Páginas

Artistas de la A a la Z

Paul Cézanne (1839-1906)



Cézanne, Paul (Aix-en-Provence, 19 de enero de 1839 - 22 de octubre de 1906) Pintor francés, uno de los mejores representantes del postimpresionismo.

Su padre era un burgués emprendedor que pudo dar a su familia una buena posición en Aix-en-Provence, lugar donde el pintor nació, estudió y conoció al futuro novelista Zola, que tendría una importancia decisiva en su vida artística. En 1861 Cézanne consiguió permiso para trasladarse a París a estudiar pintura y se inscribió en la Academie Suisse, donde conoció enseguida a Guillaumin y a Pissarro, aunque, desanimado por los resultados de su pintura, volvió a Aix y se puso a trabajar en la Banca de su padre. A finales de 1862, sin embargo, insistió en la aventura de Paris y Zola pudo introducirle en el ambiente de los impresionistas. A partir de ese momento y hasta 1870 Cézanne alternó la vida en Paris, donde frecuentaba el Louvre, con largas estancias en Provenza. Sin embargo, su vida artística se desenvolvió bajo el signo del fracaso. En 1866 el Jurado del Salón Oficial rechazó su admisión, y el pintor escribió una violenta carta de protesta al director de Bellas Artes. No obtuvo ningún resultado, y hasta 1882 Cézanne sería excluido sistemáticamente de las exposiciones oficiales.

El estallido de la guerra franco-prusiana le sorprendió refugiado en una villa cerca de Marsella, pero, estimulado por Pissarro, se trasladó en 1872 a Pontoise. La proximidad de su amigo y las sesiones de trabajo al aire libre aportaron profundas transformaciones a su pintura: la paleta se aclaró, el aire y la luz empezaron a circular sobre la tela, y las pinceladas se fraccionaron en toques impresionistas. Fue un período de intensa actividad creativa que culminó con la participación de Cézanne en la primera exposición de los impresionistas en 1874, donde fue admitido por intercesión del propio Pissarro. De hecho, hasta 1879 Cézanne permaneció fiel al lenguaje impresionista, y en 1877 incluso se dejó convencer para exponer en la tercera muestra, donde presentó un grupo de dieciséis obras. Tampoco esta vez fue comprendido su trabajo, ni siquiera por los poquísimos críticos favorables al Impresionismo, incluido su amigo Zola.

A partir de 1879 Cézanne se fue alejando progresivamente del lenguaje impresionista y, aunque mantuvo algunos contactos con los pintores, se negó siempre a exponer de nuevo con ellos. La muerte de su padre, en 1886, le puso a cubierto de cualquier preocupación económica y sus estancias fuera de Provenza se fueron haciendo cada vez más raras (aunque no le faltaron ocasiones para exponer en Bruselas en 1887, 1889 y 1890 con el "Grupo de los Veinte"), hasta que después de 1890 se encerró en un huraño aislamiento en Aix. A partir de este momento su interlocutor favorito fue la montaña de Santa Victoria, su motivo pictórico por excelencia, al que dedicó más de sesenta composiciones. Pronto la nueva generación reconoció en él al único de los viejos maestros que, saliendo del callejón sin salida al que había llegado el Impresionismo, y dejando a la sensibilidad su papel indispensable, había conseguido sustituir el empirismo por la reflexión.

Junto a los problemas de la luz, "absolutizados" por los impresionistas, Cézanne trató de resolver dos cuestiones básicas que fueron descuidadas por éstos últimos: espacialidad y objetividad. De hecho, pinta casi los mismos motivos que los impresionistas, pero con la idea de una síntesis en la que se combina la expresión de la luz con el cuerpo formal palpable, limitado por fijas relaciones de espacio. Sus cuadros ofrecen exactamente lo contrario de lo que los impresionistas son capaces de hacer: no el momento fugaz, lo resbaladizo y pasajero de los fenómenos, sino la consistencia y duración de lo imperecedero. Por eso, las distorsiones que aparecen en su obra se pueden explicar únicamente por los requisitos del diseño pictórico. Si consideramos que son el resultado de un ajuste continuo entre las verdades de lo que se conoce, lo que se ve y lo que se siente, estaremos en mejor posición para apreciar la originalidad de un arte tan alejado, por un lado, de las construcciones menos sensuales del Cubismo como, por otro, de la inmediatez naturalista de los primeros años del Impresionismo. Y si además no olvidamos que el motivo, tal y como lo registra su visión extraordinariamente aguda, será siempre contrastado en su mente con su alto ideal del arte representado por los grandes maestros del barroco europeo, podemos entender la dificultad y gravedad de la tarea que se impuso Cézanne. Como el mismo dijo, se trataba de llevar el Impresionismo a los museos.

