En Francia, la moda neoclásica
venía preparada por las restricciones de la Academia, que aceptaba el barroco
sólo parcialmente. Por otra parte, una revolución intelectual, que iba a
ejercer funciones de revulsivo de una gran crisis político-social, facilitaba
la vuelta a la sencillez antigua.
Pequeño Trianón, de Jacques-Ange Gabriel (Versalles). Bajo la geometría simple y matemática de este palacete de corte neoclásico aún late un ritmo musical que recuerda la fina sensibilidad del rococó. Construido entre 1762 y 1764 para Madame de Pompadour, su composición cúbica, la presencia de un pórtico de columnas en la fachada y la falta de frontón y balaustrada en la corona hace pensar en cierta medida en el Palladio de Andrea Pietro de la Góndola.
Los mismos aristócratas
participaban de este deseo. Pueden mencionarse, entre los más relevantes, al
conde Caylus, gran viajero y crítico, quien reclamaba mayor atención para el
arte clásico; mientras que la Pompadour enviaba a su hermano, el marqués de
Marigny, a Italia para estudiar la "verdadera belleza". Cuando
todavía bajo Luis XV, J.-A Gabriel construyó, en 1762-1764, el Pequeño Trianón
se adoptaron ya las formas rectas, más simples y más griegas en su concepción. Por otra parte, en Versalles, la librería
que manda construir el rey Luis XVI contrasta con los departamentos anteriores,
llenos de amorcillos y fantasía rocalla. Medallones, vasos, guirnaldas y
alegorías se trazaban con las menos curvas posibles; hasta las volutas se
dibujaban rectilíneas, como los meandros. He aquí el nuevo estilo. Grecas y
palmetas eran las decoraciones preferidas.
Hotel de Salm, de Pierre Rousseau (París). Aunque hoy alberga la cancillería de la Legión de Honor, propugnada por Napoleón, inicialmente fue diseñado para el uso personal del príncipe alemán Federico III de Salm-Kyburg. El palacio, que fue construido entre 1782 y 1787, tiene una réplica idéntica en San Francisco del arquitecto George Applegarth de 1915.
Entre las obras principales de
esta época en París, hay que citar el Palais
Royal; el Hôtel de Salm, hoy
cancillería de la Legión de Honor; el de la Moneda y la Escuela Militar. En
provincias, el estilo se difundía con entusiasmo: Metz y Estrasburgo sufrían
asimismo grandes reformas; en Burdeos, por otra parte, se llevaba a cabo la
construcción de un gran teatro de la ciudad, con su columnata romana, y en
Amiens se levantaba otro de líneas aún más neoclásicas.
Como edificios religiosos hay que
citar, además de la fachada de San Sulpicio en París, obra de Servandoni en
1733, la de San Eustaquio, bella iglesia empezada en los primeros días del
Renacimiento, y que no vería su terminación hasta finales del siglo xvrn,
cuando un nieto de Mansard y, más tarde aún, un tal More a u-Desproux, le
pusieron un frontis neoclásico que daba por finalizada, finalmente, la
construcción.
Fachada de San Sulpicio, de Giovanni Niccoló Servandoni (París). Tras ganar el concurso de arquitectura de 1732, el pintor y escenógrafo florentino realizó una obra en el más puro estilo clasicista dentro de la tendencia neoclásica que imperaba en la época. Su repercusión e influencia cruzó el océano, siendo imitada por los arquitectos nicaragüenses de la Catedral de Managua.
