Se conservan en Toledo dos
bellísimas sinagogas de estilo mudéjar de las numerosas que se construyeron:
una es la sinagoga del Tránsito, y la otra la de Santa María la Blanca, probablemente la más antigua que hoy queda
en España.
Resulta difícil juzgar la sinagoga de Santa María la Blanca. No
hay fechas seguras de su construcción. Además, sucesivos usos y destrozos a lo
largo de la historia han afectado los límites de sus muros primitivos
complicando aún más las teorías sobre su datación y estudio.
Además, sucesivos usos y destrozos a lo largo de la historia han
afectado los límites de sus muros primitivos complicando aún más las teorías
sobre su datación y estudio. Castilla ante la corte almohade; otra teoría la
identifica con la llamada Sinagoga Nueva, que pudo ser levantada por orden de
Yosef ben Susan en la segunda mitad o finales del siglo XIII. Lo que sí está
claro es que cambió su primitiva denominación al ser consagrada para el culto
cristiano en el siglo XV, pues tuvo culto judío hasta que se convirtió en
iglesia con el nombre que tiene ahora después de los sermones toledanos de fray
Vicente Ferrer.
En el siglo XVI, el cardenal Martínez
Silíceo convirtió el templo en refugio para mujeres penitentes. De este momento
data la construcción de las tres capillas de la cabecera actual.
Presenta una planta basilical compuesta de
cinco naves separadas por veintiocho arcos de herradura sobre pilares
octogonales. La nave central es más alta que las laterales. En total se cuentan
unas treinta y dos pilastras, todas ellas con capiteles bellísimamente
adornados con rombos, volutas y motivos vegetales.
La profunda humildad y sencillez de los
muros exteriores contrasta con el lujo que se aprecia dentro, destacando sus
arcos y capiteles con motivos florales.
Así pues, los elementos ornamentales se
concentran en las arquerías de herradura donde se entremezcla la sebqa o red de rombos, de origen
almohade, con la decoración vegetal, que implica conocimiento de lo románico
tardío. Es lo más espectacular de todo el interior. Los juegos realizados con
yeserías en las enjutas de los arcos y sobre el muro, se convierten en una
delicadeza de traza y ejecución que rivaliza con lo mejor de lo realizado en el
territorio.
Analizada por partes, en la sinagoga se
pueden distinguir elementos de distintas procedencias, aunque muchos de ellos
es difícil saber de dónde provienen. Así, las cinco naves en que se divide y la
gradación de alturas recuerdan las de la catedral de Toledo, comenzada en 1216.
Pero es difícil pensar en una influencia directa porque la cabecera
catedralicia no debía de estar comenzada al construir la sinagoga. Por otro
lado, los pilares octogonales de separación de naves no se dan en lo musulmán
y, sin embargo, una parte de la arquitectura gótica hizo uso de ellos, es
decir, se utilizaron primordialmente en épocas posteriores.
Sin lugar a dudas, el conjunto posee una
personalidad y calidad que es el resultado de la buena armonía de elementos de
tan distintos orígenes, dentro de un edificio de culto que ni era cristiano ni
islámico. No obstante, la pintura de las yeserías y su bello trazado, aunque
sean excepcionales por su laborioso trabajo, obligan a añorar las enormes
decoraciones que sí están presentes en otras iglesias mudéjares.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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