Como ha señalado Hamilton, en contraste con la visión fotográfica de los primeros impresionistas, las telas de Cézanne son registros acumulativos de sucesivas instantaneidades. Cada pintura no es una exposición del motivo como elemento que permanece idealmente fuera de nosotros y, por tanto, más allá de la experiencia temporal: está constituido a base de observaciones sucesivas y singulares que se pueden ver todavía en los contornos multiplicados de los objetos, en la sustitución de la luz constante, difusa y abarcadora, por la tenue luz atmosférica de los impresionistas y en la perspectiva movediza de los paisajes y de las naturalezas muertas. Estas discrepancias rectangulares, prueba de su abrumador sentido de la forma, obligaron a Cézanne a deformar la apariencia "natural" de los detalles en favor del diseño total, y son más bien evidencia del tiempo que el pintor pasaba pintando y de las numerosas posiciones apenas distintas en que cada objeto era estudiado. Mediante esta introducción de cambios y procesos a través de los múltiples puntos depositados en la superficie, el cuadro se convierte en un registro del presente continuo, de la experiencia del espacio en el tiempo, que es, a su vez, una experiencia que requiere tiempo para revelarse.

En cualquier caso, el reconocimiento de Cézanne se hizo esperar bastante y hasta las exposiciones retrospectivas de la galería Ambroise Vollard (a quien Cézanne había conocido en la Gran Exposición de Paris en 1895), en 1895 y 1898, las generaciones más jóvenes no se decidieron a saquear su obra para encontrar lo que en ella querían ver. Primero fue el aspecto "decorativo" lo admirado por los simbolistas y los nabis; después de la exposición conmemorativa en el Salón de Otoño en 1907, los cubistas empezaron a reivindicar los efectos estructurales. Más tarde fue aclamado como uno de los pioneros del arte abstracto, a causa de la subordinación, al menos aparente, del tema al diseño. Y así sucesivamente. Cada faceta es, desde luego, defendible, pero todas son parciales. A partir de 1920 la relación de Cézanne con el Impresionismo había sido prácticamente olvidada y se completó la imagen del pintor como el primitivo de los modernos, como el maestro que echó los cimientos del nuevo arte abstracto y constructivista del siglo XX, aunque en realidad no fuera ése el verdadero logro de Cézanne e interpretar así sus obras sea sacrificar su significado por un ideal subsecuente y distinto.

Cézanne o la estructura consistente

Sin duda la muerte prematura de Georges Seurat representó una gran pérdida para el arte. Su carrera se auguraba brillante, y resulta imposible deducir hacia dónde se habrían dirigido sus inquietudes si hubiese vivido más años. En cambio, toda la obra de Cézanne ofrece, al examen de quienes de verdad se interesan por los altibajos de la pintura, el proceso de un largo y trabajoso esfuerzo por llegar a una meta casi inaccesible.

Paul Cézanne (1839-1906) perteneció a la misma generación de los maestros impresionistas, con los que convivió unos años y con algunos de los cuales siguió en relación de una muy estrecha amistad; pero su labor está tan íntimamente enlazada con los problemas que se han planteado a la pintura actual, que parece más del siglo XX que de la segunda mitad del XIX.

Autorretrato de Paul Cézanne (Kunstmuseum, Berna). Cézanne sigue en este autorretrato la fórmula de pintores anteriores. Se representa vestido elegantemente, con traje y sombrero, el semblante serio y mirando fijamente al espectador. Por el fondo de la composición parece que está ambientado en su propio taller.  