La erección del Panthéon, en París, por Jacques-Germain Soufflot, es por lo demás sintomática del nuevo estilo que está sustituyendo al anterior, aunque bien es cierto que puede ser considerado como un edificio de transición. A su regreso de Roma, Soufflot recibió el encargo de erigir aquel gran edificio, que debía ser iglesia de Santa Genoveva, en la antigua colina donde según la tradición la santa patrona de París había sufrido el martirio. De este modo, Soufflot proyectó, en el año 1754, la construcción que empezó a realizar mucho más tarde, en 1764. En dicho monumento se alían fórmulas distintas en las que sólo indirectamente se tienen en cuenta los principios del nuevo ideal arquitectónico. El edificio, más hermoso que imponente, ofrece un carácter ecléctico basado en ideas que ya antes habían sido aplicadas; su cúpula es palladiana, el pórtico manifiesta una interpretación de los órdenes arquitectónicos según la tradicional teoría de Vitruvio y el carácter austero del interior, con sus grandes superficies lisas, recuerda el interior de la catedral londinense de San Pablo, de Wren, monumento que en verdad podía entonces tomarse como un ejemplo de clasicismo. Lo único que se ajusta en el Panthéon a la nueva sensibilidad que está recorriendo Francia en ese momento es la carencia de la animación barroca, ya que sus muros exteriores son lisos y su adorno se reduce a un sobrio friso de elegantes guirnaldas, muy alejado de los excesos que habrían caracterizado la decoración del templo apenas unas décadas antes.
Saline Royale, de Claude-Nicolas Ledoux (Arc-etSenans, Besançon). El conjunto arquitectónico que compone esta fábrica de sal, a 35 km de Besan<;on, es una de las principales construcciones industriales del Iluminismo francés. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982, reúne once edificios estructura dos en forma de semicírculo que corresponden a los depósitos de sal, el ala residencial de los trabajadores y las oficinas de la dirección. Construido entre 1775 y 1779, abriga actualmente un museo temático sobre la producción salina y un instituto de investigación y desarrollo tecnológico.
⇦ Fachada del Panteón, de Germain Soufflot (París). Inspirado en el Panteón romano de Agripa, el pórtico de columnas sobre el que descansa un frontón clásico denota el gusto arqueológico de los arquitectos que lo erigieron. Jean Baptiste Rondelet la acabaría 26 años después, enfatizando el carácter conservador de la obra y evidenciando la importancia de su construcción tanto del arquitecto que la diseña como del ingeniero que la produce.
El camino iniciado en el Panthéon de Soufflot tiene en la obra de
los arquitectos Boullée y Ledoux una de sus cotas más apasionantes. Ellos
fueron autores de una arquitectura en el sentido puro, formalmente abstracta e
intelectual, que raya lo utópico y lo visionario. Su utopía representaba una
ruptura con el pasado y el inicio de una nueva era.
Hay que analizar en primer lugar
la obra de Boullée. Étienne-Louis Boullée tuvo una doble formación como pintor
y arquitecto y desde muy joven ejerció como profesor. Su papel como teórico de
la arquitectura, cuyas ideas se conocen a través del manuscrito Architecture. Essai sur l'Art, fue igualmente notable y comparable a su labor
como artista. Defensor de una arquitectura planteada en términos de absoluta
libertad, trabajó a partir de las formas geométricas simples y puras exentas de
adornos, exaltando la grandeza de las construcciones en su monumentalidad y
demostrando una gran sensibilidad plástica en el tratamiento de las luces y las
sombras; según él, la luz evocaba la presencia de lo divino. Su obra sólo se
conoce por dibujos y grabados antiguos: se trata de proyectos tan vastos como
irrealizables en los que se fusionan los modelos clásicos a partir de una gran
libertad creativa y compositiva: Proyecto
de gran catedral metropolitana, Proyecto
de cenotafio para Newton, etc.
⇦ Interior del Panteón, obra de Germain Soufflot (París). La iglesia, dedicada inicialmente a Santa Genoveva, fue destinada posteriormente a sepulcro de los hombres ilustres de Francia. La decoración interior está plagada de elementos de cariz neoclásico, como las columnas corintias y el desarrollado tambor superpuesto a la balaustrada. Los antiacademicistas criticaron la estructura por su imitación de las casas de recreo romanas.
