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Budismo y helenismo


El año 327 a.C. este enorme subcontinente conoció su primera invasión histórica: Alejandro Magno, después de haber vencido a Darío, atravesó el Indo. En 326 a.C. dio la gran batalla de Hydaspes en la que derrotó al ejército hindú, dejó dos sátrapas griegos en el Punjab y en el Sind y regresó a Irán donde murió en 323 a.C.

Casi al mismo tiempo, en el otro extremo del norte de la India, un kshatríya llamado Chandragupta se convirtió en rey de Magadha y desde allí extendió su dominio hasta entrar en contacto con las satrapías griegas del noroeste. Fue él quien fundó el primer imperio unificador: el de los Maurya (del 322 al 185 a.C), nacido de un despotismo despiadado que conocemos bien gracias a los informes del embajador griego Megástenes, enviado a la India por decisión de Seleuco I, y al texto de un manual sobre política, el Arthashastra, que dice que “el gobierno es la ciencia del castigo”y describe un ciclo de torturas de 18 días con un método diferente de tortura para cada día. Megástenes escribió que el ejército del Imperio maurya tenía 700.000 hombres, 9.000 elefantes y 10.000 carros de guerra.

Capitel de los leones (Museo Arqueológico, Sarnath). El emperador Ashoka unificó el primer imperio indio mediante la religión budista, para lo cual propagó todo su imaginario simbólico por la región. La primera representación conocida del budismo es el coronamiento de un pilar que presenta a cuatro leones simbolizando las cuatro puntos cardinales por los que Buda propaga su verdad a través de los vientos. Erguidos sobre una flor de loto, que refleja la pureza de su alma, y un austero cíngulo monacal, sería adoptado a principios del siglo XX como emblema nacional.

El nieto de Chandragupta, Ashoka (274 a 237 a.C.) fue el emperador más grande que ha conocido la India. Después de unos principios sangrientos, que le ayudaron a controlar prácticamente cualquier foco de rebelión que pudiera amenazar su gobierno, se convirtió al budismo, y para predicar al pueblo la nueva moral de la tolerancia hizo grabar sus edictos en altos pilares de piedra distribuidos por todo el Imperio. De entre los que se han conservado hasta hoy, es particularmente famoso el de Sarnath, una modesta población situada a pocos kilómetros de Benarés, coronado por un capitel con cuatro leones sobre una “Rueda de la Ley”, esculpido en brillante piedra pulida. Este capitel, que mide 2,10 m de altura se ha convertido en el actual emblema de la India, acompañado de la frase sánscrita Satyameva jayate (sólo triunfa la verdad).

A la época maurya pertenecen los primeros monumentos del arte hindú: stupas, chaityas y viharas, todos ellos de inspiración budista. Un stupa es una construcción semiesférica hecha para contener reliquias, que deriva probablemente de los antiguos túmulos funerarios. Los stupas que nos han llegado más completos son los tres de Sanchi, el mayor de los cuales mide 32 metros de diámetro por 36 de altura y se remonta a la época de Ashoka.

Stupa (Sanchi, Bhopal). El monumento conmemorativo de la muerte de Buda y su entrada en el Nirvana consta generalmente de un cuerpo semiesférico rodeado por una balaustrada esculpida. Esta construcción funeraria alcanza una altura de 36 metros y un diámetro de 32, con un deambulatorio de 40 metros. Las cuatro toranas de acceso, coincidiendo con cada punto cardinal, de 10 metros de alto cada una, están completamente esculpidas. La stupa de Sanchi no conserva en demasiado buen estado sus pinturas decorativas, pero mantiene los bajorrelieves dedicados a escenas de la vida de Buda, plenos de horror vacui y acumulando detalles narrativos y motivos ornamentales con una pasmosa condensación armónica. Las toranas de Sanchi son uno de los mejores ejemplos de la riqueza plástica de India. 

Estos stupas están rodeados por balaustradas de piedra cuyas formas imitan las que son características de la construcción de madera, y tienen unas puertas monumentales llamadas toranas, magníficamente decoradas con relieves de piedra y esculturas, que señalan el paso del mundo material exterior al mundo espiritual. Las esculturas de Sanchi traducen la exaltación y la alegría inocente y espontánea de vivir, especialmente en la poesía de los cuerpos juveniles de las yakshi suspendidas en el aire, colgando de las ramas del Árbol Sagrado. Más antiguo que los stupasde Sanchi era el de Bharhut, hoy destruido, pero cuyas balaustradas esculpidas se conservan, en parte, en el Museo de Calcuta. Allí pueden verse otras yakshi, más rígidas y menos graciosas que las de Sanchi, pero con el mismo gusto por el desnudo enjoyado y por su carácter ambiguo de seres unidos a la fertilidad de la vegetación, abrazadas a los árboles. 

