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Ptolemaida, una villa con vistas

Construida frente al mar Mediterráneo, en la costa oriental de Libia, una elegante vivienda romanana de la antigua ciudad de Ptolemaida revela sus secretos.

Hermosos mosaicos y columnas decoraban el peristilo de la Casa de Leukaktios , una elegante vivienda de la ciudad de Ptolemaida construida en el siglo III d.C., durante el período de dominio romano.
Cabeza de mármol de una estatua de Dioniso, dios griego de la vendimia y el vino, hallada en el interior de una cisterna.

Imagen aérea de Ptolemaida, con el Palacio de las Columnas en primer término y el área de las excavaciones polacas detrás. La ciudad, cuyos orígenes se remontan al siglo VI a.C., fuen fundada por uno de los primeros monarcas ptolomeos en el siglo III a.C. y después fue conquistada por Roma.

Libia, hoy el cuarto país más grande de África, es un inmenso territorio cubierto casi en su totalidad por las arenas del Sahara. Tan solo una estrecha franja en el norte, bañada por el mar Mediterráneo y que discurre en paralelo a la costa, es apta para el cultivo. El tórrido clima desértico del interior y el clima mediterráneo del litoral han configurado una geografía que a lo largo de la historia ha sido ocupada, de forma temporal o permanente, por numerosos pueblos, desde tribus nómadas, comerciantes y colonizadores, hasta poderosos imperios. Bereberes, fenicios, griegos, persas, romanos, vándalos, bizantinos, árabes, españoles, otomanos e italianos dejaron en mayor o menor medida su impronta en este enclave estratégico de las rutas comerciales que enlazaban el África negra con el Mediterráneo.

Ya en el siglo IV a.C. Alejandro Magno avanzó hasta Egipto y, tras fundar Alejandría, visitó el oráculo del dios Amón en un oasis de la antigua Libia llamado Siwa (hoy en el oeste de Egipto). Y casi sao años después esas tierras dieron a Roma un gran emperador, Septimio Severo, nacido en Leptis Magna, cuyas espléndidas ruinas hoy forman parte del Patrimonio Mundial de la Unesco. Los grupos nómadas acabaron ejerciendo el control del vasto desierto, mientras fenicios, griegos y romanos se establecían en la costa y fundaban prósperas ciudades como Sabratha, Oea (la actual Trípoli), Evespérides (la actual Bengasi), Cirene, la mencionada Leptis Magna y Ptolemaida.

Los mosaicos geométricos se alternan con los figurativos en la Casa de Leukaktios, dueño de la vivienda cuyo nombre aparece en dos de ellos. En torno al peristilo, o patio descubierto, que estaba sostenido por cuatro columnas, se organizaban las distintas estancias de la casa.

Es en esta última urbe romana, en la región conocida como la Cirenaica, donde un equipo del Instituto de Arqueología de la Universidad de Varsovia ha llevado a cabo en las últimas dos décadas unas campañas que han sacado a la luz una lujosa vivienda romana ocupada en el siglo III d.C. y otros tesoros ocultos en esta ínsula situada en la zona este de la ciudad, cerca del famoso Palacio de las Columnas (Palazzo delle Colonne), una lujosa domus excavada por un equipo italiano antes de la Segunda Guerra Mundial.

LUJO SI EXCESOS. En Ptolemaida había casas más fastuosas que la de Leukaktios, como el Palacio de las Columnas o la Villa de las Cuatro Estaciones. Pero los mosaicos. los restos de pintura mural y otros elementos ornamentales y arquitectónicos hablan de una elegante vivienda de dos pisos. con estancias ricamente decoradas. A la izquierda, reconstrucción de un arco sirio sostenido por columnas en espiral. una monumental puerta tripartita parcialmente conservada que tal vez conectaba la sala con el mosaico de Ariadna y la estancia contigua. y cuyo punto más alto podía medir entre 4 y 5 metros. A la derecha. reconstrucción del peristilo, con su mosaico central y cuatro columnas pintadas de ro¡o y blanco, que recogía el agua de lluvia y la conducía hasta una cisterna subterránea.
⇦ Los frescos, en tonos rojizos, ocres y verdes, combinan figuras de aves y humanas con motivos geométricos e imitaciones de revestimientos de mármol. 


«La ínsula que estudiamos está constituida por varias casas de tamaño medio que, aunque estaban ricamente decoradas, no eran fastuosas domus romanas como el Palacio de las Columnas o la Villa de las Cuatro Estaciones, excavada también en Ptolemaida por el estadounidense Carl Herman Kraeling en la década de 1950», explica Jerzy Zelazowski, el último director de la misión polaca.