Nació en Aix-en-Provence y se crió en uno de aquellos ambientes de severidad que son tan propios de la burguesía provinciana francesa, aunque era fruto de una unión que no fue legitimada hasta cinco años después de que naciera, a Cézanne, su hermanita menor, María. Su madre, Honorine Aubert, era operaría del taller de sombrerería que entonces poseía el padre de Cézanne, quien desde 1848 se transformó en banquero al crear (sobre la base de una entidad que había hecho quiebra) la Banque Cézanne et Cabassol, en Aix. El linaje paterno procedía remotamente del Piamonte y desde 1700 se hallaba establecido en Provenza. Todos estos datos son (en el caso de Cézanne) importantes, porque sitúan al hombre, racialmente un mediterráneo, esto es: a alguien, por su sangre, completamente distinto a todos los pintores de quienes hemos hablado al especificar sobre la pintura francesa del XIX.

Recibió una educación esmerada y una sólida instrucción humanística. En su Bachot en Letras mereció la calificación assez bien; poseía rudimentos del griego y sabía suficiente latín para atreverse a componer hexámetros, así como cultivó también con soltura el verso francés. Parte de aquel bachillerato lo realizó en Aix, con Emile Zola, quien (hasta 1886) fue uno de sus más íntimos amigos. Después, Cézanne empezó el estudio de la carrera de Derecho, que abandonó para dedicarse a la pintura. Era también muy aficionado a la música, entusiasta ferviente de Wagner ya a los diecisiete años.

Una moderna Olimpia de Paul Cézanne (Musée d'Orsay, París). Este cuadro parece una réplica, a la vez agria y divertida, de la célebre pintura de Manet; canto del cisne del Cézanne barroco, violento, donde planea su sexualidad obsesiva y reprimida. 

El hecho de que Cézanne no se revelara como personalidad importante, ante los entendidos en cosas de arte, hasta hacia 1895, año en que tuvo lugar una exposición de sus obras en la Sala de Ambroise Vollard, en París, y el interés que desde entonces despertó entre los artistas jóvenes, algunos de los cuales le visitaron e interrogaron, ha contribuido mucho a crear la imagen que de su persona ha conservado nuestro tiempo; este clisé le representa como un burgués meridional envejecido, bajito, intimidado, taciturno, a veces colérico; un anciano de barbiche blanca y nariz violácea que, tocado con su viejo melon y llevando levantados los faldones de su chaqué mediante imperdibles, para no ensuciarse, sólo se siente a sus anchas cuando, finalmente, pinta al aire libre, ante su terruño.

A este anciano, atacado de diabetes (y por ello a veces con la memoria algo turbia), Emile Bernard y otros hicieron decir, muy probablemente, lo que más les convino, al transcribir algunas de sus frases, que no eran ya sino vestigios de un pensamiento que, en su edad juvenil, nos consta que fue sumamente ágil. Según algunas descripciones de sus contemporáneos, el Cézanne joven tuvo una apariencia física que no habría sido posible adivinar a través del aspecto de aquel pintor viejo de los años 1900.

El muchacho del chaleco rojo de Paul Cézanne (Colección particular). Esta pintura pertenece a una serie de tres cuadros pintados hacia 1890, momento sereno en que Cézanne se plantea, con toda seriedad, una nueva problemática pictórica: modelar a través del color. El color marca, por sí solo, el claroscuro, los volúmenes, la atmósfera del cuadro. Gracias a Cézanne esta tentativa, que ya preocupó a los venecianos, se convirtió en una nueva conquista pictórica. 

He aquí cómo Georges Riviére (que fue después consuegro suyo) le describe, según recuerdos que le sitúan en 1874: “Un mocetón alto y fornido, sobre un par de piernas algo delgadas para su corpulencia. Andaba con paso rítmico e irguiendo la cabeza, como si estuviera contemplando el horizonte. Su rostro noble, que rodeaba una barba rizada, recordaba los de los dioses asirios. Su aspecto solía ser grave; mas al hablar se le animaban las facciones, y una mímica expresiva acompañaba sus palabras, pronunciadas en voz fuerte y bien timbrada”.

