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Pintura italianizante y la escuela de Fontainebleau

La pintura francesa del Renacimiento se italianizó aún más lentamente que la arquitectura y la escultura; en realidad, sólo puede citarse un pintor francés de esta época que fuera con provecho a Italia, realizando un largo viaje (1445-1448) todavía en pleno siglo XV. Estudió con el Filarete en Roma y se nombró a sí mismo:” el buen pintor del rey Luis XI, JeanFouquet”. Se dedicó aún a la iluminación de manuscritos (el Josefo de Jacques d’Armagnac, el libro de horas de Etienne Chevalier y el Boccaccio de Munich), pero pintaba también retratos al óleo siguiendo la técnica que había visto en los grandes pintores flamencos.

⇦ Retrato de Juvenal des Ursins, de Jean Fouquet (Musée du Louvre, París). Pintado hacia 1461 por, el creador de la escuela del Loira, de la que surgirán los grandes retratistas del siglo XVI. La obra de Fouquet, está a medio camino entre el realismo italiano, que impregna el rostro de este personaje, y la elegante estilización de Flandes, que ha inspirado el plegado, todavía gótico, de su vestido. 



Fouquet pasó la mayor parte de su vida en Tours, siendo ya reconocido como un gran artista por sus contemporáneos: “Fouquet empieza a volar tan alto -dice De Bastard-, que su lugar está entre los grandes maestros”. El fue el creador de la escuela del Loira, de la que surgieron los grandes retratistas del siglo XVI. Los retratos de Fouquet sobre tabla son obras maestras que muestran personajes penetrados de una serenidad tranquila, cubiertos con los ampulosos drapeados del gótico flamenco: Carlos VII, Juvénal des Ursins y, sobre todo, la maravillosa Virgen del díptico de Melun, representada bajo los rasgos de Agnés Sorel, prototipo de la belleza femenina de la época. Fouquet murió hacia 1480, antes de la llegada de los primeros pintores italianos.

⇨ Virgen del Díptico de Melun de Jean Fouquet (Museo de Amberes). Pintada hacia 1450, al parecer, el rostro y la figura de la Virgen están inspirados en Agnes Sorel, amante de Carlos VIl y prototipo de la belleza femenina de la época. En esta tabla Fouquet no copia la realidad sino que la idealiza a base de volúmenes geométricos y colores irreales. La hoja izquierda del díptico, actualmente en Berlín, tiene el retrato del donante, Etienne Chevalier, gran protector de Fouquet, para quien éste realizó un maravilloso Libro de Horas. 



La infiltración del arte italiano en la pintura francesa se intentó no sólo por la acción de las colonias de italianos de Amboise y Fontainebleau, sino también mediante la importación de pintores ilustres. Por ejemplo, Francisco I llamó a Andrea del Sarto y a Leonardo de Vinci, pero el primero permaneció poco tiempo en Francia y es fácil que en sus últimos años Leonardo sintiera más acentuada su antigua inquietud y deseo de perfección, que le convertían en un alquimista de la pintura. Leonardo murió en Cloux, cerca de Amboise, el 2 de mayo de 1519, apenas a los dos años de su llegada a Francia, circunstancia por la cual no es de extrañar que ningún edificio francés conserve rastro de sus obras.

De este modo, la verdadera influencia italiana se produjo cuando Francisco I y luego Enrique II organizaron grandiosos trabajos de decoración en el castillo de Fontainebleau. En 1530 llegó el Rosso Fiorentino y dos años más tarde el boloñés Primaticcio. Ambos agruparon en torno a sí a gran número de pintores franceses que formaron con ellos la que se ha llamado escuela de Fontainebleau. Rosso murió en 1540, pero el Primaticcio siguió trabajando durante casi cuarenta años, hasta su fallecimiento en 1570. Al estilo que se creó en Fontainebleau, Rosso aportó ciertas reminiscencias miguelangelescas, el Primaticcio una languidez derivada de Rafael, y Nicoló dell’Abate (llegado en 1552) una gracia sofisticada que recuerda las figuras del Parmigianino.

⇦ Diana cazadora (Musée du Louvre). El sutil manierismo de la Escuela de Fontainebleau posee ya todas sus características en esta composición, el nombre de cuyo autor se desconoce. La silueta alargada, casi la de un efebo, y su estilo pictórico compacto, preciso, responden a una transformación del manierismo italiano en un frío erotismo. 



Así Fontainebleau se convirtió en uno de los focos principales del manierismo europeo, con la línea grácil y alargada de sus figuras femeninas y con una fantasía intelectualizada muy francesa que selecciona voluptuosos temas mitológicos para representarlos con un sensualismo tan sutil que acaso puede calificarse de frígido. Las damas de la corte de los Valois se disputaban, sin sonrojarse, el honor de ser reconocidas bajo la figura de las diosas desnudas y complacientes. Este erotismo frío de Fontainebleau produce obras célebres como la Diana Cazadora (Louvre), cuya silueta es casi la de un efebo, la Alegoría de la Paz (Museo de Aix), el retrato de Diana de Poitiers (Museo de Basilea) y Gabrielle d’Estrées con la duquesa de Villars, en el baño (Louvre) en las que el preciosismo de los detalles y la interpretación frígida y elegante del desnudo femenino se mezclan con una especie de erudición clásica, todo lo cual recuerda intensamente la poesía contemporánea de Ronsard y del grupo de la Pléyade. Entre los pintores franceses de la escuela de Fontainebleau hay que citar a Antoine Carón y a los dos Jean Cousin, padre e hijo. Este último, fallecido hacia 1594, fue probablemente el autor de las dos sorprendentes medias figuras de Gabrielle d’Estrées con la duquesa de Villars.

