Cuando Modigliani llegó a París en 1906, no
tardó en comprender que todo el arte moderno nacía en Cézanne. En un principio
dirigió su interés hacia la escultura, pero posteriormente se dio cuenta de que
no podía prescindir del color en su búsqueda plástica. En este retrato de
Lolotte, pintado en 1916, un período en el que el artista ya había renunciado
al fauvismo y al expresionismo de sus años iniciales, para caer en una
sensualidad afectada, más acorde con la moda del momento, se aprecian, no
obstante, los rasgos fundamentales de su estilo: los contornos muy marcados,
que unen en una sola superficie planos de distinta profundidad, el predomino de
la línea, a veces muy gruesa, como un “surco negro” y otras “sutil y filiforme”,
el colorido rico pero de gama limitada (ocres, azules, anaranjados, blancos y
negros), y la formas sinuosas
transformadas en cilindros y óvalos.
(Institute of Art, Chicago)
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.