El arte de Amaravati desapareció como consecuencia de la presión política y militar que sobre los reyes Andhra ejerció la dinastía gupta. Esta dinastía se había fundado en el norte de la India hacia el año 320 y había conseguido apoderarse de la antigua capital imperial de los Kushana. Su duración hasta el año 650 se identifica corrientemente con el período clásico del arte de la India. Con la dinastía gupta llegó a su apogeo la cultura hindú. De este modo, las artes visuales y la literatura escrita en sánscrito alcanzaron un gran auge; a esa época pertenecen colecciones de poesía lírica y fábulas que no sólo tienen trascendencia en la literatura de la India, sino que también han influido en el mundo musulmán (muchas narraciones, por ejemplo, de Las Mil y Una Noches tienen origen hindú) y, como no, en Occidente (es el caso de Chaucer, Boccaccio, La Fontaine y un largo etcétera). La gran joya literaria de este período es la pieza teatral “Sakuntala”, obra de Kalidasa, el mayor dramaturgo y poeta de la India, que tan profundamente ha impresionado e influido en muchos escritores europeos, entre ellos Goethe.
Por otro lado, hay que mencionar que el arte de la época gupta no olvidó la “arquitectura rupestre”, sino que siguió produciendo ejemplares de este tipo de “arquitectura rupestre” o tallada en la roca, aunque, de todos modos, su aportación más original fueron las primeras obras de "arquitectura construida", de las que se tratará más adelante.
Mahajanaka jakata (Templo de Ajanta, Bombay). Entre los muchos murales que se conservan en la vihara I se encuentran muchas imágenes de jóvenes desnudos en actitud amorosa, aunque las figuras presentan cierto esquematismo idea!izado y escapan ligeramente de la frontalidad habitual de las representaciones de Buda. En esta erótica escena se exhiben diversos cuerpos masculinos y femeninos contoneándose con la postura típica de los tri-bangha.
Entre las muchas obras de “arquitectura rupestre” gupta, hay que citar las grutas búdicas más antiguas halladas en la roca de Ellora, al este de Bombay, y, sobre todo, las grutas más tardías de Ajanta, labradas en los siglos V al VII, en las que se encuentran obras maestras de escultura y pintura que cuentan entre los más admirables tesoros artísticos de la humanidad. Escultóricamente, las grutas más famosas de Ajanta son los chaityas XIX y XXVI, llenos de figuras humanas finas y elegantes, en las que es frecuente la triple flexión que da una inclinación distinta a la cabeza, al tronco y a las piernas; se trata de una imagen que recuerda la silueta sinuosa de las esculturas griegas de Praxíteles, llamada posición tribhanga en los tratados clásicos de la estética hindú. Pero Ajanta es célebre sobre todo por sus pinturas murales, cuyos mejores ejemplares son acaso los de los viharas I y XVII.
Matrimonio de Shíva y Parvati (Elefanta, Bombay). Este altorrelieve da la brenvenida en una de las grutas principales encontradas en la isla de Elefanta, rodeando las dos figuras centrales con vanos persona¡es miniaturizados relacionados con la mitología hindú. En un primer plano, una colosal escultura mutilada ofrece una imagen de fría serenidad.
En el primero se encuentra el famoso Bodhisattva del loto azul, cuya actitud y expresión del rostro, con los ojos entornados, refleja una gran calma espiritual y una triste compasión llena de piedad hacia todo el dolor y miseria del mundo. En el mismo vihara I se encuentran pintados un combate de búfalos, un desfile encabezado por un príncipe montado sobre su elefante, diversas escenas cortesanas en las que figuran movidos grupos de bailarinas, etc. Lo más desconcertante para la tradición occidental es la mezcla de sensualidad y ascetismo típica de toda esta plástica gupta.
Todos los cuerpos masculinos y femeninos son jóvenes y bañados en una atmósfera erótica que los lleva a inclinarse tiernamente unos sobre otros. Las mujeres, siempre sonrientes, presentan el contoneo típico de la posición tri-bhanga, que realza la forma de las caderas y del busto, y sus cuerpos desnudos van lujosamente cargados de joyas como las yakshi de Sanchi y de Bharhut. Pero este naturalismo está impregnado de una resonancia religiosa y todas esas criaturas llenas de gracia participan del fervor místico del budismo, tan próximo a la espiritualidad franciscana.
La máxima expresión de esa religiosidad llena de dulzura son las figuras del Buda creadas en Sarnath durante la época gupta. En ellas, la forma humana está idealizada al máximo. Los pliegues del manto del monje y el drapeado transparente que tenían las imágenes grecobúdicas desaparecen por completo. Sólo un ligero relieve alrededor del cuello y la curva del borde inferior marcan el hábito monástico del Buda. La frontalidad es absoluta. Sus ojos medio entornados y los labios que apenas inician una sonrisa, expresan una serenidad llena de alegría interior por el don de sí mismo que es el ideal del budismo.
