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Artistas de la A a la Z

Otras iniciativas de Pericles

De la época de Pericles son aún otras construcciones de Atenas, a saber: el llamado templo de Teseo o Teseion, el Teatro y el Odeón. Pericles había tenido en su juventud por maestro a Damón, un músico que disimulaba con esta habilidad su verdadera profesión de político liberal y filósofo. No es, pues, de extrañar que Pericles, el cual se proponía hacer de Atenas la ciudad ideal, se preocupara por la música. En La República de Platón, la vemos propuesta en primer término para la educación de los ciudadanos. El Odeón era un edificio cerrado de forma circular, con varios órdenes de columnas y asientos.

Cariátides, en el Erecteo, Acrópolis de Atenas. La aérea tribuna de las cariátides, sucesoras de las kórai de largas trenzas y manto plegado, es el contrapunto a la maciza horizontalidad del muro.
Las reedificaciones suntuosas no se limitaron a la ciudad, sino que también se efectuaron obras por toda el Ática. Pericles puso singular empeño en que el santuario extramuros de Eleusis se reconstruyese con gran magnificencia. Aquel lugar y el culto mismo de los misterios no despertarían la desconfianza de los demás griegos, y Eleusis podría ser el santuario común de toda la Hélade. El edificio de los misterios -obra de Corebus- tiene la planta cuadrada, con varias hileras de columnas.

Otra iniciativa de Pericles fue la reconstrucción del puerto del Pireo y su unión con la ciudad mediante una doble muralla. Teniendo que construir completamente de nuevo el barrio del Pireo, adoptó Pericles las teorías ultramodemas de un tratadista filósofo de Asia: Hipodamos de Mileto, quien había propuesto el plan de una ciudad ideal con la distribución de sus dependencias. En el Pireo, como en la colonia que Atenas fundó en Turi, cerca de Tarento, se proyectaron ya las calles según el sistema hipodámico; es decir, un cuadriculado con vías anchas y un reticulado de vías secundarias menores.

 Cariátide, en el Erecteo de Atenas. Aunque inmóvil, no transmite rigidez, sino elegancia en el gesto del cuerpo y en los pliegues de su vestidura.



En esta época debió de ser también inventado el capitel corintio, que después hubo de caracterizar un nuevo tipo de arquitectura. El capitel corintio es un cilindro acampanado, rodeado de tres filas de hojas de acanto. En los ángulos aparecen todavía unas volutas pequeñas, como reminiscencia del orden jónico, al cual pertenece todo el resto del edificio. Ictinos, el arquitecto del Partenón, empleó ya el capitel corintio, aunque con gran parsimonia, en un templo de estilo jónico que levantó en Figalia. No obstante, los escritores antiguos atribuyen su invención a un gran escultor llamado Calimaco. Una leyenda añadía que este artífice lo había inventado en Corinto; según ella, el artista se inspiró en una canastilla con flores y hojas de acanto dejada en la tumba de una joven por su nodriza, y aquel penacho de hojas y flores encima de la estela inspiró al escultor Calímaco la idea del nuevo capitel, que por eso se llamó corintio.

Templo de Hefaistos, en Atenas. También llamado Teseion, esta obra dórica fechada hacia el año 450 a.C. está sobre la pequeña colina que domina el Agora ateniense.
La leyenda siempre encierra algo de verdad. Calimaco trabajaba en Atenas a fines del siglo V a.C.; era escultor notable, pero parece que tenía placer especial y habilidad singular para obras decorativas. En el Erecteo se veía su gran lámpara de hojas de acanto que sobresalía del tejado. Nada, pues, tiene de particular que en el círculo de artistas del tiempo de Pericles naciera la idea de aprovechar estas formas vegetales para el coronamiento de la columna, y que Calimaco, el fundidor, diera al problema la feliz resolución del capitel llamado corintio. A partir de esta época, las hojas de acanto, con sus rizos ordenados simétricamente, se encuentran en casi todas las manifestaciones del arte decorativo griego.

Otra soberbia escultura ornamental, en la cual las decoraciones de los acantos se han empleado de la manera más feliz que imaginarse pueda, es la columna votiva encontrada en Delfos, que sostenía un grupo de tres danzantes jónicas, con el penacho en la cabeza, y cada una de ellas levantando con un brazo la airosa túnica y elevando el otro con gesto armonioso. Aun cuando no existe otro indicio que el estilo para atribuir a Calímaco la exquisita columna de Delfos, sabemos, sin embargo, por lo que nos cuenta Plinio, que Calimaco ejecutó un grupo de vírgenes danzantes para Esparta.

Ruinas del Telesterion en Eleusis. Restos de una sala de iniciación a los llamados misterios de Eleusis, uno de los mitos más antiguos de la antigua Grecia.
Simultáneamente con obras decorativas, la escultura siguió representando los tipos tradicionales de las kórai, muchachas vestidas, y de los kúroi, jóvenes atléticos llamados a menudo equivocadamente Apolos. Están interpretados con el estilo sereno y grandioso de la escuela de Fidias. Pero el tipo masculino, en general, evoluciona acaso menos que la estatua femenina; el joven atleta avanza los brazos ingenuamente, tiene los pies apoyados en el suelo, y, en el torso, las duras líneas del pecho y de la cadera recuerdan aún los esfuerzos de análisis anatómico de los dos siglos anteriores. Sólo las cabezas bellamente jóvenes de estos héroes o dioses tienen una expresión de paz y bienaventuranza casi afeminada.

Templo de Zeus en Olimpia. Construido por el arquitecto Libón de Eliade en el siglo v a.C., fue el mayor templo de todo el Peloponeso. Sólo contemplando los restos de los capiteles gigantescos derribados, es fácil hacerse una idea de lo espectacular que debió ser este edificio.
Es muy probable que esto sea debido a la intención de darles, como seres inmortales, un espíritu completamente ajeno de cuidados, de pasión, que les hace algo asexuados. Pero, además de estas formas tradicionales, los escultores de fines del siglo V se propusieron la resolución de otros temas de carácter heroico. Se comprende que el trágico mito de Níobe, madre infortunada que ve morir a sus hijos por las flechas de los dioses, debía de ser un asunto que se prestaba de manera especial para la escultura. Existen varias estatuas de Nióbidas agachados, que tratan de defenderse contra el terrible destino. Son la manifestación plástica de la fatalidad que embarga las obras de los poetas trágicos de Atenas de la generación de Fidias, que es la de Esquilo. Como esculturas reflejan la continuación del arte de Mirón, y se percibe en ellas el mismo interés por los movimientos instantáneos del Discóbolo.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

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