Zola resultó para Cézanne de una considerable ayuda cuando, en 1861, el joven provenzal se hubo trasladado a París. Gracias a él y a Pissarro, a quien no tardó en conocer en la Academie Suisse (en donde le había inscrito su padre cuando le acompañó a la capital), entró en el cenáculo de los futuros impresionistas.

Pero Cézanne siempre se sintió en París encogido y forastero, y, sobre todo durante los primeros años, muy a menudo tuvo que regresar a su Provenza vencido por el desánimo. Así, en septiembre del mismo año 1861 estaba ya de vuelta en Aix, y durante unos meses estuvo empleado en la banca paterna. En sus primeros años de París puede decirse que sólo conoció fracasos. No obstante, al ser presentado a Manet en 1866, consta que éste elogió el impulso que aquel joven pintor denotaba en sus pinturas de naturaleza muerta.

La mer, a l'Estaque de Paul Cézanne (Musée d'Orsay, París). El primero lo pintó en el verano de 1876; las cinco versiones del segundo las realizó hacia 1896. En éste se percibe claramente la evolución no sólo pictónca, sino también humana de Cézanne, pues vemos aquí una composición elaborada con gran cuidado, una especie de regreso al clasicismo.   

Durante la guerra de 1970 vivió escondido en L’Estaque, cerca de Marsella, en compañía de Hortense Fiquet, modelo parisiense, que sería más tarde la madre de su hijo y con la que acabaría casándose. De regreso a París, después de la Commune, vivió Cézanne una temporada en Pontoise con Pissarro, para instalarse, al año siguiente, en Auvers sur-Oise, cerca del Dr. Gachet, el mismo personaje al que se encontrará cuando se estudie la azarosa vida de Van Gogh.

La pintura de Cézanne había ya entonces evolucionado mucho. Tras los primeros lienzos, vacilantes, a veces informes, de tonalidad oscura, iban apareciendo ahora algunos bodegones que indican, no sólo un cambio de la concepción romántica a la objetiva, sino un claro deseo de expresar el espacio y el volumen. A la gruesa pintura de los primeros años, en la que hizo gran empleo de la espátula, sucede ahora otra aún muy empastada, pero de pinceladas fundidas. La coloración es ya decididamente clara.

La maison du Dr. Gachet de Paul Cézanne (Kunstmuseum, Basilea). En 1872 el doctor Gachet, hombre generoso y gran aficionado, invitó a Cézanne a su casa de Auverssur-Oise. Durante dos años el pintor vivió en Auvers en relativa paz. Su paleta lo acusa: se dulcifica y aclara, como puede verse en esta obra, que lleva el signo de esta renovación. Los contornos de las figuras ya no son tan rotundos, se suavizan las formas, que aparecen más integradas en el espacio. El doctor Gachet también ayudó a otras personalidades de la época como Vincent Van Gogh, quien realizó un magnífico retrato de su amigo y protector. 

El trato con Pissarro, sobre todo, fue decisivo para él en aquellos años de prueba. En su vejez recordará: “Vivía como un bohemio, malgastando mi vida. Tan sólo más tarde, cuando fui conociendo a Pissarro, que era infatigable, empecé a sentir gusto por trabajar”. Y confiaba a otro interlocutor, a ese respecto, en 1902: “En cuanto a ese “viejo” Pissarro, para mí fue como un padre. No se perdía el tiempo consultándole; era algo así como le bon Dieu”.

Se conserva una copia de un paisaje de Pisarro hecha con Cézanne en 1873. Denota un gran esfuerzo; es una copia “fatigada”. Pero de aquel mismo año es ya su primer gran paisaje personal: La Maison du Pendu (hoy en el Musée d’Orsay, París), una obra muy significativa e importante, en la que se percibe la atmósfera.