Bajo la dinastía gupta aparecieron los primeros edificios de una “arquitectura onstruida”y no solamente tallada en la roca. Los más antiguos son el stupa cilindrico de Dhamek, en Sarnath, y el imponente santuario de Bodh-Gaya, levantado en el Bihar, en el siglo IV, en el mismo lugar en el que el Buda obtuvo la “iluminación”. Pero el desarrollo de la “arquitectura construida” fue debido, sobre todo, al hecho de que, a partir de fines del siglo VI y principios del VII el antiguo brahmanismo empezó a suplantar al budismo. Los emperadores gupta, al proteger el neobrahmanismo, precipitaron la decadencia del budismo en la India y su posterior desaparición.
El culto neobrahmánico necesitaba un tipo de templo en el que el santuario, en el que oficiaba el brahmán, estuviera separado y aislado de la masa de los fieles. Esto obligó a los arquitectos a buscar fórmulas constructivas nuevas, puesto que el chaitya búdico no era utilizable para la nueva liturgia. Después de muchos tanteos y vacilaciones, la arquitectura brahmánica terminó dividiéndose en dos grandes tipos de templos llamados, a causa de su distribución geográfica, estilo del norte o indoeuropeo y estilo del sur o dravídico.
Lo más característico del estilo del norte es el santuario de planta cuadrada cuyo alto tejado se eleva en forma de torre que va curvándose hacia la cúspide. Esta torre curvilínea, cuyo perfil ha sido frecuentemente comparado al de un obús, se llama sikhara. Su coronamiento lo forma una especie de almohadón aplastado con surcos verticales que reproduce el fruto sagrado amalaka. Probablemente, el ejemplo más antiguo de sikhara es el templo de Lakshmana, en Sirpur, pequeña ciudad hoy perdida en la jungla, pero que en el siglo VII era una gran capital.
El Imperio gupta cayó, en parte, a causa de la invasión por los pasos del noroeste de las tribus de una rama de los hunos, pueblos que al mismo tiempo penetraban con su rey Atila hasta el occidente de Europa. El norte quedó destruido y fragmentado en multitud de pequeños reinos independientes, pero durante este tiempo había aparecido otra potencia política más al sur, en el oeste del Deccán: la dinastía Calukya que se sostuvo desde los alrededores del año 550 hasta su derrota por los Rastrakuta hacia el año 760. Bajo los soberanos de estas dinastías se desarrolla la última etapa del arte clásico hindú. Es el período que recibe el nombre de pos-Gupta y se prolonga hasta el siglo IX.
Templo de Mahabalipuram (Madrás) Característico de la arquitectura piramidal del estilo dravídico, este santuario ubicado junto al mar reúne rasgos de la construcción neobrahmanista y la iluminación cenital natural de la última época, aislando totalmente cada módulo entre sí. La decoración escultórica de columnas y bajorrelieves repite las representaciones animales y antropomórficas esquemáticas típicas de los inicios.
Templo de Mahabalipuram (Madrás) Característico de la arquitectura piramidal del estilo dravídico, este santuario ubicado junto al mar reúne rasgos de la construcción neobrahmanista y la iluminación cenital natural de la última época, aislando totalmente cada módulo entre sí. La decoración escultórica de columnas y bajorrelieves repite las representaciones animales y antropomórficas esquemáticas típicas de los inicios.
Los Calukya tenían su capital en Badami, aunque los templos más importantes se hallan en Pattadakal, un lugar de peregrinación sagrada a 15 km de la capital.
En Pattadakal se encuentran los dos tipos arquitectónicos: el estilo del norte, representado por el templo de Papanatha, y el estilo del sur o dravídico, representado por el templo de Virupaksha. El primero, levantado a fines del siglo VII, tiene un sikhara con sus típicas aristas curvadas, y, en su interior, enormes pilares, que aún recuerdan por su robustez los de las grutas búdicas, adornados con espléndidas formas de parejas celestes abrazadas, músicos y bailarinas.
El templo de Virupaksha, en cambio, es de tipo dravídico. Construido hacia 740, está provisto del tipo de torre característico del estilo del sur, llamado vimana, que consiste en un tejado de múltiples pisos, cada uno más pequeño que el anterior, formando una especie de pirámide de aristas rectilíneas que se eleva sobre la sala cuadrada del santuario. El vimana del templo de Virupaksha, uno de los más antiguos, tiene solamente tres pisos. El templo, dedicado al dios brahmánico Shiva, realiza una perfecta fusión de las formas arquitectónicas y de la escultura, en la que abundan representaciones de episodios del Ramayana y del Mahabharata.
La dinastía Rastrakuta, que sucedió a los Calukya en el oeste del Deccán, renovó el arte de las grutas talladas en la roca con la producción de dos monumentos que hay que considerar entre las maravillas del patrimonio artístico de la humanidad: la gruta de la isla de Elefanta y el templo de Kailashanatha, en Ellora.