Boullée difundió el pensamiento
de la Ilustración a través de sus discípulos, pero fue finalmente Claude-Nicolas
Ledoux quien dejó un conjunto importante de obras basadas en el nuevo ideal
arquitectónico. Típico representante del intelectual ilustrado, su principal
objetivo era alcanzar una sociedad renovada en total armonía con la naturaleza,
y el arquitecto era en este nuevo contexto el sustituto del Creador. Aceptó la
novedad de la técnica reivindicando a la vez la labor artesana como medio de
dignificación del trabajo. Su proyecto de la ciudad ideal de Chaux,
desarrollado a partir de la construcción de la fábrica de sal que había
realizado para Luis XVI en Arc-et-Senans en 1773-1779, es uno de los primeros
ensayos en arquitectura industrial, un complejo fisiocrático de planta circular
que busca en cada uno de sus elementos un nuevo orden surgido de ideas
renovadoras de arquitectura estrictamente práctica, que combina las formas
clásicas con un cierto pintoresquismo. Si bien éste fue un proyecto
irrealizable en su totalidad, su obra de las barrières o portazgos de París, edificaciones situadas en los
principales accesos de la ciudad, pusieron en práctica sus ideas sobre la
construcción.
Cabe señalar, llegados a este
punto, que después de la Revolución, el neoclasicismo tuvo que acomodarse sin
más remedio a las necesidades de las nuevas instituciones del Estado, relegando
parte de los ideales de la Ilustración que hicieron posible la arquitectura
utópica y visionaria.
Iglesia de la Madeleine, de Pierre-Aiexandre Vignon (París). La unión entre el sistema ornamental de orden clásico y la estructura esencial del edificio denota el espíritu con que el neoclasicismo retomó la tradición arquitectónica de las antiguas construcciones griegas y romanas. El objetivo, pese a todas las divagaciones teóricas y estéticas del arte y la crítica barrocas, responde sobre todo a un interés arqueológico, más que innovador. El templo griego brindaba el ejemplo perfecto de esta unidad entre construcción, forma y decorado. Construida por diversos arquitectos entre el siglo XVIII y mediados del XIX, la iglesia de la Madeleine no recuerda en absoluto las formas típicas de un espacio cristiano, sino más bien una gran caja majestuosa envuelta por un columnario fastuoso cuya principal virtud es la vistosidad y una suntuosa aparatosidad.
Palais Bourbon, de Bernard Poyet (París). Convertido hoy en sede de la Asamblea Nacional, el palacio fue construido a comienzos del siglo XVIII para Madame de Montespan y Louise Fram;oise, hija de Luis XIV. Encargado inicialmente al arquitecto Giardini bajo la supervisión de Hardouin Mansart en 1722, sufriría varias transformaciones cuando el encargo pasó a manos de Jacques Gabriel seis años después. Más tarde, el Príncipe de Candé, nieto de la Duquesa de Bourbon, pediría a Soufflot diversas modificaciones en las austeras concepciones primigenias de Mansart y Gabriel. Finalmente, por orden expresa de Napoleón, se contrató a Poyet para que modificara la fachada norte imitando el columnario de la iglesia de la Madeleine.
Esta tendencia no podía menos que
acentuarse, por razones de tipo ideológico, durante el período de la Revolución
y bajo el Imperio. En la Revolución, porque la severidad y la vertu de los romanos de los tiempos de
la República era lo que se consideraba más digno de ser tomado por modelo por
parte de los citoyens, y bajo el
Imperio, porque aquel nuevo estilo clásico (que entonces adquiere una
pomposidad de gran pedantería) era lo que más se avenía con las glorias del
invencible Empereur.
Así, todas las construcciones
napoleónicas se acomodan, pues, al estilo del Imperio romano, y aparecen
animadas por un épico soplo de entusiasmo por lo antiguo.
Uno de los edificios más
característicos de la época es en París la iglesia de la Magdalena, que había
quedado sin terminar durante el período revolucionario, y que acabaron Contant
d'Ivry y después Couture, acudiendo al recurso de remedar la columnata que
Chalgrin había puesto en la fachada de Saint
Philippe-du-Roule. Este frontis romano a su vez sería objeto en provincias
de frecuente imitación. Según Napoleón, la que fue iglesia de la Magdalena
había de ser el Templo de la Gloria.