Esta fue una de las tres obras con que Cézanne participó en la primera Exposición de los impresionistas, las cuales fueron, al parecer, las que allí obtuvieron el mayor éxito de hilaridad por parte del público visitante.

Manzanas y naranjas de Paul Cézanne (Musée d'Orsay, París}. Por encima de todo Cézanne quiso ser un pintor. "No seáis literatos de la pintura, ni filósofos: sed pintores." Sus ojos desdeñan las composiciones alegóricas, los heroicos temas; se detienen en los objetos humildes: una fruta, un paisaje familiar, un árbol, el rostro cansado de un campesino. Con este criterio indiscriminado trata sus naturalezas muertas, como en esta pintura, y por eso poseen el grave aliento de las cosas contempladas con seriedad y amor. 

Cebollas y botellas de Paul Cézanne (Musée d'Orsay, París). Magnífica naturaleza muerta donde lo importante no son tanto los objetos que se representan como las formas que estos producen. En el barroco se buscaban frutas u hortalizas con distintos significados ocultos y una presentación exuberante. Cézanne prescinde de todo lo superfluo para concentrarse en las formas. 

Pissarro le enseñó, pues, a pintar como un impresionista, y gracias a esto pudo contar ya Cézanne, no sólo con la base de una técnica, sino también con una estética a la que trató de amoldarse. No tomó parte en la segunda exposición de aquel grupo, celebrada en 1876, pero sí en la tercera, del año siguiente.

A esta exposición mandó diecisiete lienzos, principalmente naturalezas muertas, una de las cuales, Le Compotier, fue después propiedad de Gauguin. En este lienzo se revela ya todo lo característico de Cézanne, en lo concerniente a su exigente y premiosa composición y a la franqueza del color. Se la considera como la obra que representa al máximo los deseos, por parte de su autor, de asimilar los hallazgos del impresionismo. Mas, desde aquel momento, tratará de acomodar a sus intenciones aquella técnica por él aprendida; así, en la evolución que en él se insinúa por aquellos años, la pincelada pierde espesor y el colorido, en cambio, gana en pureza. Más tarde, ya desligado del impresionismo por completo, la práctica de la acuarela (a la que se dedicará desde 1880) introducirá en su manera de pintar sus típicas pinceladas breves, finas y nerviosas.

La mujer de la cafetera de Paul Cézanne (Musée d'Orsay, París). Esta es una de las obras más hermosas de Cézanne y una de aquellas en que aparece más clara su voluntad de renunciar a las apariencias fugitivas de la naturaleza -que perseguían los impresionistas- para conquistar cuanto tiene de estable la realidad. 

El impresionismo no fue, pues, para Cézanne más que un ejercicio, una práctica. 

El impresionismo era una pintura que, para su temperamento, se fundamentaba demasiado en la sensación dada en sentido de superficialidad, y Cézanne ambicionaba otras cosas. Un admirador suyo es testimonio completamente fidedigno: el pintor Maurice Denis, recogerá de labios del maestro, en sus últimos años, esta declaración: “He querido hacer del impresionismo algo que fuese sólido y durable, como el Arte de los Museos”.

En 1878 se sintió definitivamente separado de la pintura impresionista. Indispuesto entonces con su padre, a causa de la irregularidad de su vida privada, tuvo que recibir auxilio pecuniario de Zola. Vivió por un tiempo en L’Estaque y después volvió a París, sin conseguir, a pesar de sus gestiones, que en el Salón oficial se admitiera una sola obra suya. En esto fue Cézanne verdaderamente desgraciado; en vida vendió sólo dos cuadros: uno en Bruselas, en 1887, en la Exposición organizada por el Cercle des XX, y otro en 1900, año en que Herr Tschudi adquirió un paisaje suyo para el Museo de Arte Moderno de Berlín. Tschudi compró en aquella ocasión también un Renoir y un Manet y -sea dicho de paso- estas adquisiciones hicieron que el Kaiser montara un cólera y exigiera su destitución como director de aquel Museo.