La pequeña isla de Elefanta está situada en la bahía de Bombay, a 10 km de la costa. Allí, en la segunda mitad del siglo VIII, fue tallada una gruta impresionante, dedicada a Shiva bajo sus tres aspectos. Se trata de una inmensa nave cuadrada, de 43 m de lado, con veintiséis columnas de alta base cuadrada y un ancho capitel en forma de bulbo aplastado. Las esculturas que decoran sus muros, pese a su colosalismo, tienen unas proporciones tan justas que producen un sentimiento de belleza tranquila. Lo más característico es la sosegada majestad, un poco desdeñosa, de los rostros, en los que se expresa una serena voluptuosidad. La escultura principal es el busto tricéfalo de Shiva, de 8 m de alto por 6 de ancho, llamado la Trimurti, triple aspecto divino. En el centro, el rostro de gloria; a la izquierda, el ser destructor, dios de la muerte, terrible pero necesario; a la derecha, el rostro femenino, sonriente, que representa el aspecto maternal, generador de la vida.
En las colinas rocosas de Ellora, abandonadas por los monjes budistas, los soberanos Rastrakuta se lanzaron a un prodigioso programa de excavaciones de templos, realizando diecisiete en poco más de un siglo. El más extraordinario es el de Kailashanatha, único por su estilo y por el modo como fue construido. Pocos monumentos en el mundo dejan una impresión tan imborrable. Tallado verticalmente en la roca, es un gigantesco edificio monolítico de tamaño colosal (60 m de largo por 30 de ancho y 30 de alto), que ha sido aislado de la montaña dejando en torno a él un patio o espacio vacío de 100 m por 60, cuyos muros están formados por las paredes cortadas a pico de la excavación. El enorme bloque así aislado de la montaña fue tallado en forma de templo, como por un escultor gigante.
En las colinas rocosas de Ellora, abandonadas por los monjes budistas, los soberanos Rastrakuta se lanzaron a un prodigioso programa de excavaciones de templos, realizando diecisiete en poco más de un siglo. El más extraordinario es el de Kailashanatha, único por su estilo y por el modo como fue construido. Pocos monumentos en el mundo dejan una impresión tan imborrable. Tallado verticalmente en la roca, es un gigantesco edificio monolítico de tamaño colosal (60 m de largo por 30 de ancho y 30 de alto), que ha sido aislado de la montaña dejando en torno a él un patio o espacio vacío de 100 m por 60, cuyos muros están formados por las paredes cortadas a pico de la excavación. El enorme bloque así aislado de la montaña fue tallado en forma de templo, como por un escultor gigante.
Nada fue añadido, ni una sola escultura fue traída de fuera, todo había sido minuciosamente previsto por la asombrosa habilidad de los arquitectos y escultores. Este templo monolítico gigantesco fue interiormente excavado para reproducir con una precisión extraordinaria toda la estructura interior de un templo de arquitectura construida. Se calcula que fue necesario evacuar más de doscientas mil toneladas de roca cuando, a fines del siglo VIII, fue realizado el conjunto de la obra. La sombría piedra volcánica y el dinamismo furioso de las esculturas del Kailashanatha evocan el terror religioso, las proezas llenas de tensa espiritualidad de dioses y diosas de la India brahmánica.
Mientras en el oeste del Deccán se sucedían las dinastías Calukya y Rastrakuta, en el sur, junto a la costa del golfo de Bengala, cerca de la actual ciudad de Madras, los soberanos Pallava elevaban en los siglos VII, VIII y IX los grandes templos de su capital Kanchipuram y de su puerto marítimo de Mahabalipuram (o Mamallapuram). Ellos fueron los auténticos creadores del estilo del sur o dravídico, que hemos visto en el templo de Virupaksha, en Pattadakal. Los elementos arquitectónicos característicos son el vimana piramidal, ya descritos, y los gopuram o pirámides rectangulares de fuerte pendiente, colocados sobre las puertas de entrada de los recintos de los templos.
Entre los templos de Kanchipuram debe destacarse el de Kailasanatha, edificado en el año 700, y que inspiró el ya citado templo del mismo nombre en Ellora. En Mahabalipuram, puerto del reino Pallava, cuya magnificencia describió el peregrino chino Hivan-Tsang, que lo visitó el año 640, no queda nada. Sus murallas y sus fortificaciones son hoy ruinas esparcidas que baten las olas del océano Indico. La llanura en torno está llena de enormes bloques graníticos esculpidos. Son los ratha o templos tallados en forma de carro celeste, entre los que han sido labrados enormes animales monolíticos (un toro, un león y un elefante) y un inmenso relieve de 32 metros de longitud y 14 de altura que representa el descenso del Ganges, el río sagrado, ante la alegría de todos los seres vivientes que acuden a recibirle.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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