Por otra parte, la Bolsa, de A-T. Brongniart, es otro
ejemplo de aquel modo grandioso y macizo de concebir la arquitectura de
carácter monumental. Igualmente, el Palacio Bourbon (en la actualidad Cámara de
los Diputados) recibe entonces su fachada grandiosa, y Charles Percier
(1764-1830) y Pierre Fontaine (1762-1853) completan la parte del Louvre que da
a la rue Rivoli y erigen en el Jardín
de las Tullerías el Arco del Carroussel,
rematado por el grupo de la Victoria triunfal conduciendo la cuadriga. Hay que
citar también el colosal Arco de l'Etoile,
proyectado por Chalgrin, inaugurado cuando la gloria napoleónica no era ya más
que Historia, en el año 1836.
En este sentido, lo mismo cabe
decir de la columna que con la estatua imperial se levantó en el centro de la
Plaza Vendome, llegando a ser casi una copia de la Columna Trajana.
Por su parte en Inglaterra, donde
el restablecimiento de la simplicidad clásica empezaba con sir William Chambers, el arquitecto del colosal edificio llamado Somerset House, en el muelle del Támesis. Pero los que tienen el
mérito de haber popularizado el estilo nuevo fueron los hermanos Robert y James
Adam, llamados los Adelphi (Los hermanos), quienes acertaron a
imaginar toda una gramática decorativa de lazos, medallones y guirnaldas, que
ha demostrado sobradamente su éxito pues se emplea todavía hoy en día con el
nombre de Adam Style. En resumen,
todos los elementos del estilo Adam son los del arte clásico antiguo (o etrusco, como entonces se decía),
afinados como para hacerse todavía más griegos si cabe.
Puerta de Brandemburgo, de Carl Gotthard Langhans (Berlín). Levantada entre 1788 y 1794, es una de las primeras obras del neoclasicismo arquitectónico alemán. Se aprecia claramente la influencia que tuvo en su autor sus conocimientos sobre la arquitectura de los Propileos, aplicando el orden dórico en este monumento conmemorativo. Adornada con una Cuádriga esculpida por J. V. Schadow, la puerta se convirtió en símbolo de la separación entre las dos mitades de la ciudad durante los años de la guerra fría, hasta el derribo del muro de Berlín en 1989.
Es imposible citar aquí ni una
mínima parte de lo mucho e importante que se construyó en Austria y Alemania
por esta época. Se hará mención de sólo la Rathaus, de Baden; la Puerta de
Brandemburgo, en Berlín; el Museo de Cassel, la Gliptoteca de Munich, etc.
Hasta en Rusia se dejó sentir la misma moda y en el palacio del Ermitage, de
San Petersburgo, aparecen los atlantes haciendo oficio de soportes.
En Italia, por otra parte, la
reacción resulta casi inapreciable, pues el barroco nunca dejó de ser romano.
No obstante, hay que citar como ejemplo de adhesión al movimiento neoclásico
algunos edificios de gran interés, como el Casino de Livia, en Florencia; la
iglesia de San Pantaleón, en Roma; en Venecia, la iglesia de Santa Magdalena,
el teatro La Fenice, etc.
En cuanto a lo que fue realizado
en España de la tendencia neoclásica se ha comentado ya con gran extensión en
otro capítulo de esta obra.
En Estados Unidos se comprende
que las primeras construcciones nacionales debían llevar impreso el sentimiento
de amor por las formas clásicas. Allí, en la América libre, se trataba de
organizar una nueva sociedad, tomando por modelo las antiguas repúblicas, que
se tenían como el gran modelo a imitar. El Capitolio de Washington es un
colosal conjunto de columnatas y muros lisos coronado por la cúpula, inspirada
en la del Panteón de Roma. El edificio fue construido por W. Thornton y Ch.
Bulfinch, y su cúpula por Tomás Walter. Las viviendas privadas, edificadas
muchas de ellas de madera, tuvieron que adoptar casi por obligación el gusto
neoclásico, que no se vale más que de formas rectas.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.