Más de 500 monedas romanas, principalmente sestercios, fueron descubiertas en 2006 en una pequeña residencia contigua a la Casa de Leukaktios. 
El equipo inició los trabajos en 2001, que arrancaron bajo la dirección del arqueólogo Tomasz Mikocki. Tras su fallecimiento en 2007, Zelazowski tomó las riendas de la excavación hasta 2010, poco antes del estallido de la guerra civil libia de 2011 que provocaría miles de víctimas y la captura y linchamiento del dictador Muammar al-Gadafi. «El yacimiento no ha sido abandonado y sigue bajo la tutela del personal del museo local de Tolmeita (la pequeña población moderna cercana a las ruinas de Ptolemaida), con quienes mantenemos contacto -dice Zelazowski-. Las piezas de arte y los objetos hallados durante las excavaciones, incluidas las estatuas y monedas, se conservan en el museo, pero los mosaicos permanecen in situ. No podemos trabajar en Libia por la falta de seguridad, la difícil situación política tras la revolución y la infiltración del terrorismo y su ideología. El actual desafío político consiste en unificar el país, dividido entre Tripolitania y la Cirenaica, y crear un territorio autónomo».

Mosaicos expectaculares


La Casa de Leukaktio ha sido llamada así por dos mosaicos que contienen sendas dedicatorias en griego a un tal Leukaktios, con toda probabilidad el dueño de la vivienda. Una aparece en un medallón redondo situado en el centro del peristilo y otra, en el triclinum, en un panel rectangular sostenido por una Victoria alada (arriba). El mosaico más espectacular de la vivienda, en excelente estado de conservación, representa a Ariadna dormida en la isla de Naxos y descubierta por Dionisio y su séquito (abajo).

PTOLEMAIDA fue en sus orígenes el puerto de Barca, una antigua colonia griega situada unos 30 kilómetros tierra adentro. El nuevo asentamiento costero, fundado en el siglo VI a.C., evolucionó, y en la segunda mitad del siglo m a.C. ya debía de ser una ciudad importante, pues fue invitada a participar en los Juegos Panhelénicos celebrados en Delfos. Tras su incorporación al Egipto ptolemaico -de ahí su nombre-, fue conquistada en el siglo I a.C. por los ejércitos romanos e incorporada al Imperio junto con otras capitales de la Cirenaica. «Entonces llega uno a la ciudad de Ptolemaida -escribe Estrabón en su Geografía-, no menor que Menfis, y que tiene también una forma de gobierno inspirada en la de los griegos».

Retrocedamos ahora al siglo m de nuestra era. Ptolemaida es una próspera ciudad portuaria romana a orillas del Mediterráneo. En sus cerca de 300 hectáreas rodeadas por murallas defensivas se erigen teatros, un anfiteatro y otros edificios públicos. El suministro de agua es vital para la supervivencia de la urbe. Ante las escasas y esporádicas precipitaciones de la región, sus habitantes han ideado todo tipo de sistemas hidráulicos, desde acueductos de varios kilómetros de longitud hasta galerías subterráneas y cisternas de millones de litros de capacidad. La más grande de todas -en parte tallada en la roca y en parte construida-, en la llamada Plaza de las Cisternas, puede contener unos cinco millones de litros de agua de lluvia o procedente de los manantiales que están a más de 20 kilómetros al este de la ciudad.

El Palacio de las Columnas (arriba) era una lujosa domus edificada en el centro de Ptolemaida. Por sus dimensiones, riqueza y complejidad, los expertos creen que pudo pertenecer a la autoridad local
No solo recoge el agua esta enorme cisterna. En una ínsula ubicada en la parte este de la ciudad se levanta una elegante vivienda romana de dos plantas cuya arquitectura ha sido concebida para el disfrute de sus propietarios, pero también para el aprovechamiento del agua de lluvia. El preciado líquido cae sobre el tejado y va a parar a un pequeño peristilo (un patio interior descubierto), formado por cuatro columnas pintadas de blanco y rojo. El espacio central, decorado con un mosaico geométrico, contiene una dedicatoria al propietario de la casa, un tal Leukaktios. El agua llega finalmente a una cisterna subterránea, cuyo alto brocal está situado en el pórtico norte que rodea el peristilo.

Es en esta vivienda donde los arqueólogos polacos han centrado su investigación. «Esta parte del yacimiento arqueológico presentaba una gran concentración de mosaicos de vistosos colores, pinturas murales, estructuras arquitectónicas y cerámica, todo de época romana. Había también una gran acumulación de escombros, lo que sugería la presencia de restos bien conservados de arquitectura doméstica», informa Zelazowski.

