Como la mayoría de las iglesias barrocas romanas, tiene reducidísimas dimensiones. La planta elíptica distribuye las capillas con ritmo hexagonal y un laborioso ir y venir de curvas, apenas perceptibles en la media oscuridad, que convierten la iglesia en un lugar de exaltación del misterio religioso. En la fachada, la severidad rectilínea de las pilastras se contrapone al pórtico semicircular, integrado al edificio con un entablamiento continuo. La tensión entre líneas rectas, cóncavas y convexas crea un fantástico dinamismo.
Roma
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario.