La
gran civilización hitita se desarrolla en la península anatólica, en la zona
central de la actual Turquía, aproximadamente alrededor del curso del río
Halys. Esta región fue ocupada desde antiguo, y ya en épocas prehistóricas
(7000-2000 a.C.) se conoce la existencia de diversas culturas. Las conocidas
cuevas de Karain, Belbasi y Beldibi fueron habitadas en el Paleolítico
Superior. Más avanzados en el tiempo, yacimientos como Cayöncï: y los niveles
más antiguos de Hacilar y Chatalhöyük manifiestan los primeros indicios de
agricultura.
Vasija con una cara humana
(Musée du Louvre, París). Realizada en terracota pintada, esta pieza,
procedente de Anatolia, se remonta al cuarto milenio antes de nuestra era. Se
puede apreciar la nariz y la boca, pero lo que más destaca son los ojos
realizados con un mineral cristalino.
Vasija antropomorfa
(Musée du Louvre, París). Esta pieza de cerámica procede de Hissarlik-Troya
(Anatolia) y su antigüedad se remonta al tercer milenio a.C. En el cuello de la
vasija está delineada la cara y en el cuerpo están apuntados claramente unos
caracteres sexuales femeninos.
Las fascinantes pinturas de Chatalhöyük
representan la cumbre del arte neolítico, a través de los doce niveles
diferentes de habitación que se sitúan aproximadamente entre 6500-5650 a.C. Con
ellas queda demostrada la capacidad humana para realizar obras de arte. De
entre las pinturas murales y relieves que decoran las casas y las habitaciones
de culto, algunas de las cuales se exhiben en el Museo de Ankara, destacan las
del nivel VII (6200 a.C.) que representan en apariencia la erupción de un
volcán, posiblemente el Hasace Dagi, muy próximo al yacimiento. Se trata ya de
pintura de paisaje, la más antigua de las conocidas. Asimismo, se desarrollan
otros temas, tales como escenas de caza, de danza y de acrobacia, y
especialmente abundantes son las pinturas de carácter funerario y religioso.
Los rituales del culto a la fertilidad
debían de realizarse en habitaciones decoradas con relieves de cabezas de toro
y de cornamentas alineados en los muros. Probablemente representaban la
divinidad masculina: el toro era el símbolo de la fuerza y de la fertilidad, y
el genio de los animales de cornamenta sin los cuales no se podía cultivar la
tierra. Esto explica por qué, desde el comienzo de la agricultura en Anatolia,
el dios masculino fue representado bajo la forma de un toro y más raramente con
forma humana. Esta costumbre persistió hasta la época hitita. La representación
de la Diosa Madre sí aparece en forma humana en relieves y figuritas en
diferentes actitudes que simbolizan la fertilidad.
Toro
(Musée du Louvre, París). Animal estrechamente relacionado con el dios Teshub
en todas las representaciones, fue una de las imágenes más utilizadas en las
manifestaciones artísticas de los hititas, incluso en vasos que adoptaron su
forma, como el que aquí se muestra.
La pintura no sólo se centra en los
relieves, la pintura mural y las figuritas pintadas, sino también en cerámicas
con producciones monocromas en sus comienzos hasta las magníficas creaciones
artísticas de un Neolítico avanzado.
Durante el Calcolítico (hacia el5500
a.C.), la aparición de objetos de metal en Bacilar demuestra un importante
avance cultural. A finales de este período, Anatolia vive un momento de
estancamiento durante el V y el IV milenios que contrasta con el papel
preponderante desarrollado en el curso de los milenios anteriores. Durante las
primeras fases de la Edad del Bronce (alrededor del 3000-2500 a.C.) no se
observan progresos notables.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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