El término Transvanguardia fue
utilizado por el crítico italiano Achule Bonito Oliva para definir y agrupar a
una serie de artistas -Paladino, De Maria, Clemente, Chia y Cucchi- que reunían
unas características plásticas e ideológicas que los diferenciaba abiertamente
de otros artistas. Por tanto, se trataba de una selección, realizada desde el
punto de vista teórico, que veía en ellos una nueva lógica individual y
subjetivista, apoyada desde las instituciones de su país.
⇨ Sin título de Mimmo Paladino (Colección particular). Artista vinculado a la Transvanguardia italiana, sus obras son una búsqueda permanente del origen y tienen sus raíces en el arte fenicio y grecorromano. Este cuadro de 1988 es un ejemplo del eclecticismo técnico y formal de Paladino.
De este modo, nuevamente nos
encontramos con una recuperación de las raíces culturales y de la herencia
iconográfica del país. Enzo Cucchi (Morro d'Alba, 1949), por ejemplo, elabora
el concepto de memoria, no entendida en este caso como memoria personal, sino
concebida como el hilo conductor o la raíz milenaria que une el presente con el
pasado. Las referencias que Cucchi toma derivan de artistas de diversos estilos
y épocas históricas, como Carra, de De Chirico, Giotto, Piero Della Francesca,
Massaccio, Caravaggio y del carácter popular e ingenuo de los exvotos.
Francesco Clemente (Napóles, 1952) describe el devenir transcultural o
ahistórico mediante metáforas surgidas de intuiciones personales de origen
complejo y diverso, y que tienen una gran capacidad de conexión con el mundo
exterior. Para Sandro Chia (Florencia, 1946), el fragmento es el medio de
acotamiento de territorios personales que reflejan las pasiones, la ficción y
el enigma. Chia recurre a Picasso, Boccioni, Sironi, Baila, Carra y De Chirico,
y los hace participar de su deseo por mostrar la inexistencia de fronteras
entre el sujeto y el objeto, el dentro y fuera del hombre.
Miele, Argento, Sangue de Francesco Clemente (Colección Fundació "la Caixa", Barcelona). El autor evoca en sus figuraciones imágenes transculturales de sobrecogedora iconografía, fragmentos del pasado que han perdido su globalidad y que, mediante su tangencialidad estilística, se convierten en el reverso de la modernidad.
La obra pictórica de estos
artistas, fundamentada sobre un análisis crítico, se realiza dentro de una
práctica -la pintura- que renueva la misma conciencia de esta creación
subrayando su especificidad. Los artistas protagonistas de este "fin de
siglo" no tratan tanto de convencer como de interrogar. En este contexto,
ahora, todo es posible, incluso la pintura.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.