La otra personalidad auténticamente
genial que salió de Der Blaue Reiter
fue el suizo Paul Klee (1879-1940), nacido cerca de Berna, hijo de un organista
alemán. Sus obras, en su mayoría dibujos y acuarelas, son de pequeño tamaño y
parecen superficiales y poco importantes; muchos se diría que son el resultado
de un deseo de jugar, casi infantil. Sin embargo, Klee fue el primer artista
que se adentró deliberadamente en la región inexplorada del inconsciente
humano, sobre la que, poco antes, Freud había llamado la atención.
Aventura de una joven de Paul Klee (Tate Modern, Londres). De 1922, el ritmo, la fuerza expresiva que marcan las líneas de la composición, son elementos tan interesantes como la figuración que sugieren, diluida en una telaraña de colores. Es una obra de fantasía, mágica, realizada con elementos abstractos. A caballo entre lo figurativo y lo abstracto, Klee reúne los elementos formales de modo tan lógico que cada uno ocupa un lugar determinado en perfecta armonía con los demás. "La obra de arte abre caminos al ojo del espectador que quiera explorarlos como un animal que pace en un prado", decía Klee, que veía el acto creador como una experiencia mágica.
Klee fue a Munich a los 19 años y después viajó largamente por Italia; al regresar a Berna, en 1902, escribió en su diario estas palabras llenas de modestia y de grandeza: "Tengo la impresión de que tarde o temprano llegaré a algo válido, pero he de comenzar no con hipótesis, sino con ejemplos, específicos por pequeños que sean. Para mí es muy necesario comenzar con minucias, aunque sea una desventaja. Quiero ser como un recién nacido, no saber absolutamente nada acerca de Europa; ignorar hechos y modas, ser casi un primitivo. Luego, quiero hacer algo muy modesto, procurarme a solas un tema diminuto, uno que mi lápiz pueda abarcar sin técnica alguna... No es tanto cuestión de voluntad como de destino". Es claro que ser como un recién nacido no es una ambición modesta, sino la marca del genio.
Como ya se ha dicho, en 1912
ingresó en Der Blaue Reiter. Su
amistad con Kandinsky y con Marc fue decisiva. Coincidía con Kandinsky en su
mismo apasionamiento por la música, especialmente le interesaban Bach y Mozart,
y durante toda su vida Klee fue un consumado violinista. Con Franz Marc hizo un
viaje a Túnez, en 1914, que fue una de las experiencias que lo marcaron más
profundamente; sólo duró 17 días, pero al regresar escribió estas palabras
reveladoras: "El color se ha apoderado de mí; ya no tengo que ir a
buscarlo. Sé que se ha apoderado de mí para siempre".
Otras dos experiencias fueron
decisivas para Klee. En 1914 y en 1916 Macke y Marc murieron en la I Guerra
Mundial. Este sacrificio sin sentido de dos artistas muy próximos a él lo
obsesionó el resto de su vida, y determinó las insinuaciones sobre la muerte
que aparecen frecuentemente en su obra. La segunda experiencia fue su
incorporación como profesor a la Bauhaus,
respondiendo a la solicitud que le hizo Walter Gropius en 1920. Durante diez
años, Klee se esforzó en formular para sus alumnos los principios básicos del
arte contemporáneo. El resultado de todo ello fue reunido en tres libros de
teoría y enseñanza del dibujo que se publicaron en aquellos años.
Análisis de diversas perversidades de Paul Klee (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Es una imaginativa composición realizada en 1922 que permite múltiples lecturas. Klee decía que si la obra musical ha de oírse exactamente en el orden de suces1ón en que fue concebida, en cambio la obra plástica presenta al profano el inconveniente de no indicarle por dónde ha de empezar. Pero a la vez ello ofrece la posibilidad de variar el orden de lectura y tomar clara conciencia de la multiplicidad de significados. Como profesor de la Bauhaus, a partir de 1920, toma contacto con Kandisnky y Jawlensky y sistematiza su lenguaje pictórico, aportando una nueva potencialidad expresiva a sus óleos.
Fue a partir de su estancia en la
Bauhaus que su obra empezó a ser conocida fuera del reducido círculo de amigos
suyos de Munich y de la Suiza alemana. Pero desde hacía muchos años, Klee había
comprendido que él era esencialmente un poeta; por eso su arte se puede entender
mejor si buscamos en él la metáfora poética, el símbolo sencillo que revela el
mundo de nuestros sueños.
En su Schöpferische Konfession ("Confesión creadora"), escrita
en 1918, aunque no se llegó a publicar hasta 1920, escribió esta frase tan
penetrante que explica tanto sobre su pensamiento: "El arte no expresa lo
visible; más bien, hace visible". Como ha hecho notar Argan, la actividad
artística, para Klee, es parecida a la del investigador que mediante ciertos
procedimientos técnicos "hace visibles" (sin representarlos) los
microorganismos, que existen, pero que sin esta actividad no podrían verse.
Klee opera sobre los microorganismos que habitan en las regiones profundas de
la memoria, y gracias a él son revelados.
Ad marginem de Paul Klee (Museo de Bellas Artes, Basilea). Pintada entre 1930 y 1936. La fecunda imaginación, la fina sensibilidad y la cultura musical son cualidades que se hallan intrínsecamente en la extraordinaria aportación al arte contemporáneo de este pintor que exploró el mundo de la fantasía con una profundidad sin precedentes en el arte plástico. Algunas obras de Klee, sobre todo las que siguen a su período en la Bauhaus, están repletas de imágenes misteriosas, de zonas cromáticas y signos gráficos. A partir de 1935 la obra de Paul Klee, afectado de una enfermedad degenerativa, se vuelve pesimista.
Algunas de las pequeñas obras de
Klee -pequeñas por su formato- recuerdan caricaturas y dibujos humorísticos. Y
es que en su obra, junto a la angustia de la muerte, hay también el humor y la
ironía, que tan escasos son y tanta falta hacen en el arte contemporáneo. Son
el resultado de largas horas de reflexión a que se obligaba frecuentemente Klee
mientras tocaba el violín o hacía labor de ganchillo ante una mesita
modernista.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.