Las cinco bañistas de Paul Cézanne (Museo de Bellas Artes, Basilea). Este es un tema que fascinó a Cézanne y del que realizó toda una serie. Son jóvenes cuerpos desnudos, castos y realizados con rigurosa búsqueda lineal, sin el menor asomo de la sensualidad de Una moderna Olimpia 
Durante el año 1886 regularizó, por fin, su unión con Hortense Fiquet. Pero aquel año fue también el de su rompimiento con Zola, uno de los episodios más amargos de su vida. Zola, en su novela L’Oeuvre se había inspirado en su amigo para crear el personaje Claude Lantier, que encarna la figura de un pintor fracasado, y a Cézanne ello no le pasó inadvertido. Según parece, costó trabajo disuadirle de un duelo. Cézanne y Zola no volvieron ya a verse más.

Vivió desde entonces principalmente en Provenza, en Aix o en la finca familiar de Jas de Bouffan, que aquel mismo año de 1886 había heredado, al morir su padre.

Su pintura había entonces adquirido el magnífico estilo de plenitud clásica que le sitúa al extremo opuesto al academicismo. Algunas de sus características contribuyen a imprimir un sello poéticamente intelectual a aquel estilo. Es su época más fecunda. En sus búcaros con flores se revela un nuevo y “actual” intimismo; de 1892 son algunos de sus magistrales paisajes, principalmente la serie inspirada en la contemplación de la Montagne Sainte-Victorie; en los cuadros de figura, se ensaya varias veces en su gran composición de las Baigneuses, un tema que no llegará a resolver definitivamente y que constituirá su gran preocupación; pero en aquel año empieza también sus cinco versiones de los Jugadores de cartas, obra que completó en 1896.

Los jugadores de cartas de Paul Cézanne (Musée d'Orsay, París). Esta obra plenamente figurativa, en la que alienta el expresionismo, es decir, la solidaridad del pintor con el sujeto pintado. Las formas se representan simples y contundentes, con colores sobrios y donde la amplitud de la gama se ve reducida a un número muy bajo. Los contornos de las figuras están reseguidos en color negro, aislándolas del entorno en el que se encuentran. 

En estos cuadros figurativos es donde se concentra de un modo más claro su concepción rigurosamente arquitectural de la composición. También durante esta fase realizó algunos retratos con lenta y penosa actividad, como el de Gustave Geffroy (1895). El que intentó hacer del marchante Vollard, desde entonces su amigo, no pudo terminarlo; a pesar de haberse ocupado durante innumerables sesiones tuvo que renunciar, finalmente, a proseguirlo. Todos sus cuadros de una figura que por aquella época realizó denotan esa trabajosa penetración, propia de su escrupulosa exigencia; por ejemplo, el caso de la Vieille au chapellet, que de una colección francesa pasó a la Galería Nacional de Londres.

El mismo rigor arquitectónico es discernible en los lienzos paisajísticos de este gran período de su arte. Sabemos cómo procedía entonces para elaborar esas pinturas. Sentado ante el paisaje, antes de trasladar al lienzo el “motivo” se ponía a estudiarlo cuidadosamente, atendiendo a los valores plásticos y escalonando los planos sucesivos, cuya situación exacta subrayaba matizando con un colorido de tonos finos, aplicado mediante apretadas series de pinceladas paralelas (verticales u oblicuas) a modo de los sombreados de un apunte al lápiz. Árboles, casas, postes, chimeneas, constituían para él otros tantos acentos rítmicos que era preciso subordinar a la unidad del cuadro.

Por fin, en 1904, le dedicaron una sala en el Salon d’Automne, y ésta fue su consagración.

En 1899 había vendido el Jas de Bouffan y desde entonces habitaba un pisito en el interior de Aix, con una sirvienta, mientras su esposa e hijo vivían en París. Hasta sus últimos días conservó el hábito del trabajo, y de ordinario salía diariamente a pintar al campo; a tal objeto se había hecho construir en las afueras de su ciudad natal un pequeño estudio donde guardaba sus materiales.