Torana septentrional de la stupa (Sanchi, Bhopal). Esculpida en el siglo 1 a.C. por un autor anónimo, refleja varias escenas en la vida de Buda antes de alcanzar el Nirvana en el momento de su muerte. Esta entrada de la gran stupa de Sanchi es una de las mejor conservadas del país. 

Las otras dos construcciones típicamente búdicas son el chaitya o santuario y el vihara o monasterio. A pesar de la denominación de monasterio nos traiga a la mente la imagen de una obra arquitectónica como a las que nos acostumbra el arte Occidental, el vihara indio no se edifica sino que, más bien, se esculpe. Es interesante subrayar esta idea, pues estos monasterios no son estructuras arquitectónicas, sino que son obras escultóricas, excavadas en la roca viva. Por otro lado, en realidad, en la India no aparece arquitectura construida hasta los siglos V y VI, bajo la dinastía Gupta. Por eso, los santuarios y monasterios anteriores acostumbran a ser designados como grutas o cavernas, porque se trata de una arquitectura rupestre que imita, esculpiéndolas en la roca, las antiguas estructuras en madera.

Yakshi (Sanchi, Bhopa Todas las esculturas encortradas en la stupa de Sanchi exaltan el vitalismo de la juventud, tal y como demuestra esta yakshi suspendida del Árbol Sagrado de Buda. La grácil y turgente figura de la muchacha desnuda incita la sensualidad y atiende a un ritual universal de fecundidad. 

Cuevas de Ellora y Ajanta (Bombay, Maharashtra). Los templos subterráneos de las montañas de Ellora y Ajanta ofrecen una buena muestra del arte arquitectónico gupta, repletas de esculturas antropomórficas y pinturas rupestres en los muros de sus cavernas. El enclavamiento de estas construcciones responde a una intención de armonizar la naturaleza con el trabajo del hombre, en señal de reverencia y ofrenda a Buda. Salvo por el camino y las escaleras que llevan a los templos, en la vista general de la montaña predomina la elegante caída en cascada de la vegetación del propio paisaje, disimulándose semiocultas las cavernas excavadas debajo.  

Entrada de la cueva IX (Templo de A¡anta, Bombay). Tallada sobre la propia roca de la montaña, la entrada del templo está flanqueada por varias representaciones de Buda, de cierta tosquedad y esquematismo. la fachada carece de la habitual ornamentación abigarrada típica de otras construcciones del arte hindú y presenta unos bajorrelieves menos elaborados y más sutiles en sus formas. 

Esto es lo que sucede con los chaityas (una nave con columnas terminada en un ábside en el que hay un pequeño stupa rodeado por un deambulatorio para que puedan circular los fieles) y los viharas (una sala cuadrada sostenida por columnas que sirve de vestíbulo a una serie de celdas excavadas en torno). Los chaityas más antiguos de Ajanta (del siglo II a.C. al siglo IV) y el famoso de Karli (siglo II a.C.) tienen esculpidas en el techo de roca las formas de vigas de madera curvadas y en su exterior las de las típicas ventanas hindúes con el arco de madera llamado kudu, de una forma semejante a la herradura. A los ojos occidentales, poco habituados en general a contemplar monumentales construcciones excavadas en las rocas, se trata, sin lugar a dudas, de las manifestaciones más fascinantes del arte de esa época.

Buda (Gandhara, Afganistán). Este bajorrelieve muestra una representación de Suda y cuatro adoradores muy esquematizada con respecto al uso de la perspectiva. La configuración de los personajes recuerda el estilo grecolatino heredado de las corrientes indoeuropeas, que posteriormente se desarrollarla durante el bajo renacimiento con una me¡orla progresiva de su estilización y una reducción de la tosquedad de las formas. 

