Aunque nacido de una de las
más ilustres familias de Atenas, Pericles desdeñaba igualmente a la
aristocracia, orgullosa de sus riquezas, y al pueblo, que, ignorante, recelaba
siempre de sus altas iniciativas. Se sostuvo en el gobierno sólo por la rígida
austeridad de su vida, y pagó siempre con su persona en las guerras y en todas
las dificultades nacionales. Atenas acabó por acostumbrarse a su genio superior
y a compartir con él su gran pasión: el amor por la belleza.
Durante el mandato del estratega Efialtes
como jefe del partido demócrata, Pericles fue en un principio su ayudante y más
tarde lo sustituyó en el año 443 a.C., y en ese cargo se mantuvo siempre por
elección popular de la Asamblea hasta su muerte en el 429 a.C., debida a la
peste.
La economía ateniense se basaba sobre todo
en el comercio marítimo, aunque también era importante la agricultura. Y la
sociedad era un patriarcado en el que los hombres tenían todos los derechos y
todas las ventajas y sólo ellos se beneficiaban del acceso a la educación y al
poder. La mujer ateniense se dedicaba únicamente al cuidado del hogar;
asimismo, existían las hetairas, mujeres que recibían una educación esmerada
para satisfacer a los hombres con discursos más elaborados e intelectuales y
que también procuraban favores de índole sexual. Una de las hetairas atenienses
más famosas fue Aspasia, amante de Pericles, quien la defendió cuando los
contrarios a su política la utilizaron como blanco de sus críticas.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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