El florero azul de Paul Cézanne (Musée d'Orsay, París). Los tonos puros, contrastados y armoniosos de esta obra de 1885 se producen en un momento en que el pintor se sentía enfermo y su irascibilidad se había agravado. Eran continuas las peleas con sus amigos, con Monet especialmente, sin razones serias. La duda y la fiebre del trabajo se lo disputaban por igual. Y, sin embargo, nunca como en esta época fue su obra más equilibrada y serena.  

Durante el otoño de 1906, mientras estaba pintando al aire libre, un chaparrón imprevisto le dejó calado, lo que le provocó una congestión. Se le condujo rápidamente a su casa, donde moría pocos días después.

He aquí la obra y la vida de Cézanne comentadas muy brevemente. La vida no contiene más caracteres de dramatismo que los inherentes al temperamento (en verdad un poco singular) de alguien que, como le ocurrió a Van Gogh, poseía lo que ahora se ha dado en llamar un message, al que con penas y fatigas logró dar expresión.

La obra aspiró a devolver a la pintura valores esenciales que desde largo tiempo estaban olvidados. Respondía a una visión lúcida, y si no consiguió en todos sus aspectos los altos fines propuestos, esto no fue culpa del pintor, que puso en ella cuanto le fue posible. Las derivaciones que después se dieron a su actitud, tampoco podían depender de él.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obra comentada