Otro lugar importante es el valle de Ajanta, donde se encuentran algunas de las construcciones más interesantes de este período de la historia del arte indio. El valle de Ajanta está constituido por una alta pared de roca volcánica de forma curvada, en la que durante cerca de mil años los monjes budistas que huían de la agitación de las ciudades excavaron una treintena de chaityas y viharas. Por tanto, se trata de un enclave que es todo un lujo para cualquier investigador de la historia del arte, pues permite recorrer, en las múltiples obras de todo tipo que acoge, la evolución del arte de la India, por lo menos en el que capítulo que se refiere a las construcciones búdicas. Su interior, de una increíble riqueza de relieves y de pinturas murales, forma un conjunto de una belleza acaso no superada en el arte de la India. Representaciones del Buda, de sus disópulos, de escenas de la vida en los palacios de Jos príncipes, parejas celestes, animales, flores y motivos geométricos decoran muros, capiteles y columnas. Todo un muestrario de las maravillas de las que fueron capaces los numerosos artistas que durante cientos de años trabajaron en las paredes del valle de Ajanta. 

Buda (Museo Nacional de Arte, Roma). Uno de los muchos bajorrelieves hallados entre las ruinas de Gandhara es este Suda bigotudo esculpido sobre roca. Tocado con una Cinta floreada que recoge la cola de su cabello, Suda mira hacia el frente con serenidad y orgullo, altivez que queda remarcada por la calda de los párpados y el fino contraste de las cejas. A su lado, un angelote anuda un resano a las ramas de un árbol. 

Por otro lado, hay que citar también en los alrededores de Bombay otras joyas de arquitectura rupestre realizadas en época pre-Gupta: Bhaja (donde se encuentra el chaitya más antiguo), Kanheri (donde existen tres chaityas importantes entre un total de 109 cavernas de pequeño tamaño), Nasik (donde de 23 cuevas hay que destacar un chaitya y tres grandes viharas) y, sobre todo; Karli, donde se encuentra el gran chaitya que es la obra maestra de la serie. 

Hay que detenerse, siquiera brevemente, en esta magnífica construcción de Karli. Excavada en la roca entre los años 100 y 125 de nuestra era, tiene una nave interior de 41 metros de longitud por 15 metros de altura, impresionante por su sobriedad decorativa, lo que la diferencia de otras construcciones de la misma época en las que, como ya se ha señalado, destaca la rica y fantasiosa decoración. El porche exterior, en cambio, contrasta con la inusual austeridad que reina en el interior, y abunda en elementos ornamentales (kudu, etc.) entre los que destacan los relieves de parejas de hombres y mujeres abrazados, semejantes a los del stupa de Sanchi, aunque aquí las mujeres -pese a sus cinturones de perlas- están menos sobrecargadas de joyas y su modelado es más fuerte. 

⇨ Historia de los Jakatas (Museo Nacional, Nueva Delhi). Procedente del emplazamiento arqueológico de Amaravati, en el estado de Andhra Pradesh, este bajorrelieve de piedra calcárea verdosa cuenta una escena histórica del siglo I d. C.. enmarcada entre dos rosetones ornamentados con cenefas. Salta a la vista la exagerada condensación de los personajes, produciendo la sensación de dinamismo.     



El capítulo siguiente del arte de la India es el grecobúdico o"arte del Gandhara", nombre que proviene de Kandahar, el valle del río Kabul en el Afganistán. La penetración de la estética griega fue un resultado de la desmembración del Imperio maurya, lo que permitió a los jefes griegos de las colonias fundadas por Alejandro Magno casi dos siglos antes, conquistar poco a poco las llanuras del norte de la India. Así, importaron a esta zona septentrional del subcontinente indio algunas de las características del esplendoroso arte helenístico. Uno de aquellos griegos, Menandro (llamado Milinda por la tradición hindú), llegó con su ejército hasta el Ganges hacia el año 150 a.C. Lo más notable de él es que adquirió una gran reputación de filósofo convertido al budismo. 

Estos estados griegos fundados en el norte de la India no tuvieron una duración política muy prolongada porque rápidamente fueron destruidos por la entrada en la península de unos pueblos nómadas que siguieron el camino de todas las invasiones: los pasos del noroeste. La historia de la penetración en la India de estos pueblos centroasiáticos llamados Kushana es confusa, pero, a pesar de ello, se sabe que crearon un imperio que tuvo su capital en Mathura, desde la que consiguieron dominar todo el norte de la India y que se mantuvo hasta principios del siglo III d.C. Por otro lado, uno de sus soberanos más importantes, llamado Kanishka, se convirtió en el gran protector del budismo y su fervor favoreció su propagación durante el siglo II. Pero el final del poder político de los griegos no acarreó la desaparición de su cultura, sino al contrario. El Imperio kushana la asimiló rápidamente y desarrolló una civilización muy helenizada a la que pertenecen gran parte de las obras de arte grecobúdicas, de tal suerte que dicho arte, llamado tradicionalmente del Gandhara, sería más justo llamarlo arte de los Kushana. 