Por toda la ciudad había cisternas (derecha) diseñadas para recoger el agua de lluvia y de los manantiales cercanos.  


La Casa de Leukaktios, conocida también con el nombre de la «Villa con Vistas» -apelativo que le dio el pionero Tomasz Mikocki-, tenía un piso superior desde el cual probablemente se disfrutaba de unas panorámicas envidiables. La historia de esta casa corre paralela a la de la ciudad. Al parecer estuvo ocupada como vivienda hasta el siglo IV d.C., y se derrumbó como consecuencia de alguno de los frecuentes terremotos que asolaron la región a mediados del siglo m d.C. (quizás en el año 262) y, en especial, en el año 365. Numerosos bloques arquitectónicos hallados en las excavaciones, entre ellos los fragmentos de una columna casi completa que cayó hacia el norte, así lo atestiguan. Asimismo, a consecuencia de los seísmos, una parte de las estructuras portuarias de la ciudad desapareció bajo el mar.

Sin embargo, Ptolemaida sobrevivió a aquellas catástrofes y la ocupación de la ciudad se prolongó hasta el siglo VII d.C. Entre los siglos IV y VI, la abundancia de cisternas en la insula facilitó una segunda ocupación de la vivienda, esta vez como taller de cerámica y metalurgia. Una segunda vida efímera que llegaría a su fin con el ataque de los vándalos en 428 y posteriormente de los árabes a mediados del siglo VII, cuando la ciudad fue destruida y cayó definitivamente en el olvido.

POCO SABEMOS DE LOS PROPIETARIOS de la vivienda y tampoco conocemos su procedencia, pero la cuidadosa restauración de los mosaicos ha permitido comprobar que el nombre de Leukaktios fue añadido en dos de los mosaicos de la casa en una fecha posterior, «unas alteraciones que sugieren un cambio de propietario y, en general, un período de ocupación de la casa considerablemente largo», afirma Zelazowski.

En cambio, sí conocemos algunos gustos de los dueños de la casa. Por ejemplo, su predilección por los mosaicos, en los que, aparte de las dos dedicatorias a Leukaktios escritas en griego (una en un medallón redondo situado en el centro del peristilo y otra en un panel rectangular sostenido por una Victoria alada en el centro del triclinium ), cabe destacar dos representaciones de gran belleza: una de ellas, bien conservada, de Ariadna dormida en la isla de Naxos sorprendida por Dioniso y su séquito, y otra escena que decoraba una habitación del piso superior y representa al héroe Aquiles en la isla de Esciro, donde su madre, Tetis, lo disfrazó de muchacha para evitar que fuese a la guerra. La habitación con el mosaico dionisíaco disponía además de un refinado arco sirio con dos columnas en espiral. Aparte de los mosaicos, las paredes de la residencia privada estaban bellamente decoradas con pinturas al fresco que incluían figuras de aves, humanas e imitaciones de revestimientos de mármol.

En el fondo de una cisterna. En una lucerna, o antigua lámpara de aceirte romana, aparece representado un combate entre dos gladiadores

La excavación en el extremo sur de la Casa de Leukaktios propició en 2006 otro hallazgo sensacional: un tesoro de más de soo monedas romanas, en su mayoría sestercios, cuya circulación finalizó a mediados del siglo m d.C., durante el reinado del emperador Treboniano Galo.

«Todo parece indicar que el dinero no fue escondido intencionadamente y que la acumulación de monedas estaría relacionada con uno de los terremotos -sostiene Zelazowski-. El propietario de las monedas no consiguió recuperarlas y tampoco fueron halladas durante la segunda fase de ocupación de la casa; únicamente algunos animales que cavaron su madriguera se anticiparon a los arqueólogos en el hallazgo, dispersando una docena de piezas por los alrededores».

Los arqueólogos también han encontrado un horno de metalurgia, un dolium (vasija de terracota destinada al almacenamiento y transporte de alimentos) y recipientes asociados tal vez a la producción de vino, hallazgos que evidencian la reocupación de zonas de la primera vivienda que habían quedado semi derruidas tras el seísmo.

«La actividad artesanal en casas urbanas en ruinas era un fenómeno común, como ha quedado demostrado en Pompeya, y también aquí», señala el arqueólogo polaco. Otro descubrimiento notable tuvo lugar en una cisterna de la casa, debajo del patio: fragmentos de más de una docena de esculturas.

«Los motivos por los cuales estos fragmentos fueron lanzados al interior de la cisterna pudieron ser religiosos o sencillamente prácticos», observa Zelazowski. No se han hallado materias primas, herramientas, desechos de producción ni productos listos para el consumo, por lo que no debió de haber una producción artesanal regular, sino probablemente a corto plazo. «De todas formas -añade-, la actividad artesanal indica que probablemente en el siglo vesta parte de la insula, además de la zona de alrededor, perdió su carácter residencial; una vez en ruinas, las casas nunca volvieron a ser reconstruidas y sus paredes de piedra fueron desmontadas de forma sistemática».