Diana de Poitiers como Diana cazadora, obra de la Escuela de Fontainebleau (Museo de la Venerie, Senlis). Fontaineblau se convirtió en uno de los focos principales del manierismo europeo. La escuela, guiada en una primera etapa por los artistas Rosso y Primaticcio, reunió temas mitológicos y los recreó con una tenue sensualidad. 

Pero los pintores de cámara de los Valois son los Clouet, que se mantienen ajenos a las novedades de estilo introducidas por la escuela de Fontainebleau. El primero de ellos, Jean Clouet (hacia 1485-1541), venía de Bruselas. Era, pues, flamenco, y así podemos decir que con la presencia en Francia de los Clouet se continuaban las tradiciones de la relación secular entre el arte francés y el de Flandes y Borgoña. A éste le sucedería su hijo François (hacia 1516-1572).
Jean era valet de chambre y pintor del rey Francisco I, y en la corte le llamaban maître Jean, Jeanet o simplemente Janet. El renombre de que gozaba le hacía indispensable cuando se necesitaba un pintor para retratar a las personas reales. De él queda un retrato al óleo de Diana de Poitiers, de estilo todavía muy flamenco.

Gabrielle d'Estrées con la duquesa de Villars en el baño (Musée du Louvre). Quizás el ejemplo más conocido del frío erotismo de la Escuela de Fontainebleau. La duquesa le coge del pezón derecho a Gabrielle, al tiempo que ambas miran al frente. Al fondo, una mujer parece bordar. Este cuadro, atribuido a Jean Cousin el Joven, desarrolla en sus figuras una línea grácil y alargada. Es una escena que se enmarca en cortinajes rojos, y que reproduce un escenario fantasioso, quizás un tema tabú: el amor entre mujeres. 

⇦ Francisco I de Jean o Janet Clouet (Musée du Louvre). Retrato del rey en el aparece captado con gesto malicioso y en traje de gala. Este artista, totalmente alejado de la fría sensualidad de la Escuela de Fontainebleau, y cuya biografía es mal conocida, consta desde 1 516 como valet de chambre y pintor de Francisco l. En Chantilly se conserva su galería de retratos cortesanos, que incluye desde el rey y la reina hasta los mariscales de Lautrec y de Brissac o favoritas como Madame d'Aubigny o Madame de Caen. 



Brantóme dice en sus Crónicas: “Hoy se ha presentado María Estuardo vestida de escocesa, pero, siendo una verdadera diosa, ha sido necesario que Janet la pintase”. Sin embargo, la mayor parte de los retratos que tenemos de los Valois no son de Janet, sino de su hijo François. Este parece haber estudiado a Holbein y produjo multitud de retratos de la corte de los últimos Valois. Al igual que Jean Goujon supo interpretar maravillosamente el alma francesa. Ronsard llama a François Clouet l’honneur de notre France. Se revela así, sobre todo, en sus últimos dibujos a la punta de plomo con toques de sanguina, en los cuales realmente Clouet hace maravillas de elegancia francesa.

⇨ Carlos IX de François Clouet (Museo Condé, Chantilly). El hijo de Janet Clouet fue pintor de cuatro reyes: Francisco I, Enrique II, Francisco II y Carlos IX. Este dibujo que capta la mirada reflexiva de un joven Carlos IX y, sobre todo, muestra la gran habilidad del artista con el lápiz. Sólo se conservan cincuenta y cuatro dibujos suyos como éste, pero hay constancia de que, siguiendo la moda de su época, tan arraigada en la corte de los Valois, fueron numerosos; solamente en la colección de la reina Catalina habría unos doscientos.



De todos modos, es preciso señalar que el arte francés de la época de los Valois no nos ha revelado ningún genio de gran magnitud como los que, por otra parte, se encuentran contemporáneamente con no poca abundancia en Italia. Pero si bien no hubo grandes nombres, sí que se dieron muy importantes obras. Los castillos del Loira, la pintura de la escuela de Fontainebleau, la escultura de Jean Goujon y los retratos de los Clouet, por ejemplo, tienen algo que los hace preciosos y ciertamente estimables: descubren el espíritu francés como ninguna otra manifestación artística. Esto parece exageración, porque a Francia se le debe el estilo gótico en arquitectura y escultura, y la excelencia de las catedrales francesas con su estatuaria podría creerse que debe considerarse como resultado supremo del genio francés. Pero en los siglos de la Edad Media que llamamos siglos góticos, Francia es algo más que Francia porque personifica a Europa; es el occidente europeo que ha escogido a Francia como “solar” universal.

En esta época de los Valois, el arte francés lo parece quizá más que lo fue en tiempo de los Capetos y que lo será con los Borbones. La arquitectura de los castillos de la región del Loira, el Louvre de Enrique II y sobre todo Chambord, no pueden concebirse más que en Francia.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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