Stupa (Museo Gubernamental, Madrás). El baJOrrelieve tallado en esta stupa hallada entre los restos de Amaravati muestra una riquísima metáfora del ascenso de Buda hacia el Nirvana celestial. La composición general está flanqueada por medallones y lineas escultóncas ordenadas armónicamente. 

Fachada de la vihara I (Templo de Ajanta, Bombay). La entrada del monasterio budista presenta una rica ornamentación esculpida sobre roca viva de diversos estilos, con detalles florales, representaciones miniaturizadas de Buda y líneas paralelas que producen un efecto visual de elevación y retorcimiento. 

Friso y capiteles (Templo de Ajanta, Bombay). Sobre la entrada de la cueva XIX de los restos arqueológicos de Ajanta se erige este bajorrelieve sobre dos columnas cuya decoración cromática se ha borrado con el tiempo a causa de la humedad y el roce del viento. Muestra representaciones figurativas de Buda en actitud sedente y meditativa.     

Este arte al que se acaba de hacer mención, se trata en realidad del foco más oriental del arte grecorromano de Asia, que representa temas de la religión budista. Los cuerpos de estas estatuas son griegos, como lo demuestra su modelado, pero sus actitudes son hindúes. En esta época, y por artistas impregnados de helenismo, se realizaron las primeras representaciones del Buda bajo forma humana, algo que no se había realizado hasta el momento, pues en lugar de otorgar forma humana al Buda se había optado por representarlo mediante alusiones simbólicas utilizadas en el Imperio maurya (huellas de sus pies, Rueda de la Ley, trono vacío, etc.). En el arte del Gandhara el Buda es representado de pie, o sentado, con las piernas cruzadas ("posición del loto"), para significar la Meditación en busca de la verdad. Cuando se quiere sugerir la Enseñanza, el Buda es representado con la mano en la "posición de hacer girar la Rueda de la Ley". 


⇦ Bodhisattva del loto azul (Templo de AJanta, Bombay). En la entrada de la vthara I se encuentra este célebre mural, de corte naturalista y con un retrato sensualista que refleja una actitud piadosa frente a los males del mundo. La expresión de la cara está reforzada por el contorno de los ojos y la estilizada línea curvada de las cejas. En la plástica pictórica gupta es habitual esta combinación entre el sensualismo y el ascetismo de sus figuras, apelando a la dulzura de sus rostros y entornándolas con un fondo cromático muy vivo. 



Mientras sucedían estos acontecimientos en el norte de la India, después de la caída de los Maurya, en el sur -exactamente en el sureste del Decánse fundó el reino de los Andhra, dinastía que duró más de trescientos años (del 25 a.C. al 320 de nuestra era) y tuvo su capital en Amaravati. El llamado "arte de Amaravati" establece un lazo de continuidad con las antiguas escuelas de Bharhut y de Sanchi y estaba en contacto directo -por el camino marítimo- con el mundo romano. Plinio habla de este imperio y le Llama" de los Andarae". Además, en las excavaciones realizadas cerca de Pondicherry se han hallado monedas romanas y cerámicas aretinas del siglo I, lo que viene a confirmar que existía un contacto más o menos continuo entre ambos pueblos. 

Desgraciadamente, los stupas que existieron en Amaravati han sido destruidos y sólo se han conservado fragmentos de bajo relieves en hermoso mármol que hoy guardan los museos. De los cuatro períodos en que acostumbra dividirse el arte de Amaravati, el más característico es el tercero, correspondiente al siglo n. Se trata de un arte narrativo de escenas búdicas en el que todavía aparecen de vez en cuando las alusiones simbólicas al Buda, aunque abundan las representaciones directas del mismo, en general bajo la figura de monje con un manto que deja descubierto el hombro derecho y con la mano de este lado mostrando la palma en la "posición de ausencia de temor". Los relieves se caracterizan por un "horror al vacío" que amontona y multiplica los personajes con un ritmo lleno de vida. Los cuerpos humanos tienen una flexibilidad esbelta, expresada con escorzos que denotan la gran habilidad técnica de los escultores de Amaravati. Son características la sonrisa, debida a la acentuación de la comisura de los labios, y las actitudes muy libres y alegres. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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