbi-Sin fue trasladado como prisionero y murió en Ansham.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat
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