En el fondo de una cisterna. Fragmento de una estatua de Asclepio, dios griego de la medicina y la curación. La figura, vestida con un himatión, fue  hallada sin la cabeza ni las extremidades, y en la parte trasera se aprecian zonas quemadas. Numerosas esculturas fueron lanzadas al interior de una cisterna, tal vez por motivos religiosos o tal vez prácticos.

EN LOS SIGLOS POSTERIORES al abandono de Ptolemaida, y con la expansión árabe por el norte de África, Libia y la Cirenaica fueron lugares vedados a Occidente. En 1510 Trípoli fue conquistada por las tropas españolas de Pedro Navarro, y el dominio cristiano duró hasta 1551, cuando la ciudad fue sitiada y tomada por los turcos otomanos. Para los viajeros europeos, entrar en Libia se hizo cada vez más difícil.

«En teoría era accesible tanto por mar como por tierra, pero cualquier ruta estaba plagada de peligros. La piratería, generalizada en esa parte del Mediterráneo, planteaba muchas dificultades. Los barcos caian a menudo en manos de los piratas, así que la amenaza de ser llevado cautivo, una suerte que corrieron numerosos viajeros, era real», explica Monika Rekowska, del Instituto de Arqueología de la Universidad de Varsovia, en el libro Ptolemais in Cyrenaica.

Durante muchos años, solo los viajeros árabes pudieron acceder al territorio libio; las ciudades griegas y romanas de la Cirenaica permanecieron prácticamente desconocidas hasta principios del siglo XVIII, y su exploración arqueológica comenzó algo más tarde que en otros países del Mediterráneo oriental. Como señala Rekowska: «La Cirenaica tenia mala reputación, un lugar en el que la ausencia de una verdadera autoridad hacía que ningún visitante se sintiera a salvo». Pero la abundancia de ruinas de la región excitaba la imaginación de diplomáticos e investigadores europeos, especialmente franceses y británicos.

«El número de viajeros que atravesó la zona no aumentó hasta principios del siglo XIX, en parte debido a la creación de las principales sociedades geográficas, que promovían la exploración del norte y centro del continente africano», añade la arqueóloga. Ya en el siglo xx, durante la ocupación italiana, se descubrieron las grandes cisternas subterráneas que hay debajo de la plaza homónima, recientemente utilizadas como escondite por las fuerzas rebeldes a Gadafi.

Hoy, el legado que dejó la Antigüedad clásica en Libia es de nuevo una terra incognita en un pais hundido en el caos social, las luchas tribales, el terrorismo y la ausencia de un Estado. Aun así, la Casa de Leukaktios y toda Ptolemaida son un ejemplo imperecedero del ingenio humano para sobrevivir en un entorno hostil, de cómo aprovechar al máximo un recurso escaso y hacerlo con un despliegue técnico y artístico que aún provocan nuestro asombro y admiración 1.800 años después de su creación.

Un mileno de historia

FRAGMENTO DE LÁMPARA DE ACEITE CON FIGU-

RA MITOLÚGICA, PTOLEMAIDA, SIGLO III A.C.
Siglos VII-VI a.C.
Colonos griegos fundan en la costa de Cirenaica, en la actual Libia, el puerto de Barca, que en época helenística recibiría el nombre de Ptolemaida.

331 a.C.
Alejandro Magno se hace con el dominio de la ciudad y de las otras cinco urbes que formaban la Pentápolis.

Siglo I d.C.
Los ejércitos romanos toman Ptolemaida, que pasa a llamarse Tolmeta, y la región se convierte en una provincia del Imperio.

Siglo III d.C.   
Se construye la Casa de Leukaktios y es ocupada durante cerca de un siglo. Luego es abandonada por razones poco conocidas, tal vez por los seísmos.

365 d.C.
Un fuerte terremoto azota Ptolemaida. En la Casa de Leukaktios se produce una segunda ocupación, esta vez como taller artesanal.

428 d.C.
Los vándalos destruyen la ciudad. Aunque durante el reinado del emperador Justiniano se reconstruye, Ptolemaida nunca recupera su esplendor del pasado.

Siglo VII d.C.
Durante su expansión por el norte de África los árabes arrasan Ptolemaida, y la ciudad es abandonada definitivamente.

Autor: Alec Forssmann
Fotografías: Miron Bogacki

Fuente: Revista National Geographic. Marzo 2018

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