Las intensas relaciones
mercantiles que en el siglo XV enlazaron a Brujas con los más activos centros
comerciales y culturales italianos habían contribuido a dar a conocer en Italia
la pintura cuatrocentista flamenca. Esto se puso de manifiesto de modo muy
patente cuando recién llegado de Flandes, en 1478, se instaló en la iglesia de
San Egidio de Florencia el Tríptico
Portinari de Hugo van der Goes (hoy en los Uffizi), cuyo realismo y emotiva expresividad
influyeron en varios maestros florentinos, tales como Botticelli
y Filippino Lippi. Un influjo ejercido a la inversa determinaría, treinta años
después, una cabal apreciación por parte de los pintores flamencos de entonces
de las novedades de la pintura contemporánea italiana. Este fenómeno se produjo
cuando la primacía del comercio de Flandes había pasado de Brujas a Amberes a
consecuencia del cegamiento, por la arena del mar, en el estuario del Escalda,
del Sluys, el puerto que hasta entonces había sido la meta del tráfico marítimo
con aquella primera ciudad.
Detalle de El jardín de las deli- cias de El Bosco (Museo del Pra- do, Madrid). |
Pronto la próspera ciudad de
Amberes se convirtió en un centro pictórico de primer orden, en el cual Quentin
Metsys acogió plenamente en muchas de sus obras características propias del
arte de Leonardo
que afectaban tanto a los fondos de paisaje como al dibujo e índole monumental
de las composiciones y a las calidades del color. Así quedaba impresa en la
pintura flamenca de la época una clara impronta del Renacimiento italiano, que
fijaría el rumbo seguido en todo el siglo XVI por la actividad pictórica, no
sólo de Flandes, sino también en el área de Holanda.
Esta mutua apreciación entre dos
producciones artísticas: la de los Países Bajos y la italiana, que en sus
orígenes habían ofrecido muchas divergencias, fue, sin duda, consecuencia de la
difusión, desde la segunda mitad del siglo XV, del espíritu humanista.
⇦ Hieronymusaltar de Jacob van Oostsanen (Kunsthistorisches Museum, Viena). Realizado en 1511, aquí se representa el detalle del centro del panel, San Jerónimo y el león con donantes. El autor aprendió de Durero el grabado sobre madera y anuncia el paso hacia el Renacimiento, marcando el principio de la gran tradición artística de Amsterdam.
Fenómeno característico de un
período histórico de honda crisis, el Humanismo no se limitó a ser un
acercamiento consciente y sistemático a los textos de los escritores de la
antigüedad clásica. Fue una corriente que logró ir mucho más allá, alterando
todo el anterior cuadro de valores y estimulando la rápida difusión de nuevos
ideales. De esta forma, logró algo de gran calado, pues determinó en la
mentalidad colectiva de toda Europa un radical cambio que significa en la
historia política y de la cultura el inicio de una nueva época.
El Juicio Final de Lucas de Leiden (Stedeljik Museum "De Lakenhal", Leiden, Países Bajos). Es la obra más majestuosa de Lucas de Leiden, un tríptico que pintó para la iglesia de San Pedro de Leiden. En esta escena, localizada en el panel central, destacan los detalles, la oposición de los cuerpos claros y el suelo oscuro, con la intención de crear un contraste lumínico más acentuado.
⇨ Lot y sus hijas de Lucas de Leiden (Musée du Louvre). En esta obra logra un equilibrio entre idealismo y realismo. El autor conoció a Durero, pero aprendió de Italia, posiblemente a través del grabado, el sentido de la espacialidad. Son dos las escenas que se representan: en un primer plano, Lot goza de la compañía amable de sus hijas; en un segundo, se escenifica la ira de Dios sobre Sodoma, caen proyectiles de fuego en una ciudad que parece abrirse por un terremoto, a punto de ser engullida por el lago. El temor al fin del mundo y la alusión al incesto fueron temas que se repitieron durante la época.
La penetración del gusto nuevo,
es decir, el renacentista, se mezcla al principio, como es lógico, con las
concepciones complicadamente elegantes, propias del goticismo tardío que estaba
llegando a su fin. Este hecho, el que convivan por un tiempo el estilo antiguo
que se resiste en desaparecer y la nueva corriente que llega con fuerza, es
algo que sucede, como hemos visto, con no poca frecuencia en la Historia del
Arte. En el caso concreto que justifica estas líneas ello es visible en los artistas
a caballo de los siglos XV y XVI como dos holandeses que fueron estrictamente
contemporáneos y prolongaron su actividad durante todo el primer tercio del
siglo XVI: Cornelis Engelbrechtszen, de Leiden (1468-1533) y Jacob van
Oostsanen (1470-1533). Este último desplegó su arte en Amsterdam, y aquél fue
el maestro de Lucas de Leiden (1489-1533), gran pintor, grabador y dibujante,
figura en cierto modo comparable a Durero por su sensibilidad nórdica. Lucas de Leiden, sin llegar nunca a salir de su
patria, supo capacitarse del sentido de la espacialidad y del dominio de la
figura humana propios de obras italianas que debió de conocer seguramente a
través de grabados, según lo demuestran, en este sentido, su tabla de la Adoración del becerro de oro, del Museo
de Amsterdam, y también el gran tríptico del Juicio Final del Museo de Leiden. Por otra parte, en el cuadro que
recibe el nombre de Lot y sus hijas,
que se encuentra actualmente en el Musée du Louvre, Lucas de Leiden aparece
como un visionario que ilumina con extrañas luces de pesadilla la escena del
fuego cayendo del cielo sobre Sodoma. El terreno se hunde y el lago engulle
puentes y embarcaciones mientras, lejos del peligro, junto a su tienda, el
patriarca Lot se divierte con sus hijas. Correspondió, pues, a este importante
maestro incorporar el formalismo renacentista a la naciente escuela holandesa,
tarea que completarían los llamados pintores “romanistas”, con sus estancias en
Italia que asegurarían de un modo definitivo la identificación con las
características propias del Renacimiento.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.