En el año 711 de nuestra era
el dominio islámico se extiende a la Península . Los árabes cruzan el estrecho
de Gibraltar y vencen al ejército del rey visigodo Rodrigo en la batalla de
Guadalete. Más adelante, en el 756, Abd al -Rahman I (731-788), que huye de
Damasco convirtiéndose en el último superviviente de la dinastía omeya, funda
el emirato independiente de Córdoba. La capital del emirato reside en la ciudad
de Córdoba y desde ella se irradia la cultura musulmana a los territorios
islámicos de la Península. Con Abd al-Rahman I la ciudad inicia un período de
esplendor que continúa con Abd al-Rahman II (822-852) y que confirma a Córdoba
como la gran metrópolis de Occidente durante la época de Abd al-Ra hman III
(891-961).
Durante el gobierno de este último, Córdoba
se convierte en la capital de un califato independiente y es la ciudad más
grande habitada de Europa, con más de medio millón de habitantes. La urbe se
embellece de espléndidos monumentos: más de 300 mezquitas, 300 baños públicos,
50 hospitales, 80 escuelas públicas, 20 bibliotecas públicas, etc.
Los dos edificios más emblemáticos de este
período, la Gran Mezquita y la ciudad palatina de Medí na Azahara, construida a
partir del 936, ocupan en la historia del arte musulmán el mismo lugar que la
Gran Mezquita de Damasco. Durante el siglo X, pues, Córdoba vive un período de
extraordinaria prosperidad que se prolongaría hasta el siglo XI.
La corte de Abderramán, de Dionisio Baixeras
Verdaguer (Universidad de Barcelona). Pintado en 1885, en pleno apogeo de la
pintura romántica, este lienzo representa la recepción del califa al monje Juan
Gorze, nombrado en la época embajador del emperador Otón I.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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