Posimpresionismo
Maceta en una mesa, 1869

Plato de Manzanas, 1879

Bañistas, 1880

Cuatro bañistas, 1880

El castillo de Medan, 1880

Flores en un tarro oliva, 1880

La batalla del amor, 1880

Nieve en Fontainbleau, 1880

Paisaje de Ile de France, 1880

Paisaje de Ile de France, 1880

Ramo de flores, 1880

Retrato de Louis Guillaume, 1880

Autorretrato frente a papel pintado verde oliva, 1881

Casas a lo largo de una carretera, 1881

Moulin de la Couleuvre en Pontoise, 1881

Puente y cascada en Pontoise, 1881

Autorretrato con turbante blanco, 1882

Autorretrato, 1882

Camino, árboles y lago, 1882

Flores en un jarrón, 1882

Granja en Normandía. Verano, 1882

Huerta, 1882

La bahía de L'Estaque desde el este, 1882

Leda y el cisne, 1882

Madame Cezanne en el jardín, 1882

Medea, 1882

Rocas en L'Estaque, 1882

Saliendo del agua, 1882

Tres bañistas, 1882

Victor Chocquet, 1882

Vista de L'Estaque a través de los pinos, 1883

Vista de L'Estaque, 1883

Madame Cezanne , 1884

Naturaleza muerta con sopera, 1884

Autorretrato, 1885

Bañistas fuera de una tienda de campaña, 1883-1885

Castaños y manufacturas de Jas de Bouffan, 1885

Dalias en un florero de Delft, 1885

Gardanne (Vista horizontal), 1885

L'Estaque con tejados rojos, 1885

La bahía de Marsella , visto de L' Estaque, 1885

Retrato de Madame Cezanne, 1886

Castaños en el Jas de Bouffan, 1887

El jarrón azul, 1887

Madame Cezanne con el pelo suelto, 1887

Retrato de Madame Cezanne, 1887

Árboles altos en el Jas de Bouffan, 1887

Alley en Chantilly, 1888

Macetas de geranios, 1888

Naturaleza muerta, flore en un florero, 1888

Niño en con chaleco rojo, 1888

Orillas del Marne, 1888

Pierrot y Arlequín (Mardi Gras), 1888

El gran pino, 1889

Muchacho con chaleco rojo, 1889

Arlequín, 1890

Betsabé, 1890

Castillo de Marines, 1890

El acueducto y la esclusa, 1890

El fumador, 1890

Mont Sainte-Victoire, 1890

Mont Sainte-Victoire, 1890

Naturaleza muerta con flores y frutas, 1890

Niño descansando, 1890

Plantas en macetas, 1890

Campesino, 1891

El bebedor, 1891

Lavabo y lavadero de Jas de Bouffan, 1891

Fumador, 1892

Hombre con una pipa, 1892

Los jugadores de cartas, 1892

Macetas de terracota y flores, 1892

Madame Cezanne en el invernadero, 1892

Tulipanes en un florero, 1892

Bodegón con granada y peras, 1893

Los jugadores de cartas, 1893

Rocas en Fountainebleau, 1893

Autorretrato en un sombrero de fieltro, 1894

Bañistas, 1894

Bodegón, tulipanes y manzanas, 1894

Bosque, 1894

La granja de Bellevue, 1890-1894

Naturaleza muerta con un tarro de jengibre y berenjenas, 1894

Piedra de molino y cisterna bajo los árboles, 1894

Autorretrato, 1895

Bodegón con cortina y la jarra de flores, 1895

Bodegón con fruta y una taza de jengibre, 1895

Bodegón, una botella de menta, 1895

Cesta de manzanas, 1895

Las manzanas y las galletas, 1895

Maison María con una vista del Château Noir, 1895. Cubismo

Mont Sainte-Victoire, 1895

Mujer con un sombrero verde (Madame Cézanne) 1894 - 1895

Mujer con una taza de café, 1895

Naturaleza muerta con Cupido de yeso, 1895

Naturaleza muerta con Cupido de yeso, 1895

Pino grande y tierra roja, 1895

Retrato de Gustave Geffroy, 1895

Tarro de jengibre, 1895

Anciana con un Rosario, 1896

El Lac d'Annecy, 1896

Joven muchacha italiana descansando sobre su codo, 1896

Retrato de Joaquín, 1896

Bibemus.  La roca roja, 1897. Cubismo

Campesino en un delantal azul, 1897

Henry Gasquet, 1897

Mont Sainte-Victoire, 1897. Cubismo

Pinos y Rocas ( Fontainebleau), 1897

Bodegón con cebollas rojas, 1898

Bodegón con cráneo, 1898

Bodegón con mazanas, 1898

Crisantemos, 1898

El hombre joven y cráneo, 1898

En el bosque, 1898. Cubismo

Granja en Montgeroult, 1898. Cubismo

Mina de Bibemus, 1898. Cubismo

Mina de Bibemus, 1898. Cubismo

Mont Sainte-Victoire, 1898

Mujer con un vestido de rayas rojas, 1898

Volviendo camino de Montgeroult, 1898

En el bosque, 1899

Mujer desnuda de pie, 1899

Retrato de Ambroise Vollard, 1899

Volviendo al camino Montgeroult, 1899. Cubismo

Autorretrato con boina, 1900

Campesino sentado, 1900

El arroyo, 1898-1900

El hombre sentado, 1900

En el parque del Château Noir, 1900. Cubismo

En el parque del Château Noir, 1900. Cubismo

Hombre con los brazos cruzados, 1900

Las grandes bañistas, 1900

Mina de Bibemus, 1900. Cubismo

Mina de Bibemus, 1900. Cubismo

Pino y acueducto, 1900

Pirámide de cráneos, 1900

Tres cráneos en una alfombra con dibujos, 1900

Tres cráneos, 1900

Bañistas. Mont Sainte-Victoire en el fondo, 1902

Mont Sainte-Victoire, 1902

Mont Sainte-Victoire, 1902

Muchacha con una muñeca, 1902

Mujer de azul. Señora Cezanne, 1902

Niño con un sombrero de paja, 1902

Naturaleza muerta, florero con flores, 1903

Bañistas descansando, 1904

Campesino sentado, 1904

Castillo francés Noir, 1904

Chateau Noir, 1904. Cubismo

Castillo francés Noir, 1904

Bodegón con envase de flores, 1905

Las grandes bañistas, 1905

Los bañistas, 1905

Montagne Sainte - Victoire y el castillo Negro, 1905. Cubismo

Riberas, 1905. Cubismo

Casa de Jourdan, 1906

El marinero, 1906

El viejo jardinero, 1906

Grandes bañistas, 1906

Naturaleza muerta con sandía y grandas, 1906

Retrato de Vallier, 1906

Retrato del jardinero Vallier, 1906
#cezanne

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario.

Punto al Arte